Conservacionista lanza seria propuesta para desarrollar la observación de aves

A pocos días del inicio del Birding Rally Challenge Nor Amazónico 2013 en nuestro país, no puedo dejar de escribir estas líneas. Del 9 al 20 de junio los pajareros de varios países recorrerán los departamentos de Lambayeque, La Libertad, Cajamarca, Amazonas y San Martín para, entre otros, promocionar la Ruta Nor Amazónica. Los puntos de partida serán el Santuario Histórico Bosque de Pómac y el Refugio de Vida Silvestre Laquipampa en Lambayeque.    

Si bien es cierto que el siguiente texto no está dedicado a ahondar en los detalles del Rally que se viene, sin lugar a dudas, regresaré tangencialmente a este importante suceso ornitológico para complementar parte de lo que paso a exponer.

Todo esto sin dejar de mencionar que durante la concepción de esta segunda experiencia internacional de aviturismo y la evaluación en campo de los destinos, salieron a la luz algunos intentos de desprestigiar los dos sitios de donde justamente partirá el Rally, así como la quebrada de Frejolillo en Piura; para promover justamente un lugar en Lambayeque que no ha sido tomado en cuenta en esta interesante aventura pajarera. Esa es otra historia, sobre la cual ya se sabrá algo adicional más adelante.

Sobre la observación de aves, se han escrito bastantes líneas al respecto, tanto para describir en qué consiste esta fascinante manera de hacer ecoturismo, cuáles son sus beneficios, así como sobre los principales lugares en el país para ir a pajarear.

Mi intención es hacer un breve recuento de lo que ya ha aparecido y agregar un par de datos para entender mejor cómo es que se está desarrollando esta disciplina y cómo está ayudando a promover la investigación científica en el Perú.

Beneficios alados

A todo esto, ¿cuáles son los beneficios o los impactos positivos de la observación de aves? Existen varios. En primer lugar, los conocimientos de los pajareros y sus expectativas por ver una u otra especie genera una conexión provechosa con la diversidad local o regional.

La gran expectativa y afán que despierta observar en su medio natural especies difíciles de ver por ser raras, de distribución restringida o altamente amenazadas o una mezcla de todo lo anterior, hace que el observador de aves esté dispuesto a pagar más de lo que haría un turista promedio. Esto es un motivo para que muchos pobladores locales “vean con otros ojos” su entorno y lo preserven para recibir beneficios económicos.

Claro, todo lo anterior puede darse, siempre y cuando no haya otras iniciativas abusivas que jalen agua para su molino de manera injusta y abusiva; o que los operadores turísticos no tomen en cuenta la necesidad de dejar o invertir parte de sus ganancias en los lugares que visitan.

Ahora, también en esto, los pobladores locales (y el Estado) deben organizarse y poner reglas claras para poder entrar al juego y recibir beneficios. Deben invertir algo de tiempo y dinero para ofrecer buenos circuitos (mantenimiento, señalización básica, guías locales) y satisfacer las demandas (bienes y servicios) de los visitantes; y si es posible hacer que se queden la mayor cantidad de tiempo allí; y sobre todo hacer lo posible para que regresen y recomienden el sitio.

Cuando los pobladores de una u otra localidad perciben el entusiasmo con el que los pajareros e investigadores salen al campo; sienten de cerca el amor, respeto y aprecio que los foráneos tienen a la naturaleza (en este caso, a sus terrenos) y a su preservación; y cuando los pobladores locales se sienten útiles y valorados por conocer su tierra y fungir como guías locales para mostrar sus bellezas, ellos valoran o revaloran lo que tienen y sienten además que se les mete “el bichito de la conservación”.

Este es un gran impacto, pues esta especie de ósmosis puede ser el punto de partida de interesantes y sostenibles iniciativas de conservación, basadas en el uso responsable de la diversidad biológica.

Revalorar lo que se tiene

Los birdwatchers e investigadores poseen, generalmente, un vasto conocimiento científico sobre la ecología del lugar que visitan, sobre su valor biológico y sobre sus necesidades de protección.

Si a eso le sumamos su expectativa por ver aves y el conocimiento de la población local de su entorno, el resultado es altamente provechoso para la conservación de áreas que no tienen ninguna categoría oficial de protección.

Existen diversas especies y poblaciones de aves que no se encuentran en territorios protegidos, es decir, en áreas naturales protegidas del Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SINANPE) o en áreas complementarias al mismo, como las áreas de conservación privada o de conservación regional; por lo que son vulnerables a impactos severos si no son conservadas.

El conocimiento científico, impulsado e iniciado por los observadores de aves, puede ser el punto de partida para sustentar que la zona reciba una categoría de protección y que debe ser tomada en cuenta para cualquier estrategia de protección local.

En torno a lo anterior, en el país ya han sido declaradas varias áreas de conservación privadas y se han promocionado diversas iniciativas de conservación comunal y local. Además, el conocimiento ornitológico ha podido impulsar los expedientes técnicos para solicitar la categorización de otros espacios protegidos.

El trabajo en conjunto de los pajareros, de algunas organizaciones no gubernamentales, de los científicos y de la población local puede promover el ecoturismo y la conservación.

En esa dirección, se pueden promocionar campañas de educación ambiental, así como la elaboración de guías de información que rescaten y plasmen todo lo que (aún) se puede ver, conservar y manejar de manera sostenible. Todo esto puede ser traducido en capacitación, formación y en empleo para la población local, con el fin de brindar alternativas para una mejora en la calidad de vida, con todo lo que este tan manoteado término implica.

¿Impactos negativos?

Al parecer no todo es color de rosa. Si bien no existe una certeza al respecto ni datos contundentes, sí existen estudios científicos que sustentan que la actividad de observar aves sí tendría algunos impactos negativos en algunas aves, en especial en la época de anidación y alimentación de los pichones. Los birdwatchers y los amantes de la naturaleza podrían perturbar a algunas aves (e incluso a otros animales) en su afán por ver y fotografíar aves.

Muchas especies son altamente sensibles a la presencia de humanos, en especial en los trópicos, donde además no existen muchos estudios al respecto. Los impactos de estas perturbaciones son complejos, difíciles de determinar y sobre todo, varía de una especie a otra; y varía en una especie, según el periodo en que se dé, es decir, en época de apareamiento, de anidación, de demarcación de territorio u en otra.

Así por ejemplo, muchas especies podrían abandonar sus nidos por temor a la presencia humana, lo que podría traer consigo la pérdida de los huevos por acción de un depredador. Adicionalmente, un ave puede abandonar el nido porque recibió un llamado artificial —conocido como play-back— hecho con el propósito de atraerla (a un lugar visible) para que pueda ser vista o por lo menos escuchada. Adicionalmente, se le podría crear un estrés innecesario, cuyas consecuencias aún no son muy claras.

No obstante y como ya se dijo, no existen estudios certeros al respecto. Esto ha creado un debate entre algunos ornitólogos e investigadores. Sin embargo, lo más importante es actuar de manera conspicua en el campo y respetar todo lo que se tiene al frente, pues los humanos somos, en este caso, los invasores.

Así también, somos conscientes de que nos falta investigación científica y que tenemos un arduo camino por recorrer. Por esto, recibir la visita de expertos siempre es bueno para captar nuevas tendencias y actualizar algunos conocimientos. Pero, ojo, no porque tal o cual persona sea un “gringo” (o “gringa”) significa que sea la o el gurú. Muchos de ellos nos venden sebo de culebra. Felizmente en el Perú tenemos bastantes buenos científicos y expertos nacionales

En lo relacionado a la distancia para acercarse a un ave para verla, oírla y/o fotografiarla, existen también discusiones en lo relacionado a cuál debe ser la distancia. Así por ejemplo, dado que las aves “ven todo”, se recomienda usar una vestimenta sobria y de ser posible “camuflada” con el entorno.

Para nuestra suerte, la tecnología moderna nos permite contar con equipos de foto y aparejos altamente recomendables para capturar imágenes y ver a las aves desde una distancia prudente.

Por eso es recomendable utilizar telescopios (y buenos binoculares), así como comportarse de una manera respetuosa con el entorno. Todo esto es harto conocido por los pajareros que conozco (felizmente) y de hecho por los “gringos” que vienen para este rally.

Finalmente, esta disciplina es también un aprendizaje constante que nunca acaba (y menos en esta potencia ornitológica llamada Perú) y que debe ser transmitida a los pobladores locales y a todos los que tengan el interés de conocer a las aves (Enrique Angulo Pratolongo/ Rumbos de Sol & Piedra).