Cuando la vida vale muy poco

Uno de los principales temas que debaten todos los estamentos sociales es el de la inseguridad. La atención de políticos y especialistas se concentra en la violencia creciente que afecta a la población, especialmente a la de los grandes núcleos urbanos. Es verdad que existe también una voracidad mediática que se alimenta de ciertos casos atroces que se han producido en meses recientes, pero no son los medios quienes crean la violencia, que está ahí y forma parte de las amenazas cotidianas.

Un informe emitido por el programa Reporte Semanal se ha centrado en uno de los aspectos relativamente nuevos de esta violencia: el del sicariato, es decir, la modalidad criminal que emplea asesinos a sueldo, los que ofrecen libremente sus servicios a quien quiera contratarlos, inclusive a través de páginas de internet. Un rastreo permitió ubicar a 31 sicarios que operan en la red, y uno de ellos no vaciló en declarar que por un pago de 2,500 soles estaba dispuesto a asesinar a cualquiera.

Este es un dato de escándalo: una vida humana no vale más de 2,500 soles en el Perú. Y ni siquiera tanto, pues es posible pactar un adelanto de mil soles y, producido el crimen, pagar lo restante en cuotas, las que se depositarán en una cuenta bancaria cifrada que, por cierto, no conducirá hasta el asesino, que la maneja a través de intermediarios que se valen de indigentes como titulares.

El sicariato es una modalidad criminal que no existía en nuestro país y que ha sido importada de Colombia, donde es empleada por el narcotráfico tanto para el lavado de dinero proveniente de la droga como para eliminar a posibles rivales en este ilícito negocio. De allí saltó al hampa, que se valió de esta figura criminal para eliminar a jueces, fiscales o periodistas honestos. Y finalmente a cualquier ciudadano que estorbara el vil negocio de las mafias.

También es una figura delictiva utilizada por las familias de narcotraficantes en México, donde tiene una variante demencial que abarca la tortura y las matanzas colectivas. La particularidad del sicariato es que es muy difícil de detectar y erradicar. En Colombia y México llegó para quedarse y es de temer que lo mismo ocurra en nuestra sociedad, que ya conoció los crímenes atroces con pretendido fundamento ideológico del terrorismo, y ahora puede terminar sumergida en una ola de violencia pagada.

Urge, por lo mismo, un combate sin cuartel a los sicarios, tarea que no se agota en su represión y encarcelamiento, sino que abarca la instalación urgente de nuevos paradigmas ciudadanos y éticos que deben fortalecer a la sociedad democrática que los difunde y practica. Es una campaña de difusión de ideas y valores que incluye la educación impartida en la escuela y en ámbito familiar, la misma que debe insistir en el valor de la vida humana como pilar de la sociedad. No se lograrán resultados en un día, puesto que se trata de un proceso largo, pero es un camino que hay que tomar ahora. Luego será muy tarde.