En el día central de la Fiesta de San Juan, la población de Tingo María se volcó a las calles apenas rayó el alba. Los grupos de música típica se dejaron escuchar en numerosas esquinas de barrio, las amas de casa terminaban presurosas de preparar los sabrosos juanes, tarea que estuvieron realizando durante toda la noche, mientras que los jóvenes de toda edad se lanzaban a las calles bailando y cantando en honor a San Juan Bautista, patrono de la fiesta más grande de la amazonía peruana.
Es la fiesta de San Juan vivida en su máxima expresión. Para seguir con el típico ritual, en la parroquia Santa Teresita del Niño Jesús se reunieron las máximas autoridades de la provincia de Leoncio Prado así como representantes de organizaciones civiles y pobladores, con el propósito de sacar en hombros la imagen del santo varón.
Numerosas delegaciones de escolares, universitarios y de instituciones públicas y privadas esperaban la aparición de San Juan para seguirlo en una procesión muy alegre y bulliciosa por las principales calles de la ciudad en una mezcla de algarabía costumbrista y fervor religioso.
Procesión con danza
Danzando durante todo el trayecto, los escolares reunidos y los pobladores fueron transmitiendo su alegría a toda la gente que los recibía al pasar por sus viviendas con aplausos y sumándose al regocijo.
Luego, la procesión volvió nuevamente a la iglesia, pero la población no dejó entrar al patrono sino que lo paseó por la plaza de armas en el marco de un concurso de danzas en plena calle, con el concurso de pobladores de diferentes barrios, en un ambiente festivo y entusiasta.
Se trataba de las famosas pandilladas, bailes típicos de la selva, que envuelven y contagian a todo aquel que las presencie.
Siguiendo el ritual, alrededor de las 11 de la mañana, luego del desborde festivo popular, los tingaleses iniciaron el tradicional corte de la umisha (cortamonte o yunza) en cada barrio, en cada esquina, en cada recodo del camino donde hubiera al menos dos o tres familias reunidas para celebrar.
Fieles a la tradición, los tingaleses continuaron con el ritual y alrededor del mediodía pararon las danzas y bailes en las calles y partieron en masa cargando juanes, tacachos y masato a seguir celebrando, pero esta vez en ríos y quebradas, para bañarse en familia en cada recodo del Huallaga y sus afluentes.
La tarde empieza pero no hay prisa. Es San Juan y para los tingaleses no existe más.
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