Los participantes de la “marcha por el agua” tuvieron una grata sorpresa el lunes 6: el cielo se abrió y descargó una torrencial lluvia, que los hubiera empapado si en realidad hubieran venido caminado, como algunos ingenuos creen. No, los marchantes vienen en ómnibus y automóviles, y se bajan para desfilar en los pueblos que atraviesan.
No es que el ex clérigo Marco Arana se haya convertido en sacerdote de un oculto rito que ha logrado, mediante secretos conjuros, que los cielos se abran. Se trata simplemente que estamos en época de lluvias donde el exceso de agua se convierte en un problema muy serio: desbordes de ríos, acequias y lagos, huaycos y muchos desastres.
Y luego, cuando termina la temporada de lluvias, volvemos a la escasez y, en muchos lugares, a la sequía. De eso se aprovechan los izquierdistas y antimineros disfrazados de ambientalistas para atribuir falsamente a la minería la falta de agua.
En realidad, lo que se necesita es inversión en infraestructura para poder acumular el agua en época de lluvias y utilizarla cuando escasea, así como para canalizarla. Para eso se requiere mucho dinero y la principal fuente de impuestos del Estado peruano es la minería.
Si no hay minería, habrá mucho menos dinero de impuestos y será imposible construir las obras que se requieren para represar y canalizar el agua que el Perú necesita.
En el caso de Cajamarca, por ejemplo, el gobierno ha prometido construir la represa de Chonta, que cuesta más de 300 millones de soles. Eso lo hará con los impuestos recaudados, la mayoría de los cuales proviene de la minería.
Los proyectos mineros también contribuyen directamente a proporcionar más agua para la gente. Conga, por ejemplo, construirá cuatro lagunas que filtrarán agua a la napa freática y acumularán agua para ser usada en los meses en que escasea, reservorios además que contendrán más del triple del agua de las lagunas que serán afectadas por la construcción de la mina. Por donde se le mire, es ganancia, beneficio para la población pobre de la zona.
Las lagunas actuales, como se sabe, no filtran a la napa freática porque están sobre suelo impermeable y no pueden ser usadas en la época de escasez porque no hay manera de extraer el agua. Tampoco son turísticas, situadas en parajes a más de 4000 metros, sin carreteras ni nada alrededor.
¿Por qué se oponen los antimineros entonces a un proyecto que desde todo punto de vista beneficia a la población y proporciona mucho más agua de la que hay ahora? Sencillamente porque el agua para ellos es un pretexto. Se disfrazan de ambientalistas para atacar a las empresas privadas. Son izquierdistas ideologizados que quieren expulsar a la “minería colonial depredadora”, como dice el ex guerrillero trotskista Hugo Blanco, convertido en ambientalista y promotor de la “marcha por el agua”.
Los izquierdistas antimineros de la “marcha por el agua” no dicen nada, por ejemplo, de la situación de Ica, donde la agricultura moderna está agotando las fuentes de agua. Como no pueden culpar a la minería, obvian el problema.
Tampoco una palabra por la grave situación de una de las maravillas del mundo, el lago Titicaca, contaminado por la minería ilegal, los desagües de las poblaciones circundantes y la agricultura.
Es muy obvio que a los izquierdistas antimineros de la “marcha por el agua” solo les interesa atacar a la minería moderna, la que paga impuestos, da empleos formales y bien remunerados, que proporciona mucho más agua de la que usa y que ha sido el principal motor del crecimiento económico de la última década.
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