Datos recopilados por el Grupo de Investigación del Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS) del CGIAR señalan que cada año la producción agrícola y de alimentos emite a la atmósfera 17.000 megatoneladas de dióxido de carbono, una cifra mayor de la ofrecida en anteriores estimaciones.
Dos informes elaborados por el CCAFS apuntan a la necesidad de combinar la reducción de esas emisiones con medidas de adaptación que exigirán un reajuste de la localización de los cultivos y de los lugares donde criar el ganado.
Las cosechas de maíz, arroz y trigo -los tres principales cultivos en términos de calorías proporcionadas- descenderán en muchos países en vías de desarrollo coincidiendo con el aumento de las temperaturas y la mayor dificultad para predecir las lluvias.
El cambio climático podría provocar en 2050 una caída del 13 por ciento en el rendimiento de los cultivos de trigo en esos países, una bajada que sería del 15 por ciento en el caso del arroz y de entre el 10 y el 20 en el del maíz en el continente africano, según cálculos del CCAFS.
“Son los pequeños agricultores en África y el sur de Asia y los pobres en las ciudades quienes gastan la mayor parte de su salario en comida, esa es la gente que tendrá menos que comer en el futuro a menos que haya una adaptación a un mayor ritmo”, señaló en un comunicado Robert Zougmoré, líder del CCAFS en África Occidental.
Los ecosistemas que sostienen la agricultura también se verán afectados, por ejemplo los recursos acuíferos, al igual que la intensidad de las pestes y enfermedades, que limitarán aún más la producción de alimentos.
A pesar de que el principal peligro se cierne sobre los países subdesarrollados y en desarrollo, los informes advierten de que se generarán alteraciones “profundas” en la forma de cultivar y producir alimentos en todo el planeta.
“Esto afectará a distintas partes del mundo de formas radicalmente distintas, pero todas las regiones tendrán que cambiar su aproximación actual a qué se planta y qué se come”, según Sonja Vermeulen, investigadora jefe del CCAFS.
De ahí que el programa resalte la “necesidad urgente” de que los pequeños agricultores, sobre todo en los países en desarrollo, puedan acceder a los últimos avances científicos y a más recursos y tecnología avanzada (Diario Ecología).