Amazonía y niñez: Salud pública para proteger el derecho a jugar

LORETO.  A lo lejos se ve llegar un motokar. Es Yosi (12) quien maneja a carcajadas y a toda velocidad. Dentro del vehículo están Felicho, Loani, Chatin, Mariano, Pipi, la Gringa y otras niñas que tienen entre 4 y 13 años. Desde el puerto local pasan por la escuela y comienzan a recoger frutas de los árboles: mankua, coco, binpish, naranja, cidra. Están sin zapatos, obvio. O bueno, de ahora en adelante lo asumiremos así.

Al preguntarles si se habían caído alguna vez haciendo peripecias, Yosi dio la que sería la primera cachetada simbólica de realidad que recibí. “¿Si no me hubiese caído, entonces cómo aprendía?”, respondió. En ese momento comencé a percibir la tenaz fuerza que animaba a estos niños shipibo konibo de la comunidad nativa de Paohyán, en los límites entre las regiones Loreto y Ucayali.

A los siete años ellos están casi preparados para muchas cosas prácticas de la vida que deberán realizar hasta mayores. Por ejemplo, saben pescar, matar y cocinar lo que pescan. A los chicos les cuesta más matar que a las chicas. Los pececitos se mueven desesperadamente, intentando escapar de las manos de estos niños (que gritan y ríen) para salvar sus vidas.

Desnutrición y anemia: Dos problemas preocupantes 

La alimentación aquí no es tan variada como podríamos pensar ingenuamente. Si bien hay la cantidad de comida necesaria para todos y todas, lo que más se consume son la yuca, el plátano y el pescado. Eso sí, todo fresco, del mismo día, conseguido todas las madrugadas por quienes salen en su búsqueda.

Foto: Luciana Zunino
Foto: Luciana Zunino

 Desde Occidente llegaron el arroz, el azúcar, la sal y el aceite. Probablemente serían las amenazas más grandes a la nutrición de los niños en esta comunidad, cuyo desarrollo se ve afectado a distintos niveles. Este y otros problemas de salud pública en Paohyán -como la gestión de residuos sólidos- generan que se vean físicamente menores de lo que son.

Aquí hay desnutrición y anemia. Muchos niños desarrollan el lenguaje de manera más lenta. Sin embargo, hablan dos idiomas (shipibo y castellano) y hacen mil cosas más. Esta precaria situación debe cambiar para el pleno desarrollo de la infancia nativa amazónica. Para ello también es necesario hacer un repaso por lo que experimentan estas pequeñas vidas.

Brechas en el acceso a los servicios de salud

En una investigación llamada “Situación de salud y nutrición de niños indígenas y niños no indígenas de la Amazonia peruana” se concluye en algo que confirma y profundiza lo que pasa en Paoyhán y al parecer en casi todos los pueblos indígenas amazónicos:

Urgen “nuevos estudios cualitativos y cuantitativos que contribuyan a un conocimiento profundo de la situación sociocultural y epidemiológica, así como al diseño e implementación de programas adecuados a la realidad local”. Así refieren Adrián Díaz, Ana Arana, Rocío Vargas-Machuca y Daniel Antiporta, autores del estudio citado.

Se añade que “existen marcadas brechas entre la población indígena y la población no indígena respecto de las condiciones de vida, acceso a servicios de salud y estado nutricional de menores de 5 años. Se requiere asignar particular atención a la población indígena a fin de adecuar las modalidades de entrega de los programas y servicios que ofrece el Estado en dichos contextos”.

Los roles de género están muy establecidos aquí. Tras llegar, luego de una hora en bote, a Nueva York (zona llamada así por sus altos árboles) caminamos y nos establecimos en una parte del bosque. Los hombres se dedicaron a trabajar con machetes en espacios donde a veces siembran en plena selva. Las mujeres cocinaban el pescado para el desayuno, mientras se pintaban y arreglaban el pelo con el negro, negrísimo, huito. Los menores se divertían haciendo tareas ordenadas por hermanas y primas: cortar hojas para envolver pescado o traer agua del río.

Luego los pequeños se dedicaron a su especialidad: recolectar frutas, sobre todo mangos. Recogieron tantos que era imposible llevarlos todos. La mayoría de ellos son criados por abuelos y abuelas. Muchos han sido rechazados por sus padres o son huérfanos. Muchos tenían algún tipo de afección. Estos niños pueden recolectar cuatro mangos y regalarte hasta tres. Ellos tienen muchas ganas -si no es la necesidad, también- de dar afecto y de recibirlo.

Foto: Luciana Zunino
Foto: Luciana Zunino

 A ello se añade que son muy ágiles física y mentalmente, pues su entorno los reta constantemente. Además de ser sonrientes saben hacer más cosas que los chicos de la ciudad no podrían hacer. Ellos pescaron y mataron pececillos para luego empanizarlos, freírlos y comérselos. A las niñas fue más fácil matar peces, pero prefirieron usar los que sus mamás les dieron, cinco veces más grandes que los conseguidos por los chicos. Tras sacarles las tripas (y dárselas a los pollos) los cocinaron en una sopa. Luego fueron a abrir unos cocos para tomar agua y seguidamente meterse al río.

Hay otras investigaciones que nos aproximan a la realidad. Nos ilumina el artículo “Anemia y desnutrición en niños y adolescentes indígenas de la Amazonía peruana en contexto de exposición al plomo: un estudio transversal” de Cynthia Anticona y Miguel San Sebastian. El texto publicado en Global Health Action toma casos de niños y adolescentes de 0 a 17 años. Se concluyó que la desnutrición crónica y la anemia eran los padecimientos más frecuentes entre la infancia indígena amazónica.

Foto: Luciana Zunino
Foto: Luciana Zunino

En ese sentido, remarcamos que es importante reflexionar sobre la situación sanitaria en temas de nutrición de estos niños y niñas indígenas de nuestra Amazonía. Esto con el fin de abonar a favor de la implementación de medidas en pro de su bienestar y así puedan jugar sanos y libres para aportar al desarrollo de la comunidad que los vio nacer y crecer.

Es entonces necesario un diálogo intercultural y transversal entre la medicina y otras disciplinas e instancias para optimizar la higiene, la educación, el acceso a servicios de salud, a una adecuada dieta para su proceso de crecimiento, entre otras necesidades. De esta manera cuidar así su salud asegurará el buen desarrollo de la infancia de estos futuros ciudadanos en nuestra Amazonía.