Mons. Sérgio Eduardo Castriani, actual arzobispo de Manaos, conoce bien la Amazonia. Nacido en 1954 en Regente Feijó (estado de São Paulo), comenzó su labor pastoral en 1979 en Feijó, Acre, estado brasileño que limita con Perú y Bolivia, donde trabajó durante mucho tiempo con el pueblo indígena asháninka. De Acre fue destinado al municipio de Tefé, estado de Amazonas, donde tuvo la oportunidad de conocer a muchos otros grupos étnicos: mayorunas (matsés), miranhas, cocamas, kambebas, kanamaris, kulina, katukinas, tikuna. Tras ser nombrado obispo en 1998, permaneció en Tefé hasta el 2012, cuando fue promovido a arzobispo de Manaos, metrópolis amazónica que hoy tiene más de 2 millones de habitantes y está en continua y rápida expansión.
Paolo Moiola, colaborador de Noticias Aliadas, conversó con Mons. Catriani sobe la situación política y religiosa de Brasil, así como de los pueblos indígenas amazónicos en el marco del Sínodo Panamazónico que se llevará a cabo en octubre próximo.
Después de los primeros meses del gobierno del presidente Jair Bolsonaro, ¿es usted más pesimista o más optimista?
Soy más realista, porque se está confirmando el peor escenario. Brasil está cambiando para peor, pero nada que no se haya dicho durante la campaña electoral.
¿Por qué los brasileños eligieron a un personaje peligroso como Bolsonaro?
Con la elección de Bolsonaro el pueblo brasileño ha dado una respuesta a la crisis económica, ética y moral del país. Bolsonaro representa lo que es nuevo, así no lo sea en realidad. La gente está cansada de los políticos. El Partido de los Trabajadores (PT) tuvo sus oportunidades para hacer algo diferente. Yo personalmente participé en las dos elecciones de Lula [el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010)]. Entonces había mucha esperanza. Sin embargo, han hecho todo lo que hicieron los demás, empezando por la corrupción. Con el PT, los bancos ganaron mucho dinero. Muchos han dicho que no. Luego, en la segunda ronda del pasado octubre, muchos todavía votaron por el PT porque no querían a Bolsonaro, pero no porque quisieran al PT. Yo voté por el PT porque no podía votar por un tipo como Bolsonaro. Repugnante.
Dicho esto, también se debe admitir que mucha gente buena ha votado por él. Mi médico, por ejemplo, ha votado por él, y sin embargo es un hombre inteligente. Su argumento fue la búsqueda de lo nuevo, el hecho de que ya no quería al PT en el poder.
Siguiendo con el tema de las elecciones, las Iglesias Neopentecostales se han alineado con el nuevo presidente.
Hace ya cuatro años Bolsonaro comenzó su campaña con las iglesias pentecostales. Se trata de iglesias que tienen muchos seguidores muy fieles que obedecen al pastor. Y que llevan adelante este discurso moralista homofóbico y contra los LGBT [lesbianas, gays, bisexuales y transexuales]. Bolsonaro se decía católico, pero fue bautizado en el río Jordán por los neopentecostales [en mayo del 2016 en Israel por el pastor —además de político y empresario— Everaldo Dias Pereira, de la Iglesia Asamblea de Dios]. En cualquier caso, les hace el juego a los pentecostales, como por otra parte también hizo [la ex presidenta] Dilma Rousseff. En la inauguración de su segundo mandato [el 1 de enero del 2011], ella invitó a Edir Macedo [fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios, evangélica], ante el cual se inclinó, mientras el nuncio apostólico quedaba en segundo plano.
¿Existe una explicación para esta elección por parte de las Iglesias Evangélicas?
El poder. Y además disponen de un instrumento más. Todo el mundo quiere salud y dinero. Más y más dinero. Las Iglesias Evangélicas dan un apoyo teológico a través de la “teología de la prosperidad”. Con ella se puede justificar todo, incluso el robo y la corrupción, porque la riqueza es una bendición de Dios. Si sus hombres llegan al poder, para Brasil esto será un peligro muy grande. No olvidemos que el presidente tiene la posibilidad de nombrar a muchísimas personas en puestos de responsabilidad.
El Consejo Indigenista Misionero (CIMI) y la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) son dos organismos de la Iglesia Católica brasileña que hacen un trabajo extraordinario. ¿Tendrán más problemas ahora?
Sin duda alguna; primero por el discurso sobre las tierras indígenas, y segundo por la cuestión de la propiedad privada. Por otro lado, también hubo problemas con Rousseff. Recuerdo que un hombre tan pacífico como Mons. Roque Paloschi, presidente del CIMI, sufrió persecución judicial en Mato Grosso do Sul.
En todo caso, Bolsonaro se ha presentado diciendo que el CIMI y la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB) son “la parte podrida de la Iglesia Católica”. El problema es que, en este momento histórico, no sólo tenemos un presidente de este tipo, sino también un aparato judicial conservador y un congreso conservador dominado por la coalición BBB [Biblia, Buey y Bala conformada por representantes evangélicos, terratenientes y armamentistas].
Por otro lado, incluso el eslogan electoral de Bolsonaro era “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”. ¿No le parece un uso impropio de la religión?
Sí, fue un uso instrumental de la fe afirmar que Dios está con él, con el presidente electo. Dios le ha dado el mandato. Un discurso neopentecostal peligrosísimo porque así se puede justificar todo.
Usted es muy crítico del PT a pesar de haber votado por su candidato Fernando Haddad en las elecciones presidenciales de octubre del 2018.
Sí, es verdad que voté por Haddad, pero soy muy severo con el PT. Si leyera usted los editoriales de la revista Porantin, publicada por el CIMI, en los últimos años todos son críticos de esos gobiernos. Recuerdo que la CNBB nunca fue consultada o recibida por Rousseff.
Volvamos a hablar del medio ambiente. ¿Cómo se puede salvar la Amazonia?
La situación de la Amazonia es urgente. En los últimos 40 años he visto cambiar todo: del bosque al clima y las ciudades. Sin embargo, Brasil tiene una buena legislación ambiental. Si se aplicase, habría pocos problemas. Lamentablemente, incluso bajo los gobiernos del PT [que gobernó entre el 2003 y el 2016] —en particular durante el segundo mandato de Rousseff [2015-2016]— se anduvo mal porque se destruyó el IBAMA [Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables] y otros organismos de control.
¿Durante los gobiernos del PT se hizo algo por la Amazonia y sus habitantes?
Con la llegada de Lula a la presidencia en el 2003, las familias pobres en la Amazonia empezaron a tener dinero. Bolsa Familia [programa asistencialista que entregaba dinero a familias pobres a cambio de la obligación de enviar a los niños a la escuela y de vacunarlos] fue un instrumento importantísimo al igual que la llegada de la electricidad. Estos fueron logros del gobierno de Lula en sus primeros años. Pero después las cosas cambiaron porque vino la corrupción y, con el poder, el partido se hizo elitista. Mi ideal fue el PT de los primeros tiempos.
¿Cómo describiría la situación de los pueblos indígenas actualmente?
En 1979, cuando llegué a Acre, un ministro del Interior dijo que los indígenas desaparecerían en 10 años. Por el contrario, son la población que más ha crecido en el país. Creo que los pueblos indígenas son los pobres más organizados de Brasil y que, al mismo tiempo, son los más perseguidos precisamente porque están organizados.
¿Tiene sentido hablar de integración con la población no indígena?
La cultura indígena es completamente diferente. He conocido a muchos indígenas tanto en el interior como en la ciudad. Habitualmente, en algún momento de nuestras conversaciones, debo recordarles: “Yo no soy indio. No lo soy”. Esto es para explicar que no llego a comprender todo lo que me dicen. Pero atención, esta es una riqueza para Brasil: sería terrible perder esta diversidad. Por fortuna, los pueblos indígenas tienen una gran resistencia.
¿Son los indígenas más respetuosos con el medio ambiente?
Sí, en general. Y esto también vale para los ribeirinhos [comunidades que viven cerca de los ríos] y caboclos [mestizos indígenas con blancos]. Pero todo depende de cuánto han entrado en contacto con nosotros los blancos.
Usted ha pasado de dos ciudades pequeñas, Feijó y Tefé, a una metrópolis como Manaos. ¿Cómo viven aquí los llamados “indígenas urbanos”?
Con todos los problemas de los que viven en las periferias. Además, no son considerados indios por el gobierno, pero existe una gran resistencia cultural con un buen número de organizaciones indígenas. El prejuicio sigue siendo grande entre la población no indígena. Además, a veces incluso los que descienden de indígenas tienden a no aceptar sus orígenes.
Es bien sabido que el gobierno de Bolsonaro mira con sospecha y temor el Sínodo Panamazónico de octubre próximo. ¿Qué explicación le da?
El Sínodo es exactamente lo contrario de todo lo que el gobierno de Bolsonaro y los suyos piensan: participación popular, valorización de los pueblos originarios, preservación del medio ambiente. Se trata de conceptos cuya comprensión por ambas partes es diametralmente opuesta. Como la lectura que han hecho desde el momento de su conquista del poder: la Iglesia Católica está buscando recuperar el poder perdido en favor de las Iglesias Pentecostales y del mundo laico.
A pesar de todas las dificultades, ¿piensa que el Sínodo será un éxito?
Ya es un éxito en la medida en que ha comenzado un proceso de reflexión que ciertamente tendrá también consecuencias prácticas.
Fuente:
Paolo Moiola / Noticias Aliadas