Amenazas en la aorta

El último atentado de Sendero en Kiteni, que destruyó tres helicópteros que servían para dar mantenimiento al gasoducto de Camisea, es una muestra más de cómo las columnas armadas que sobrevivieron la década de 1990 hace tiempo que han dejado de ser un fenómeno periférico y sin posibilidades reales de asestar algún golpe desestabilizador de verdaderos alcances nacionales. El gasoducto es un equivalente bastante cercano a una arteria aorta nacional y a lo largo de esa aorta ha venido paseándose y concentrando sus ataques con cada vez mayor asiduidad el terrorismo.

Lo de la aorta es menos exagerado de lo que podría pensarse. Con el gas de Camisea ya se generan hoy 2.000 megavatios de electricidad: ni más ni menos que el 40% de la demanda nacional. Y si el secuestro de Kepashiato en abril (que, no lo olvidemos, también fue sufrido por trabajadores de Camisea) no hubiera suspendido indefinidamente la construcción de una planta compresora y de un ducto paralelo para transportar un 30% más de gas, los crecientes problemas de abastecimiento energético que atraviesa el país no serían una amenaza tan inminente y severa para el crecimiento. De hecho, bien vistas las cosas, solo con haber logrado esta suspensión el senderismo ya ha asestado este año –y acaso por primera vez desde hace dos décadas– un verdadero golpe desestabilizador de alcance nacional.

Así, tenemos que, debido a Sendero, esta aorta no solo es hoy más estrecha de lo que podría haber sido –y de lo que necesitamos para mover el cuerpo de nuestra creciente economía–, sino que también ha quedado, luego de este ataque, totalmente expuesta. Después de todo, al haberse suspendido el servicio aéreo y al no haber condiciones de seguridad para los trabajos de mantenimiento, cualquier falla o incidente no podrá ser reparado de manera inmediata, lo que significa que en pocas horas se podría cortar el flujo de gas a nuestras termoeléctricas. Y cuidado que estas fallas se vuelven muy probables cuando uno toma en cuenta que desde el secuestro de abril no se realiza el monitoreo físico en el tramo selvático del gasoducto, impidiéndose así que se detecten fallas en etapas tempranas para hacer trabajos preventivos. ¿Qué busca Sendero con estos atentados? Es decir, ¿forman parte de un plan para desabastecer de energía al país dentro de una estrategia político-terrorista que apunta a crear las condiciones de zozobra que faciliten la toma del poder en algún momento? ¿O se trata, más bien, de acciones que responden a las necesidades de operación del narcotráfico? Por otro lado, si es una mezcla de ambas cosas, ¿en qué medidas y con qué prioridades se da esta mezcla?

Hay muchos indicios que soportan el peso del elemento del narcotráfico. El trayecto del gasoducto forma parte de una ruta de la droga controlada por los narcosenderistas. No en vano una de las exigencias a la empresa para la liberación de los trabajadores secuestrados en abril –además de un rescate que parece haber sido pagado al menos en parte– consistió en que las fuerzas del orden no entraran a proteger los ductos. Acaso por eso, precisamente, el aeródromo de Kiteni estaba tan desprotegido la mañana de este sábado y solo luego del ataque el Gobierno ha anunciado que construirá bases en la zona.

También es una realidad que el puente aéreo del narcotráfico, esta vez hacia Brasil y Bolivia, se ha reactivado. Desde fines del 2007 han sido detectadas 12 pistas que el narcotráfico utiliza a nivel nacional. Y en el 2012, se ha sorprendido cinco pistas con narcoavionetas en tierra. ¿Acaso –como sostiene Jaime Antesana– la destrucción de esos aparatos fue una represalia porque la empresa no habría accedido al pedido de utilizar el aeródromo para las avionetas del narcotráfico?

No obstante todo esto, también hay muchos elementos en lo que se sabe de estas columnas que apuntan a que sigue vivo y protagónico el elemento ideológico.

En cualquier caso, lo claro es que tanto al narcotráfico como a un supuesto Sendero ideológico les interesa la destrucción de las inversiones formales, sea para limpiar el terreno para la producción y tránsito de la droga, sea para “agudizar las contradicciones” y provocar la caída del sistema. Y que en ese camino Sendero ha logrado poner las manos sobre una arteria crucial para el país, sin que a la fecha nuestro Estado parezca tener capacidad para adelantarse a sus movimientos o detenerlo.