Recientemente se presentó el último libro de Marc Dourojeanni que recoge su recorrido personal por la historia de las áreas naturales protegidas y los intentos por conservar la diversidad biológica del Perú. Sobre el significado de esta publicación y la trascendencia de la labor de Dourojeanni compartimos un texto escrito por Guillermo Reaño (“Viajeros”).
El maestro Marc Dourojeanni, sesenta años dándole duro a los problemas del Perú, es uno de los pesimistas más sensatos del parnaso intelectual de un país, el nuestro, cuyos habitantes, muchas veces, parecieran haber olvidado la ecuanimidad distraídos en hacerle mimos a la barbarie y a las intransigencias de cualquier tipo. En sus libros, 22 con éste que presenta en su alma máter, la Universidad Nacional Agraria, no hay una sola línea que haya sido escrita pensando en transigir con los lugares comunes o lanzar vivas al statu quo, esa insana costumbre nacional por no cambiar nada para que todo siga igual.
Lo suyo es apego puro y militante a la ciencia, al conocimiento científico, al estudio. También, por supuesto, a la investigación y al compromiso con la función pública y la actividad privada. Dourojeanni fue director de la Dirección General Forestal y de Fauna en la década del setenta y en 1984 uno de los fundadores de Pro Naturaleza, la muy trascendente organización conservacionista peruana. “Soy un pesimista por naturaleza”, lo oigo decir. Como muchos de sus amigos y discípulos he dejado mis quehaceres diarios para asistir a la presentación de su último trabajo, el compendio de 560 páginas “Crónica de la conservación de la biodiversidad peruana”, un detallado recorrido personal por la historia de las áreas naturales protegidas y los intentos por conservar la diversidad biológica del Perú a través del adecuado manejo de su flora y fauna.
Un libro, al decir del jefe del fondo editorial de la UNALM, José Carlos Vilcapoma, necesario para que las nuevas generaciones de molineros conozcan el destacado magisterio de uno de los más queridos y recordados catedráticos de dicha universidad.
Al maestro con cariño
Dourojeanni, responsable del primer curso de entomología forestal en la Molina, decano de la facultad de ciencias forestales antes de partir a cumplir responsabilidades profesionales en el exterior y en la actualidad distinguido profesor emérito de la vieja Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria, es uno de los fundadores, junto a Carlos Ponce, Antonio Brack y Manuel Ríos, entre otros adelantados, del conservacionismo peruano: un movimiento cuyo epicentro se encuentra precisamente en este claustro universitario que ha sido responsable de la creación, entre otras cosas, de 123 áreas naturales protegidas de carácter nacional y 162 áreas de conservación privada a lo largo de más de 28 millones de hectáreas de vida silvestre y biodiversidad. Vale decir, en cerca del 18 por ciento de la superficie terrestre el país y el 8 % de su extensión marina.
«Nada mejor que seguir luchando por mantener un ambiente rico, diverso y amigable que brinde soporte y bienestar a los peruanos de mañana”
“Conservar la biodiversidad en un país como el Perú, continúa, resulta una odisea. Aquí hay que luchar contra la indolencia, los intereses particulares, la corrupción y la falta de compromiso de la población”. De esa lucha, de esa batalla cotidiana realizada por funcionarios públicos, cooperantes internacionales, profesionales de ésta y otras casas de estudio y ciudadanos de todas los linajes y procedencias a lo largo de estas últimas seis décadas trata el libro que se presenta en medio de la crisis política y la desazón nacional.
“Este no es un libro de historia, aclara el maestro, no soy un historiador, ni pretendo serlo. Soy apenas un contador o un inventor de cuentos; por eso he dicho y sostengo que este libro es una crónica”. Una crónica que continúa una zaga que empezó con su indispensable “Crónica Forestal del Perú”, el trabajo que editó la Agraria en el 2009 y prosiguió con “Áreas Naturales Protegidas: el comienzo”, el libro que publicó la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle en el 2018. Los tres materiales indispensables para entender una historia de éxitos, como define Dourojeanni lo que los peruanos hemos hecho por salvaguardar nuestro patrimonio natural.
“La capacidad memorística del autor y su pasión por escribir son verdaderamente notables”, lo dijo Jorge Caillaux, abogado ambientalista, amigo dilecto de Dourojeanni y fundador de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental, cuando le tocó el turno de comentar lo dicho por el homenajeado. Caillaux siendo un estudiante a punto de sustentar en 1977 la primera tesis especializada en derecho ambiental del Perú conoció a Marc en los fragores de una de las tantas batallas que se narran en este libro: la que tuvo como protagonistas a Felipe Benavides y los jovencísimos Dourojeanni, Brack y Carlos Ponce por las vicuñas de Pampa Galeras. “Marc fue clave en mi decisión de dedicarme al tema ambiental”, aseveró.
Idéntico parecer expresó Carlos Reynel, ingeniero forestal, doctor en biología y molinero, alumno y tesista del homenajeado: “El Dr. Dourojeanni ha jugado un papel muy importante en la vida de muchos de nosotros. Cuando dictaba sus clases en una de estas aulas, un enjambre de estudiantes que no se habían matriculado en sus cursos se apretujaba detrás de la puerta para escuchar sus lecciones inolvidables”.
Sesenta años de historia
Esa es la tesitura intelectual del profesor de idealismo que se ha convertido, al decir del propio rector de la Universidad Nacional Agraria, Américo Guevara, en un símbolo de la combativa casa superior de estudios. Y en símbolo también del conservacionismo peruano. “En su libro, lo dijo emocionado la máxima autoridad universitaria al inicio de la reunión, se observa la huella indeleble de la Molina en cada uno de los hechos que se narran”.
Tiene razón, Dourojeanni a lo largo de su extenso relato menciona con especial interés y agradecimiento a los profesores y graduados de la universidad que lo recibió como estudiante en 1963. “Toda historia es tendenciosa, lo dijo tratando de ocultar una sonrisa cómplice, tiene la marca y el punto de vista de quien la escribe, naturalmente he tratado de ser lo más objetivo que pude”.
El libro ha sido organizado en dos partes: la primera trata de lo ocurrido en el Perú en relación al tema de estudio entre 1961 y 1991, el tiempo en el que Marc fungió de actor principalísimo y la segunda recrea lo acontecido entre 1991 y el 2021, los años en que el maestro devino en observador de lo que sucedía en los pliegues de la conservación de la biodiversidad peruana. Entre una y otra sección, Dourojeanni se da maña para opinar de todo sobre lo que más sabe y hacerlo desde la honradez intelectual que lo caracteriza. Y sin afán de protagonismos y deseos de “arreglar cuentas” con quienes erraron en el camino o lo criticaron de manera persona.
Eso es lo valioso de su contribución académica: en tiempos recios como estos cuánta razón tiene Dourojeanni, a estas alturas del partido el pesimista más optimista del pensamiento crítico peruano, cuando advierte que es necesario dejar atrás los extremismos para mirar con mejores ojos el futuro que nos ha llegado. “Finalmente, lo ha dicho y lo repite como un mantra, cada escaramuza ganada, por pequeña que esta sea, contra la destrucción del patrimonio natural del Perú es un gran aliciente. Nada mejor que seguir luchando por mantener un ambiente rico, diverso y amigable que brinde soporte y bienestar a los peruanos de mañana”.
De esa lucha, terca, colectiva, anónima las más de las veces, trata el libro que nos regala el viejo batallador indomeñable, el patriarca del conservacionismo peruano. Ojalá que los estudiantes de todo el Perú y el público en general lo reciban con entusiasmo y que sus páginas sean leídas y discutidas con el mismo afán con que fueron escritas. Tenemos la obligación de construir el país que soñaron los que se animaron a inventar, me robo la frase de Andrea Wulf para conceptualizar a Humboldt, la naturaleza de este país que se empeña en perdurar en el tiempo. Pese a todo.
Gracias Marc, por tanto, que la patria y el futuro te premien y te cobijen para siempre…
Fotos: Pronaturaleza