A la imbatible coca le ha salido una competencia de cuidado. Y esta guerra no es una tormenta en un vaso de agua sino una batalla en una taza de expresso. La hoja, devoradora de cultivos alternativos y agente deforestador de singular impacto, se pelea las hectáreas del Huallaga con el café. A continuación la nota completa publicada por la revista Caretas y que recibió un premio del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur).
Desde hace poco más de un año se advertía de los buenos precios alcanzados por ex cocaleros devenidos en cuidadosos cultivadores de café orgánico. Ahora los hectareajes comparados por el economista Dennis Pereyra ayudan a socavar el mito de la coca imbatible. Allí, y también en el cacao, yace la experiencia más efectiva de cultivos alternativos.
Pereyra ya había llamado la atención sobre el correlato entre coca, deforestación y el consecuente impacto en los últimos desastres naturales (CARETAS 2017). Según el seguimiento para todo el país, el café ha pasado a ocupar alrededor de 60 mil hectáreas en 1989 a más de 120 mil en el 2006, que es una cantidad similar a la del cacao (ver cuadros). Inversamente proporcional resulta la curva de la coca, que comenzó en ese mismo año con más de 120 mil hectáreas y hoy se encuentra estacionada en alrededor de 50 mil.
La competencia es más clara al ser enfocada en una zona de alta sensibilidad como la del Huallaga. Ambos cultivos, también en 1989, salen de la línea de partida en circunstancias semejantes: alrededor de 30 mil hectáreas cada uno. Pero luego del pico de 1993 vio un descenso casi permanente que, luego de un ligero rebote, parece estabilizarse cerca de las 17 mil hectáreas.
La historia de los cafetales muestra líneas más rectas y exitosas. La bajada se detuvo en 1993, justo con el auge cocalero, y el punto bajo de las 15 mil hectáreas. A partir de allí se inicia una lenta cuesta arriba que culmina con las más de 45 mil hectáreas de la actualidad, casi el triple de la coca cultivada actualmente en el Huallaga.
El último año, sin embargo, no fue tan próspero en términos nacionales. La producción de café cayó en un 32% y solo se pudieron exportar 3.7 millones de quintales. La Junta Nacional de Café calculó que la exportación de ese producto este año superará los US$ 600 millones y los 5.4 millones de quintales.
Guido Villa Loayza de la Cooperativa Agraria Industrial Naranjillo explica que el sube y baja se debe, en parte, a la naturaleza bianual del cultivo de café. Naranjillo, que concentra sus cultivos en regiones de predominancia cocalera como Huánuco, San Martín y Ucayali, se enfrenta al cultivo de la coca con las mejores armas. “Producimos un café con certificación orgánica y de comercio justo”, sostiene. La última es expedida por Flo-Fairtrade, la certificadora basada en Londres que representa al movimiento mundial impulsador del comercio solidario entre los consumidores del norte y los productores del sur.
Ello garantiza un mínimo de US$ 155 por quintal. El 19 de marzo último, por ejemplo, el café se cotizaba a unos US$ 130. Solo cuatro días antes marcaba US$ 150. Hace un año el quintal no superaba los US$ 120. Tal colchón de seguridad, continúa Villa, “nos permite trabajar con presupuestos y programar charlas de capacitación”. Más aún, los mejores granos salidos del Huallaga se cotizan con precios que superan los US$ 550.
Si bien de las curvas presentadas en estas páginas se deduce una migración de la coca al café, Villa no deja de advertir de los desastres que la coca produce en las tierras. “Quedan bastante gastadas”, reconoce, “y la producción orgánica establece etapas y proyectos. Dentro de las primeras se contempla una transición donde el agricultor va haciendo labores para recuperar sus tierras”. Ese proceso, advierte, toma por lo menos tres años.
En Naranjillo también apostaron fuerte por el cacao en las zonas cocaleras. “Se ha posicionado muy bien y sobrepasa el precio establecido en Nueva York”. Además, a diferencia del mercado cafetero cada vez más exigente, “con el cacao es más fácil y no exigen los mismos niveles de calidad”. Los teléfonos repiquetean sin cesar con llamadas de compradores extranjeros que solicitan más y más stock. “Acopiamos un millón de kilos en el 2004 y en el 2007 llegamos al millón ochocientos mil”. Villa calcula que este año se superará por mucho esa cifra.
Los alentadores resultados tienen su revés. En promedio, la coca utiliza 225 jornales por hectárea. El cacao (65) y el café (120) demandan mucho menos jornales para la misma extensión. Villa reconoce que la coca “paga al momento” y esos sueldos siguen siendo muy superiores. El economista Pereyra cifra en S/.12 el jornal promedio de cultivos lícitos en el Huallaga. La coca ilícita paga S/.30 por jornal. Y ni qué decir de quienes trabajan en la elaboración de cocaína (S/.50). La construcción de obras públicas va por los S/.25 y la coca legal, comprada por Enaco, paga S/.20.
No todos tienen la fortuna de encontrarse en las filas de Naranjillo. En promedio, la coca ilegal le paga S/.9.48 soles por kilo al productor. El kilo de cacao en el Huallaga ronda los S/.6 y el café los S/.4.70. Los demás productos –maíz, frejol, palmito- van mucho más abajo en la tabla.
El ministro Ismael Benavides reconoció que el programa Sierra Exportadora sigue siendo apenas un “bonito membrete”. Pero a luchas selváticas como la descrita, que se opone a las deficiencias en la infraestructura y el insuficiente financiamiento, solo les falta un buen empujón.