AREQUIPA. Conocido como el bosque andino más grande la región Arequipa, los queñuales forman parte de un proyecto muy ambicioso que impulsa la reforestación de las faldas del Pichu Pichu, uno de los tres volcanes ubicados en la ciudad de Arequipa.
Ubicado a 50 minutos del Centro Histórico de Arequipa, este proyecto busca asegurar la regulación hídrica a través de la reforestación, impulsando la plantación de 19 mil plantines de queñuales en una extensión de 173 hectáreas. Con ello se busca recuperar este ecosistema de la zona y promover la conservación del bosque de queñual en beneficio de las actividades productivas.
Actualmente, el proyecto es evaluado por el Gobierno Regional de Arequipa para su aprobación y de hacerse efectivo beneficiaría a unos 324 562 habitantes de los distritos de Characato, Pocsi, Polobaya y San Juan de Tarucani, situados en la provincia de Arequipa.
Frente a la tala indiscriminada y la quema de bosques, la siembra de los queñuales permitirá la captura de agua del medio ambiente. “Los árboles captan agua de la lluvia y de las nieblas y luego mejoran la infiltración hacia el suelo, lo que permite la conformación de riachuelos y manantiales que benefician a las partes bajas de Chiguata y Characato, dos de los distritos ubicados en la zona colindante al bosque”, dijo el biólogo Carlos Santos en el Simposio mundial “Las Montañas, nuestro futuro”.
Paralelamente a ello, el Gobierno Regional de Arequipa trabaja a través de la Gerencia Regional de Comercio Exterior, Turismo y Artesanía (Gercetur), en coordinación con la Autoridad Regional Ambiental de Arequipa (Arma), la planificación y promoción para el aprovechamiento sostenible de los bosques a través del turismo sostenible, para lo cual se ha formulado el Plan de Uso Turístico del Bosque de Pichu Pichu. Este instrumento permitirá al bosque ser considerado para el sector turismo y así generar ingresos a la población de los distritos colindantes con el bosque.
Como cierre del Simposio Internacional 2022 “Las Montañas, Nuestro Futuro”, organizado por el Inaigem, con el apoyo del Proyecto “Infraestructura Natural para la Seguridad Hídrica” – INSH, liderado por Forest Trends y Condesan; varios investigadores, científicos y público ascendieron hasta las faldas del volcán Pichu Pichu para ver los bosques de queñuales, donde se está gestando el proyecto para mejorar la capacidad de regulación hídrica a través de la reforestación en esta zona.
Hacia una seguridad hídrica mundial
Durante este evento, al cual asistieron más de 90 destacados investigadores, la comunidad científica compartió las experiencias y evidencias científicas para garantizar la seguridad hídrica a nivel mundial. Marisel Allende Barchi, especialista en gestión de proyectos de la oficina de Medio Ambiente de Usaid, sostuvo que la importancia del simposio es que difundió recientes investigaciones científicas a los funcionarios públicos para gestionar un cambio de políticas que protejan la seguridad hídrica y las infraestructuras naturales en un contexto de progresiva inseguridad hídrica, cambio climático y crecimiento poblacional que se registra en el mundo entero.
Además, felicitó la revalorización de las técnicas y conocimientos ancestrales que aún se mantienen vivas en las comunidades altoandinas y que permiten la supervivencia de las fuentes de agua que benefician a sus poblaciones y a las que viven en cuencas cercanas. La representante de USAID detalló que la misión que tienen es contar con un mundo con seguridad hídrica donde las personas y naciones estén saludables y cuenten con economías prósperas y resilientes.
Siembra y cosecha de agua
Entre las investigaciones presentadas en el evento destaca el “Monitoreo integral de Siembra y Cosecha de agua en San Andrés de Tupicocha”, liderado por el Consorcio para el Desarrollo Sostenible de la Ecorregión Andina (Condesan). Vivien Bonnesoeur, investigador de Condesan. El refirió que esta práctica es impulsada por los propios comuneros que están muy comprometidos con la protección de los ecosistemas y de su territorio, donde principalmente viven de la actividad agrícola.
Añadió que la gestión adecuada del agua está en manos de la comunidad campesina, la comisión de regantes y la junta de saneamiento, que impulsan la práctica ancestral que consiste en la infiltración de agua de lluvia en el subsuelo (siembra) para poder recuperarla tiempo después (cosecharla) en manantiales durante la época de estiaje. “Esto se realiza a través de la construcción de zanjas de infiltración, cochas, conservación y recuperación de praderas, así como la reforestación”, afirmó.
Uno de los principales resultados tras realizar la evaluación en el 2021, fue que la comunidad de San Andrés de Tupicocha (cuenca alta de Lurín) percibía que el mantenimiento de las cochas y reservorios les demandaba un menor esfuerzo y les brinda mayores beneficios hídricos a comparación de otros sistemas o infraestructuras que también sirven para el aseguramiento del agua, como las Amunas, canales ancestrales para filtrar el agua cuyo mantenimiento requiere mayor apoyo de parte del Estado.