Un informe de ‘Eco portal net’ advierte que el desarrollo de la industria de la palma aceitera también tiene su lado oscuro, al resultar en un serio impacto sobre el medio ambiente en las zonas de producción así como generar riesgos a la salud a partir del aceite refinado.
En Indonesia, cada año se deforestan cientos de hectáreas para plantar la palma. La deforestación en la zona ha avanzado a pasos agigantados, amenazando a algunas especies únicas en la región, incluyendo el ecosistema del orangután.
En Liberia o Colombia, la explotación de la palma aceitera se ha relacionado con la expropiación de tierras a campesinos pobres que ahora tienen que trabajar por salarios míseros para las compañías que han ocupado sus parcelas. Sus defensores aseguran que gracias al aceite de palma muchas familias han salido de la pobreza y han mejorado su nivel de vida debido a su alto rendimiento. Demasiados interrogantes sobre un producto clave en la alimentación de medio mundo.
Bajo la lupa
El aceite de palma procede de un árbol originario de África que en la actualidad se ha extendido a través de toda la franja tropical. Es el aceite que más se consume en el mundo, según la FAO. También es el que más se comercia a nivel internacional, su producción se concentra sobre todo en Malasia e Indonesia. Se puede encontrar en productos de consumo diario, de higiene y belleza.
Sin embargo, su consumo también está relacionado con el aumento de enfermedades cardiovasculares, por su alto contenido en grasas saturadas que aumentan el índice de colesterol.
El aceite de palma está asociado a beneficios para la salud, por la concentración de vitamina A y E. Pero una vez refinado, puede tener efectos negativos en el cuerpo humano como reconoció la Organización Mundial de la Salud en 2003. Existe controversia sobre sus efectos y también hay expertos que aseguran que no hay riesgos asociados a su consumo. Algunos países ya han comenzado a controlarlo.