Se cultivan 12 mil hectáreas de coca articuladas al narcotráfico, que procesadas se convierten, cada año, en más de 90 mil kilos de cocaína. Esta cantidad representa el 80% de todo el Alto Huallaga. Según el Ministerio de Agricultura, la coca abarca el 95% del valor bruto de la producción, es decir, casi la totalidad de su población sería proveedora del narcotráfico.
Es el único distrito de la región donde nunca se erradicó la narcococa. Sin rubor alguno, las dictaduras y las democracias se han entendido muy bien con los operadores de este negocio. Los insumos químicos utilizados en las pozas de maceración tienen una tarifa preestablecida en los puestos de control. Los servicios de inteligencia y la fuerza pública conocen las rutas y el modus operandi de cada actor, pero no se animan a bajar del cómodo balcón porque, me imagino, quieren evitar la fatiga.
En el Monzón los gobiernos de turno históricamente han claudicado frente a los intereses de la droga. Hasta ahora no se ha podido instalar ni una sola comisaría, tampoco un juez de paz y mucho menos una base antidroga.
El enfrentamiento de la semana pasada de cocaleros con policías no es un hecho aislado y mucho menos espontáneo. Forma parte de una estrategia bien montada por los operadores de la droga y de la narcococa, que comenzó hace tres semanas con la colocación de trapos rojos en todo el valle. Le siguió el ataque con cargas explosivas a un grupo de policías que regresaba después de destruir laboratorios de cocaína en el caserío de Cuyacu. Paralelamente, los dirigentes cocaleros tomaron los medios de comunicación de la zona amenazando con reeditar el ‘baguazo’ si la policía persistía en ingresar a su guarida.
Ahora que han conseguido a sus muertos, pretenderán convertirse en las víctimas y, probablemente, el Gobierno, asustado por los solícitos y preocupados reportes de inteligencia, ordene la retirada para evitar más costos sociales. Con lo que nuevamente, igual que en años anteriores, el narcotráfico habrá ganado y el Monzón seguirá siendo lo que es, una zona liberada por la cocaína donde el Gobierno Nacional es una nada.
Sin embargo, también puede ocurrir que Santa Rosa de Lima nos haga el milagro y, esta vez, sí se rompa el cerco infame construido hace cuarenta años por el narcotráfico. Las condiciones son inmejorables, ya no existe Sendero Luminoso en el Huallaga, los caudillos de la narcococa que años atrás movilizaban a miles de campesinos siguen presos, acusados de delitos muy graves. El otro sector de organizaciones cocaleras se ha aburguesado y ha perdido la confianza del campo. Los precios internacionales de los productos que podrían servir de alternativa a la coca siguen altos.
La liberación del Monzón debe empezar ahora. El próximo año será mucho más difícil porque entraremos a un escenario preelectoral. Los alcaldes y el presidente regional que van a la reelección defenderán con mayor energía y recursos la coca ilegal. Esta es una de las razones para que Huánuco, teniendo valles muy fértiles, sea la segunda región más pobre del país. No aprendió nada de su vecina San Martín, donde cuatro años de erradicación consecutiva, más los programas de desarrollo alternativo y el apoyo decidido de sus autoridades, la han convertido en la primera productora de cacao, café, palma aceitera y arroz.
Precisamente, si no se expulsa al narcotráfico del Monzón, podría poner se en grave riesgo lo avanzado en el resto del Alto Huallaga.
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