La victoria de los antimineros de Cajamarca tendrá consecuencias funestas para el país. En un caso relevante, la mayor inversión en la historia del Perú, ha quedado demostrado que un grupo de líderes radicales puede mentir y engañar impunemente sin ser refutado y, propiciando acciones violentas con un saldo de muertos y heridos, puede salirse con la suya.
Sin duda habrá imitadores en todo el país.
¿No hay efecto dominó?
El ministro de Economía, Miguel Castilla, se ha apresurado a intentar tranquilizar a los inversionistas. Ha dicho que la suspensión del proyecto minero Conga no traerá un efecto dominó y que las inversiones mineras continuarán. Es natural que trate de sosegar los temores, es su función.
Pero eso es solo parcialmente cierto. Es verdad que la victoria antiminera en Cajamarca no significa el fin de las inversiones mineras en el país, pero es obvio que ahora las empresas lo pensarán dos veces antes de emprender nuevos proyectos en el Perú. Y que los ya existentes serán asediados con más virulencia que antes.
El asunto es que la mala señal que ha dado el gobierno propiciará un incremento de la conflictividad y de la violencia en todos los sectores, no solo en minería.
Ejemplos recientes son lo sucedido en el Monzón (Alto Huallaga, Huánuco) y Jauja (Junín). Cocaleros que producen para el narcotráfico atacaron a los erradicadores del Ministerio del Interior, dos muertos, varios heridos y, muy probablemente, fin de los intentos del gobierno en esa zona. Y pobladores que no quieren la construcción de otro aeropuerto bloquean impunemente una carretera principal, un muerto, varios heridos y una mesa de diálogo en el horizonte.
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