Los ecosistemas modificados por el ser humano tienen más huéspedes de enfermedades de transmisión de animales a personas, si se compara con los hábitats inalterados, según un estudio publicado en Nature. Los investigadores resaltan la necesidad de vigilar los ecosistemas agrícolas, ganaderos y urbanos.
La transformación mundial del entorno natural para uso agrícola, ganadero o urbano ha alterado el equilibrio de las comunidades de animales salvajes. Un estudio liderado por varias instituciones británicas ha demostrado que las especies que transportan enfermedades zoonóticas, conocidas por infectar a los seres humanos, se benefician de estos cambios en el uso de la tierra.
“Es difícil saber si el riesgo de este tipo de dolencias es más alto ahora que en el pasado. Sin embargo, en este momento hay muchos factores que aumentan la probabilidad de que los brotes de enfermedadesaisladas se conviertan en epidemias importantes. Por ejemplo, el mundo está mucho más conectado por carretera y por aire que nunca, por lo que es fácil que las enfermedades se propaguen más rápidamente a zonas más densamente pobladas”, afirmó a SINC Rory Gibb, coautor del estudio y científico del Centro de Investigación en Biodiversidad y Medio Ambiente del University College de Londres.
Para el estudio, los investigadores accedieron a Predicts, una base de datos que recopila información de especies locales de cientos de estudios sobre las comunidades ecológicas, a lo largo de gradientes de perturbación del paisaje, desde la vegetación natural hasta los ecosistemas agrícolas y urbanos. El equipo utilizó 6801 localizaciones en todo el mundo para analizar cómo se transforman las poblaciones y comunidades de especies anfitrionas zoonóticas, en promedio, a medida que los paisajes cambian de la vegetación natural, a los ecosistemas agrícolas, de pastos y urbanos.
“Encontramos que, bajo intensidades cada vez mayores de uso de la tierra por parte del ser humano, las comunidades ecológicas se desplazan hasta estar cada vez más dominadas por especies anfitrionas zoonóticas, particularmente en hábitats secundarios (recuperados), administrados (agrícolas y de plantación) y urbanos”, recalcó Gibb.
El trabajo, que se publica en la revista Nature, puede servir de ayuda para prevenir futuros contagios de enfermedades originadas por huéspedes de animales. “Hay algunas pruebas de que las nuevas zoonosis [patógenos nuevos y antes no descubiertos] están surgiendo a un ritmo cada vez mayor y que esto puede deberse al aumento de las tasas de impactos impulsados por el hombre en el medioambiente y la biodiversidad”, afirmó el coautor.
Pero, agregó, “esta tendencia es difícil de medir de manera concluyente. Sin duda, el uso de diagnósticos mejorados y nuevas tecnologías genómicas nos ayudarán a avanzar en la detección de nuevas enfermedades”. No obstante, estas respuestas dependen de la agrupación de algunas especies en particular: roedores, aves paseriformes y murciélagos muestran una divergencia particularmente clara y fuerte entre las especies anfitrionas y no anfitrionas, mientras que en carnívoros y primates no se detecta, según el estudio.
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