IDL-Reporteros. De cómo un grupo de valientes marinos, un fiscal todoterreno y este periodista, navegando a la caza de una draga fugitiva, capturaron a la más grande de todas y en el proceso terminaron donde menos pensaban encontrarse.
Domingo 20 de febrero, 7 a.m. Llevamos más de una hora de navegación río abajo desde el lugar en el que la noche y la amenaza de palizadas nos obligó a pernoctar. Queda muy poco más que el combustible necesario para las dos horas y media o tres que tomará la navegación de retorno a Puerto Maldonado.
– ¡Mira, mira eso! – exclama uno de los FOES, señalando hacia la ribera izquierda del ancho río Madre de Dios.
La lancha de acero, propulsada por dos motores Johnson fuera de borda de 200 caballos de fuerza cada uno, navega tan rápido que cuando el capitán de corbeta Roberto Hinojosa ordena parar, la masiva draga ya ha quedado atrás.
– ¿Es esta la draga que seguimos? – les pregunto a los FOES, cuyo nivel de alerta aparece totalmente focalizado de un segundo al otro.
– No –me responde uno –. Esta es mucho más grande.
– ¿Más grande que la ‘Elizabeth’? –. Es el nombre de la draga que ese mismo grupo había capturado y hundido el día anterior.
– Más grande, mucho más grande –contestan.
El comandante Hinojosa (en la Marina se llama ‘comandante’ indistintamente a los capitanes de corbeta, fragata y navío), examina con binoculares a la draga. El teniente primero Burneo, de la dirección de Capitanías y Guardacostas, hace lo propio.
– ¡Estos le han puesto la bandera boliviana! – exclama.
En efecto, una pequeña bandera boliviana flamea en el punto más alto de la masiva estructura.
En la lancha, de compacto espacio, los comandos navales de la Fuerza de Operaciones Especiales (FOES), se aprestan, con pocos y rápidos movimientos, a la acción. Los pasamontañas de tela cubren el rostro, se calzan el casco de combate y convergen en rápida fila de a dos hacia la proa.
Hinojosa imparte indicaciones breves. Cada pareja de comandos recibe instrucciones de despliegue. Es, evidentemente, solo un repaso sumario de maniobras practicadas cientos de veces por el mismo grupo.
El fiscal Aldo Cairo, de la Fiscalía contra el crimen organizado, se calza un chaleco antibalas negro con las palabras “Ministerio Público” escritas en tipografía inconfundible. Adelante, los FOES rastrillan los fusiles FN 2000, de 5.56 mm. Ahora están con bala en boca. No se siente la inundación de adrenalina común en quienes se aprestan al peligro. Se los ve muy alertas, todo el grupo como un resorte comprimido, concentrados pero a la vez tranquilos.
Hinojosa culmina el breve repaso de instrucciones. Cada pareja de comandos conoce su misión en el abordaje. El día anterior, en el briefing al salir de Puerto Maldonado, Hinojosa ha repetido las instrucciones operativas: las dragas deben ser capturadas con rapidez y con una demostración de abrumadora superioridad de fuerza. Eso para disuadir cualquier resistencia.
Pero la fuerza, recalcó, debe aplicarse en forma estrictamente proporcional a la oposición que se encuentre. Solo se empleará las armas de fuego si se es atacado con medios letales. De otro modo, se tratará de controlar la situación a través de una serie de gradaciones del empleo de la fuerza, que empiezan con claras órdenes verbales. Pero hay que estar preparados. Donde hay oro, en medio de la selva, suele haber armas también y gente habituada a la violencia.
El comandante Hinojosa da la orden. El maquinista acelera y la lancha se dispara, con los comandos listos para el abordaje, cortando distancia hacia la maciza e inmóvil draga, donde lo único que se ve moverse es la pequeña bandera boliviana flameando incongruentemente al viento sobre la sólida estructura flotante de extracción y depredación.