Luego de la reducción de las cosechas de cultivos de café en Sandia (Puno) por efectos de la roya amarilla y el crecimiento acelerado del cultivo de la hoja de coca, el panorama para los caficultores es sombrío, pues no existe intención de parte de los cocaleros de disminuir la producción del ilegal cultivo que finalmente va al narcotráfico.
Como se recuerda, estos factores afectaron el cultivo de café en la provincia, cuya cosecha se redujo en año pasado en un 80% respecto del año 2013, según informó en su momento Javier Cahuapaza, gerente de la Central de Cooperativas Agrarias Cafetaleras de los Valles de Sandia (Cecovasa).
Para los productores de café de calidad de Sandia la situación es grave, lejos de los años en que la mayor parte de la producción iba al mercado internacional, con ingresos de más de US$ 4 millones.
Para agravar el problema, hace un año la administración de la Empresa Nacional de la Coca (Enaco) cerró la oficina de Sandia ya que no justificaba los gastos administrativos, y se repliegó a Juliaca. En octubre de ese mismo año hay un tímido intento de retornar, se reabre la oficina, pero los productores deciden no entregar ni un solo kilo. Enaco se vuelve a retirar.
En noviembre, Perú suscribe un convenio con Bolivia para erradicar la hoja de coca en zona fronteriza, hecho que llevaría al CORAH a ingresar al valle de San Pedro de Putina Punco y San Gabán (provincia de Carabaya).
Como resultado, los cocaleros se comprometieron entregar su cosecha a través de sus comités. Lo cierto es que más allá de la entrega, no existe iniciativa de disminuir la producción.
Cabe destacar que la hoja de coca es procesada en las mismas zonas de producción, para luego ser entregada en su mayor porcentaje a los cárteles bolivianos y, en menor medida, para los uruguayos y brasileros.