El periodista y ex ministro del Interior Fernando Rospigliosi reiteró en su columna dominical del diario La República que la responsabilidad por la muerte del mayor Felipe Bazán recae, como lo señaló la hermana del asesinado policía, en la ex ministra Mercedes Cabanillas y en el general Luis Muguruza, responsables de la operación, que calificó como»el mayor desastre de orden público que se recuerde en el país».
«Criminales»
Todas las evidencias indican que el mayor Felipe Bazán fue asesinado por los nativos a sangre fría, estando prisionero, igual que los 14 policías de la estación Nº 6.
Las fotos no dejan lugar a dudas. El mayor Felipe Bazán no murió en un enfrentamiento sino que fue capturado y, presumiblemente, asesinado por los nativos.
El hecho de que el que haya presentado las fotos, el ministro del Interior, Octavio Salazar, sea un incompetente y un mentiroso, que hace poco desnudó su mendacidad en el caso de los pishtacos, no cambia las cosas.
Que Salazar sea parte de un gobierno de embusteros tampoco modifica los hechos. Esta semana el país ha asistido a una seguidilla de falsedades del presidente Alan García sobre una encuesta supuestamente realizada por el Partido Aprista, del premier Javier Velásquez y del ministro de Justicia, Aurelio Pastor, sobre el nombramiento del almirante Raúl Haro como jefe del INPE.
Una partida de farsantes, sin duda. Pero esa no es razón para pretender exculpar a los asesinos de Bagua.
Cabanillas y Muguruza
En una entrevista en Canal N, el jueves pasado, Patricia Bazán, la hermana del mayor, sostuvo que los culpables de la matanza de Bagua y de lo que le sucedió a su hermano son Mercedes Cabanillas y el general Luis Muguruza. Tiene razón.
A ellos les corresponde la responsabilidad de ordenar y ejecutar un operativo mal planificado que resultó el mayor desastre de orden público que se recuerde en el país.
Pero nada de eso disminuye un ápice la responsabilidad de los asesinos.
Los nativos tenían secuestrados a una treintena de policías en la estación Nº 6. El 5 de junio se los llevaron al monte y asesinaron al comandante Miguel Montenegro y a otros trece efectivos, sin que mediara enfrentamiento alguno. Todos los policías estaban desarmados. Fue un crimen a sangre fría.
Capturado y asesinado
Todo indica que con el mayor Bazán sucedió lo mismo. Ellos fueron enviados a una misión absurda por sus comandos, sin órdenes claras y sin comunicaciones.
Las informaciones disponibles indican que Bazán y otros nueve efectivos fueron rodeados por los nativos. ¿A cuántos capturaron vivos? Por lo menos al mayor Bazán, pero quizás también a otros.
La confesión de uno de los captores indica que al mayor Bazán lo asesinaron y echaron su cadáver al río. El padre del mayor se niega a creer esa versión y se aferra a la posibilidad de que su hijo esté vivo. Ojalá tuviera razón, pero todo hace suponer que los nativos lo ultimaron, al igual que a sus compañeros de la estación Nº 6.
Buenos salvajes
Por supuesto, ya salieron los defensores de los “buenos salvajes”, aquellos que afirman que los nativos son pobres y oprimidos y, por tanto, buenos. (Ver “El buen salvaje”, en esta columna, 25.10.09).
Dicen que es un “montaje de la prensa”, que las fotos son falsas, que se trata de un “sicosocial del gobierno”.
Saul Puerta, el actual secretario general de Aidesep, la organización que irresponsablemente azuzó el conflicto hasta el final, dice que la foto “es trucada y ha sido manipulada por las autoridades”.
En realidad, son varias fotos y nada revela que hayan sido trucadas. La identificación de varios de los captores del mayor Bazán confirma la veracidad de las imágenes.
En suma, los defensores de los “buenos salvajes” se basan solamente en razones ideológicas y políticas para tratar de negar la realidad, que los nativos actuaron con violencia, crueldad y ferocidad, y que los asesinos deben ser juzgados y sentenciados por los horribles crímenes que cometieron.
Oportunistas en ambos lados
Los defensores de los “buenos salvajes” son la otra cara de la moneda de aquellos que defienden las atrocidades del escuadrón de la muerte de Trujillo o los crímenes del Grupo Colina.
Unos justifican el asesinato de policías desarmados a manos de nativos. Otros defienden el homicidio de civiles sospechosos de terrorismo o delitos comunes a manos de las fuerzas del orden.
En ambos casos se trata de crímenes injustificables. Pero encuentran defensores oportunistas, que atacan o respaldan y escudan, no en defensa de la vida y la justicia sino de acuerdo con sus preferencias ideológicas.
Ambas posturas contribuyen a envenenar el ambiente y a dificultar el tratamiento civilizado de las discrepancias y conflictos.
Un excelente libro de Eduardo Dargent analiza el oportunismo de las élites de izquierda y derecha respecto a la democracia, su falta de convicción y compromiso con la misma: la defienden o atacan cuando les conviene. (“Demócratas precarios”, IEP, 2009. Lo comentaré próximamente). Lo mismo ocurre con los crímenes y los asesinos.