La comunidad Asháninka Puerto Esperanza tenía el sueño de obtener ingresos por el uso de sus bosques sin entrar en relaciones inequitativas con negociantes de la madera, que son comunes en la Amazonía.
Años atrás intentó el manejo a pequeña escala y, aunque aprendió mucho en el proceso, los ingresos fueron escasos. Además, se evidenció la debilidad organizativa interna para manejar negocios e ingresos comunales.
Así, con el apoyo de la Unión Europea a través del Proyecto «Amazonía Viva» ejecutado por WWF Peru, desde el año 2011, Puerto Esperanza apostó por el manejo a gran escala y por buscar alianzas con un sector hasta entonces visto con desconfianza: los empresarios madereros.
Para hacerlo, la comunidad mejoró sus capacidades de controlar las operaciones y las negociaciones, a través de un equipo de monitores sociales, ambientales y administrativos. Y reforzó su articulación con su Federación (la Feconapa), que le acompañó y oriento en las negociaciones.
Asimismo, la comunidad se aseguró de que los ingresos contribuyan al bienestar colectivo, y para esto diseñó de antemano un plan de inversión en necesidades comunales (salud, educación, transporte, equipamiento) y de asignación de fondos para cada familia en la comunidad.
Finalmente, pensando en la sostenibilidad de sus bosques, la comunidad Puerto Esperanza apostó por la certificación forestal del FSC (Forest Stewardship Council).
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