El Comercio. Cerca del bicentenario republicano no estamos lejos de la sociedad colonial y contamos con pueblos sometidos. Esta es la base de la compleja sociedad peruana. El Estado recién está por consolidar sus fronteras, sus elementos –pueblo y sistema de gobierno– han crecido y diversificado.
La soberanía resulta esencial para un mejor destino y posición en la mundialización, pero no interesa al bloque de actores políticos que buscan consolidar su hegemonía a través del control de la prensa, la institucionalidad, el crecimiento económico con desigualdad y la insostenibilidad ambiental y de recursos naturales, aunque en parte hagan planteamientos verdes. La propensión a la exclusión y la violencia que socava las bases de los derechos humanos y su realización es esencial a su “modelo”.
La concertación gubernamental de Gana Perú encontrará natural desconfianza para la transferencia institucional de la red interna y externa del Poder Ejecutivo.
Deberá iniciarse con no menos de 350 personas con experiencia y probada capacidad de gestión pública y nexos con prensa, empresas e instituciones privadas, universidades, organizaciones populares, asociaciones civiles, cooperación internacional multilateral y bilateral y un excelente dispositivo de información estratégica, táctica y operacional en los campos en que le tocará actuar.
Al propio tiempo el presidente deberá mantener una movilización social, como dice Amitai Etzioni, para la participación ciudadana y la efectividad de las decisiones de cambio.
Deberá gobernar y administrar inmediatamente el sistema de economía y finanzas. Lograr no solo cuentas claras y correctas sino dinero disponible para el gasto y la inversión pública en los tres niveles de gobierno, porque parte importante quizá decisiva de la satisfacción de necesidades y de expectativas crecientes e insatisfechas está en el lugar donde vive y lucha la gente, en sus provincias, cuencas y departamentos.
Además en costa, sierra y Amazonía le esperan agendas conflictivas y proyectos de inversión por consolidar, desechando ideas de proyecto sin base ni propósito nacional aunque hayan sido acordadas con países amigos quienes precisamente por amigos no pueden exigir que el nuevo gobierno vaya contra los peruanos y su patrimonio territorial.
Solo puede ocurrírseme que se implemente uno o más grupos de tarea para hacer que se haga muy bien e inmediatamente la ejecución de proyectos y de presupuestos públicos, de asociaciones público-privadas diversas y del diálogo con las organizaciones que participan en política cotidiana. Téngase presente que los reclamos serán dirigidos a los gobiernos municipales y regionales, muchos de ellos aliados o amigos de dicha concertación y al presidente.
A la vez se requerirá una efectiva planificación: es insostenible continuar con cientos y miles de proyectos sin orden ni concierto. Urge ir ordenándolos, jerarquizándolos y haciéndolos en un marco con unidad de doctrina y metodología armonizados con el Acuerdo Nacional.
Es más que urgente definir lineamientos y directrices de economía sobre las interrelaciones entre minería, agricultura, pesca, agua, hidrocarburos, energía, entre extracción y transformación: el país no puede continuar viviendo entre apologetas y extremistas neoliberales o antiextractivistas por principio y definición.
Las transferencias y la definición de responsabilidades en los servicios de Defensa, Interior y Relaciones Exteriores que tienen menor visibilidad tienen igual importancia. Algo parecido ocurrirá en los sectores sociales y en particular en el complejizado ámbito de ambiente y los recursos naturales.
Todo eso tropieza con presiones desde afuera, desde arriba y desde abajo: los maximalistas creyentes y operadores del “modelo”; de rentas ilegales, de corrupción y de seguridad de ganancias del capital por sobre el Perú y los peruanos. Los maximalistas que no han sabido hacer otra cosa que el discurso y la práctica del “no”, los que buscan el beneficio particular que es inherente a la cultura del asistencialismo privado y del Estado.
No menos importante es la demanda por puestos y encargos que ocurre en todas partes del mundo y aquí también. De un presidencialismo omnipresente hay que pasar a una nueva “alta dirección” del Estado para la participación ciudadana en la seguridad integral, la defensa y el crecimiento con inclusión, para el mejoramiento científico técnico y competitividad sistémica.
Un Perú mejor que el “modelo” que sus beneficiarios quieren perpetuar.
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