Los ecosistemas más pequeños de Colombia en extensión territorial, guardan un tesoro más valioso que El Dorado. Todos hablan de esta riqueza y está comprobado que sin él no hay vida. Se trata del agua.
En Colombia, 4 millones de hectáreas (3.5% del territorio nacional), son consideradas de alta montaña. De ellas, el 70% son páramos y se reconocen como ecosistemas estratégicos de donde proviene el 70% del agua para uso doméstico, agricultura e industria.
Los páramos son ecosistemas frágiles que se desarrollan por encima del área del bosque y tienen su límite en las nieves perpetuas. En los Andes, los páramos se encuentran desde la cordillera de Mérida, en Venezuela, atravesando las cadenas montañosas de Colombia y Ecuador hasta la depresión de Huancabamba, en el Perú. Los páramos actúan como esponjas al absorber el agua de lluvia y el deshielo y son claves para la biodiversidad, así como para la disponibilidad, almacenamiento y regulación del agua.
Aunque existen pocos estudios concluyentes sobre el impacto del cambio climático en los páramos colombianos y sus consecuencias en la regulación del recurso hídrico y su disponibilidad, expertos y comunidades que trabajan y viven en estos ecosistemas saben que las consecuencias son una realidad.
“Lo que más nos afecta es la variabilidad climática. La sucesión rápida de cambios climatológicos. Ya no vemos claro los periodos grandes de invierno y verano. Las temperaturas nocturnas ahora son más frías y las máximas diurnas más calientes, afectando el rendimiento hídrico porque hay más evapotranspiración”, explicó a Noticias Aliadas David Díaz, director de la Corporación Semillas de Agua, organización ambientalista con 26 años de trayectoria.
Para el geógrafo Carlos Sarmiento, consultor del proyecto GEF (Fondo Global para el Medio Ambiente) Alta Montaña de Conservación Internacional, los efectos del cambio climático están teniendo un fuerte impacto en los sistemas de producción de algunos sectores campesinos, como los de la papa, que buscan nuevas tierras para cultivar, aumentado la presión sobre los páramos.
Por esto, y teniendo en cuenta además el conocimiento ancestral de las comunidades habitantes de estos ecosistemas, es fundamental unir esfuerzos en los proyectos de adaptación al cambio climático.
Según varios expertos, el desarrollo legislativo en la última década en materia de páramos tuvo una visión proteccionista, al concebir estos ecosistemas libres de toda actividad humana, cerrando la posibilidad de trabajo con las comunidades, situación subsanada en nuevas reglamentaciones expedidas el año pasado y entendiendo que las alternativas legales para las comunidades rurales tienen que ser más realistas.
Protección de los recursos hídricos
Sin embargo, esos años de endurecimiento de la ley sirvieron de alerta a los campesinos y habitantes de los páramos, quienes fortalecieron sus procesos organizativos, como una manera de defender su presencia en esos ecosistemas y en varias partes del país están trabajando para adaptarse a las nuevas realidades climáticas.
Es el caso de la Asociación de Mujeres del Municipio de Sesquile (AMUSES), en el céntrico departamento de Cundinamarca. Dentro de un proyecto impulsado por Conservación Internacional están desarrollando una iniciativa de adaptación al cambio climático en la microcuenca del río San Francisco, como una manera de protección del recurso hídrico.
“A través del proyecto trabajamos en la concientización, cuidar lo que tenemos y mejorarlo, y a cambio de eso estamos elevando nuestra calidad de vida. Recibimos un conocimiento y fortalecemos el núcleo familiar porque participa toda la familia, y con ella, la comunidad”, explicó Juanita Rodríguez, representante de AMUSES.
El involucramiento en el proyecto de alrededor de 50 familias de la región busca además el fortalecimiento organizativo, empoderar a las comunidades, reforzar los liderazgos y consolidar procesos sociales, aspectos claves a la hora de enfrentar los retos a las nuevas realidades del planeta.
La siembra de árboles es para muchos expertos la “tecnología más eficiente” porque hacen barreras efectivas para controlar el viento, que, unido a la temperatura, son los principales factores secantes de los suelos. Con ellos se reduce la evapotranspiración del agua y con ellos se aumenta la oferta hídrica.
La calidad de vida de los habitantes de los ecosistemas de páramo y alta montaña es otro aspecto a tener en cuenta. Por esto, la Corporación Semillas de Agua promueve los “mecanismos de compensación”, un proyecto que ya está viendo la luz en el Parque Natural Regional Anaime-Chilí, creado en diciembre de 2017 en el departamento del Tolima, en el centro-oeste del país, como un mecanismo para conservar casi 13,000 Ha de páramo.
La idea es entregar a los campesinos incentivos económicos permanentes para que sustituyan sus actividades productivas por la conservación de los terrenos. A cambio, tienen que mostrar de manera verificable que están cuidando el páramo. Los aportes no estarán representados en dinero, pero sí en planes de gestión, asesoría técnica, mejoramiento de la vivienda y acceso a proyectos de educación.
Para hacer realidad este objetivo, la junta directiva del parque aprobó que el 30% de los recursos que se reciben por la tasa de uso del agua por parte de los empresarios arroceros, se destinen al “mecanismo de conservación”.
“No es una limosna, es una compensación legitima, porque la conservación tiene que ser un buen negocio. Si en las ciudades pagamos la gaseosa, la cuenta del agua, el lavado de ropa, ¿por qué nos olvidamos de ese campesino del páramo? Solamente cuando logremos que los habitantes de alta montaña, que son los responsables de la conservación, vivan bien, van a hacer sostenibles esos recursos, y toda la sociedad debería trabajar por ese objetivo”, señaló Díaz, quien agregó que experiencias similares se están llevando a cabo en otras partes del país.
Menores impactos sobre los páramos
En el occidental departamento del Valle del Cauca, en el páramo de Las Hermosas, la Asociación de Agricultores y Ganaderos de La Nevera (ASOAGRIGAN) adelanta acciones para que sus sistemas productivos generen menos impacto sobre los ecosistemas de páramo y bosque alto andino, centrados en la eficiencia de las áreas productivas que ya existen durante décadas, logrando, entre otras cosas, ampliar la frontera agrícola.
“Esto se logra con cambios tecnológicos, como la introducción de paneles solares y cercas eléctricas para un manejo más eficiente de la rotación del ganado. El esfuerzo está en aumentar la capacidad de carga del pastoreo en la alta montaña, necesitar áreas más pequeñas y liberan tierras para la conservación”, aseguró a Noticias Aliadas Andrés Ospina, integrante de ASOAGRIGAN.
En otro sector de Las Hermosas, a finales del año pasado se declaró el Distrito Regional de Manejo Integrado en los páramos Las Domínguez, Pan de Azúcar y Valle Bonito, un trío de ecosistemas donde se espera restaurar la fauna y las fuentes de producción de agua. Se está buscando además reducir las presiones cambiando los sistemas de producción tradicionales e implementando alternativas como el turismo de naturaleza que provea de recursos sostenibles a las comunidades que lo habitan.
En el departamento de Boyacá, en los municipios de Monguí y Gámeza, SWISSAID, organización de cooperación suiza, trabaja con comunidades campesinas con alto nivel de vulnerabilidad.
A través del proyecto “Montañas Vivas” se está realizando la restauración de las áreas de páramo, por medio de la caracterización de las fuentes de agua, su aislamiento y descontaminación. Además, sembrando en los bordes de las quebradas, como barreras y cercas vivas, haciendo aislamiento y conectando corredores biológicos. A esto se suma la conformación de viveros comunitarios de alta montaña.
“Se trabaja con los campesinos para que adopten una mirada territorial de su región, más allá de los intereses de sus fincas”, dijo a Noticias Aliadas Rubén García, coordinador para la región Andina de SWISSAID.
Marcela Galvis, coordinadora del proyecto Páramos del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, financiado por Unión Europea, resaltó que en la conservación de los ecosistemas de páramo y con ella la provisión del recurso hídrico el reto es la reconversión productiva.
“Estamos trabajamos para que las comunidades vayan migrando a mejores prácticas, se tiene que valorar la agricultura de conservación, a cuyos productos se les debe reconocer un precio más alto que a los cosechados de manera convencional. Los ciudadanos deben solidarizarse con los habitantes de páramos”.
Fuente:
Jenny González Camacho desde Bogotá / Noticias Aliadas