Cuando ya no quede más área verde en las ciudades, la opción será pintar. Por lo menos esa fue la alternativa en El Agustino, un distrito en el norte de Lima inundado de ruido, plagado de basura y más gris de lo normal dentro de esta ciudad gris, en la que no llueve y en la que raras veces se asoma el sol.
Eso no quiere decir talar, pero sí buscar alternativas que, como los árboles, sirvan de máquinas que capturan carbono en ciudades con poca cobertura vegetal. De acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud, la capital del Perú es la ciudad más contaminada de Latinoamérica. Y El Agustino es su distrito más polucionado.
En este contexto, la Asociación Aire (Arte, Innovación, Responsabilidad y Ecología) descubrió la forma de darle color a la ciudad y cambiarles la cara a sus habitantes. El objetivo era claro: mejorar la calidad de vida de los limeños. “Descubrí que había revestimientos fotocatalíticos inteligentes en Manila, que es la tercera ciudad más contaminada del mundo, que lo aplicaban en cementos en Dubái y que en Madrid lo usaban en pavimentos”, cuenta Mathieu Reumaux, gerente de la Asociación.
Pero, ¿qué es el revestimiento fotocatalítico? Como lo explica este francés, radicado en Lima desde hace algunos años, es una fotosíntesis que hace el asfalto. “Es una pintura que funciona como una planta que es capaz de destruir la contaminación”, dice.
Las plantas tienen la capacidad de transformar el dióxido de carbono (CO2) en oxígeno (O2). La fotocatálisis es un proceso similar que, en presencia de radiación solar, reduce los compuestos presentes en la contaminación urbana, a partir de una molécula llamada dióxido de titanio (TiO2).
La cifra es que un m² pintado filtra la misma cantidad de smog que un árbol adulto. Entonces, en este muro, en el que se asoman las caras de cinco niños, estarían sembrados 250 árboles. “Se ha sembrado pintando. Igual hay que cuidar el Amazonas, porque la pintura no los va a reemplazar, pero es una alternativa en una ciudad en donde no hay parques. Entonces, ¿qué nos queda? Los malditos edificios”, remata Reumaux.
Este compuesto (dióxido de titanio TiO2) es catalizador. Eso significa que no se consume en la reacción. Sigue capturando indefinidamente, hasta que se vaya la pintura. La idea fue de un japonés quien, en los años sesenta y a punta de nanotecnología, descubrió sus bondades. En 1972, la revista Nature publicó un artículo sobre la fotocatálisis. Pero sólo 30 años después se dieron cuenta de que funcionaba en el asfalto sobre una base de calcio.
En Lima la idea surgió hace un año, con un componente de educación y de diseño que lo jalonaba. Con el Instituto de Arte y Diseño Toulouse Lautrec arrancó esta idea. Fernando Boluarte, coordinador académico, contó que se planteó el curso electivo de publicidad social a cargo del profesor Ricardo Mares, primer peruano ganador del Grand Prix de Cannes, en 2014, por la campaña de Coca Cola “DNI Feliz”, que buscaba darles un vuelco a las identificaciones de los peruanos y lograr que en sus fotos sonrieran. Pero esa es otra historia.
El primer paso fue a mediados de septiembre. Visitaron la zona con los 20 alumnos del curso, observaron el lugar tratando de detectar todas las problemáticas posibles y pidieron la opinión sobre la idea de pintar un mural. “Divididos en cinco equipos, los alumnos prepararon propuestas. La idea ganadora, que ahora vemos materializada, buscó crear conciencia en la población, incidiendo no sólo en el tema de la calidad del aire, sino también en los problemas particulares del lugar”, comentó Boluarte.
Para ello, se tradujo el mensaje al lenguaje de los niños del distrito, del colegio Húsares de Junín, quienes con sus palabras y su letra lanzaron los mensajes “Llegamos a la conclusión de que debíamos hacerlo de manera integral. Algo abstracto lo dañaría, porque no representa nada para ellos”, aseguró Boluarte.
Miguel Ángel Cancharí, estudiante de diseño, concuerda con lo anterior porque aquí el lenguaje sencillo cobraba mucho poder. “Se trataba de pequeñas protestas que se manifestaban en un léxico infantil”.
La ejecución del mural duró un día. La técnica utilizada fue el estarcido (muy parecida al stencil), que se imprime en grandes formatos de papel. Las mediciones de captura de carbono se hacen a través de tubos pasivos que se dejan durante 30 días e indican la composición del aire. También, pueden medirse con estaciones automáticas (un poco más costosas y más precisas), que revelan su calidad al instante.
En Manila, Filipinas ya van 8.000 m² pintados. En Lima, Perú, apenas 250 m². Sin embargo, en palabras de Felipe Cortázar, director del Instituto Toulouse Lautrec, “es un proyecto potente atravesado por tres variables: la educativa, la de producción social y el cuidado medioambiental”. Sin duda, la opción perfecta para cambiarle el aire a la ciudad y hacerle una diálisis urbana a una Lima que está enferma de contaminación.
Fuente: El Espectador, mbaena@elespectador.com