Coronavirus: ¿la respuesta de un planeta devastado?

El informe «Pandemias, el efecto boomerang de la destrucción de los ecosistemas: proteger la salud humana preservando la biodiversidad», elaborado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF)-Italia, concluye que las zoonosis, o enfermedades transmitidas de animales a humanos, están relacionadas con la actividad depredadora del hombre en los ecosistemas naturales.

Una amenaza mundial: SARS-CoV-2

El virus SARS-CoV-2 (COVID-19) es una cepa muy rara de los coronavirus.  Esta gran familia de virus está diseminada en muchas especies de animales como aves y mamíferos, incluido los humanos, con los que a menudo viven en equilibrio.

El actual COVID-19 es el responsable de la epidemia que afecta a más de 100 países, confirmándolo como una pandemia. Esta nueva cepa, nunca antes identificada en humanos, ha provocado que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declare una “emergencia internacional de salud pública”.

La infección del COVID-19 en humanos, según medios internacionales, pudo haberse originado en el mercado más grande de animales en Wuhan, provincia de Hubei, en China, a finales del 2019.

La aparición de estos nuevos vectores patógenos para los humanos, que anteriormente solo circulaban en el mundo animal, es un fenómeno conocido como “desbordamiento” (efecto spillover). El nuevo y raro virus es el producto de un “desborde” de su equilibrio en el ecosistema natural donde se diseminaba.

Asimismo, recientes estudios muestran las similitudes del SARS-CoV-2 y otros coronavirus presentes en murciélagos del género Rhinolophus, que pueden haber sido el depósito natural del virus.

Aun así, no se puede confirmar la participación de animales silvestres en el caso del COVID-19, y tampoco, como zona de origen, al mercado de Wuhan, donde se sabe que se desarrolló una cepa de Tipo II. Incluso, con la confirmación de comercialización de animales salvajes vivos y por partes para consumo humano.

En síntesis, no se sabe con certeza el lugar de origen del COVID-19. La única certeza es que detrás de la propagación de esta enfermedad está el comercio legal e ilegal de animales salvajes.

Zoonosis: de animales a humanos

Las enfermedades humanas pueden ser generadas por una gran variedad de microorganismos, pero las que actualmente despiertan un mayor interés son las de origen viral y especialmente las zoonosis. Esta última, refiriéndose a enfermedades infecciosas transmitidas de forma natural de animales (mayoritariamente vertebrados) a seres humanos, o viceversa.

Las zoonosis son muy conocidas y numerosas (más de 200 según la Organización Mundial de la Salud), y su estudio constituye una de las áreas de mayor interés en medicina humana y veterinaria. La rabia, leptospirosis, ántrax, SARS, MERS, fiebre amarilla, dengue, VIH, ébola, chikungunya, coronavirus, e incluso la gripe común son zoonosis.

Para nuestra especie las zoonosis son muy peligrosas, más aún cuando se adaptan para transmitirse de humano a humano, como el caso del ébola. Esta enfermedad tuvo su mayor brote en la historia entre los años 2014 y 2016. Afectando a 10 países (la mayoría de la zona occidental de África) y dejando 11 mil 323 muertos a nivel mundial.

Las zoonosis que logran transmitirse de humano a humano son las más peligrosas porque con miles de millones de personas reuniéndose, socializando y viajando alrededor del mundo pueden generar epidemias reales, así como pandemias, favorecidas por la creciente globalización.

Por otro lado, según la OMS, el 75% de las enfermedades humanas conocidas hasta la fecha derivan de animales y el 60% de las enfermedades emergentes han sido transmitidas por animales salvajes. Las zoonosis causan alrededor de mil millones de casos de enfermedades y millones de muertes cada año.

Una de las principales causas: destrucción de ecosistemas

Los ecosistemas naturales tienen un papel fundamental en la regulación de la transmisión y propagación de enfermedades infecciosas como las zoonosis.

Por ejemplo, el brote de ébola que sorprendió al mundo por su ferocidad tuvo como causa principal la fragmentación del bosque tropical. Eso hizo que muchas especies distintas de murciélagos se juntaran en los pocos árboles que quedaban en pie. La mezcla de especies que nunca habían interactuado antes en el ambiente, fue el caldo de cultivo de ese nuevo brote.

Actualmente, el impacto del hombre en los ecosistemas naturales ha cambiado el medio ambiente terrestre en un 75% y el marino, en un 66%. Las acciones del hombre moderno han puesto en peligro de extinción a aproximadamente 1 millón de especies de animales y vegetales.

Las consecuencias en los ecosistemas, debido a la acción depredadora del hombre, van desde el aumento de las zonas de reproducción de vectores infecciosos hasta la transferencia de patógenos entre especies diferentes. La caza indiscriminada, crea la perdida de especies depredadoras, permitiendo la difusión de huéspedes de microorganismos, parásitos o virus.

La contaminación ambiental también genera cambios genéticos en muchos organismos, inducidos por los mismos humanos, como el caso de los mosquitos resistentes a los pesticidas.

Asimismo, estas zonas de vida albergan millones de especies en gran parte desconocidas para la ciencia moderna, incluidos virus, bacterias, hongos y muchos otros organismos y patógenos. La destrucción de estos ecosistemas y el calentamiento global; la contaminación y la creciente población le están ofreciendo nuevos espacios para conquistar.

Los mercados y suburbios de las nuevas metrópolis en todo el mundo venden lo que queda de esta fauna depredada: animales salvajes vivos, partes de monos, felinos, carne de reptiles y más. Muchas de estas ciudades tropicales se transforman en el hábitat perfecto para enfermedades peligrosas como el dengue, la tifoidea, el cólera y la chikungunya.

Todos los ecosistemas funcionan como un rompecabezas funcional, donde si falta una sola pieza, se pueden perder componentes fundamentales. Estas zonas, al perder su biodiversidad, también pierden su complejidad, y con eso, su capacidad de regulación y recuperación.

 

Artículo escrito por: Kevin Oviedo Bernuy – Servindi