La República. Un cable de Wikileaks ha sido tergiversado y manoseado por Ollanta Humala tratando de usarlo para darle impulso a su languideciente candidatura. Dice Humala que yo fui a la embajada norteamericana, por encargo del entonces presidente Alejandro Toledo, a pedirles que hicieran una campaña contra él. Falso. Basta leer el cable, publicado primero por el diario español El País y ayer por La República, para darse cuenta de la mentira de Humala.
Lo que ocurrió
En primer lugar, Rubén Vargas y yo no fuimos a la embajada a pedir nada. Funcionarios de la sección política nos invitaron a almorzar a un restaurante para conversar sobre la coyuntura política, las elecciones y el narcotráfico. El embajador de los EEUU no estuvo presente.
En segundo lugar, esas reuniones son frecuentes entre funcionarios de la embajada norteamericana –y de otras embajadas– con periodistas y analistas, sobre todo en períodos electorales. Después de la reunión, los funcionarios elaboran un informe y lo envían a Washington.
Eso es archiconocido para cualquiera de los muchos periodistas y políticos peruanos que han participado en esas reuniones, incluyendo, por supuesto, a Ollanta Humala y sus adeptos.
En tercer lugar, en esa reunión Vargas y yo expresamos claramente nuestras opiniones sobre el riesgo que significaba Humala, como un agente de Hugo Chávez, para la estabilidad económica y la democracia peruana, sobre todo teniendo en cuenta el inminente triunfo de Evo Morales en la vecina Bolivia.
En cuarto lugar, conversamos específicamente sobre la situación de los valles cocaleros, donde Humala trataba de acercarse a los productores de coca ilegal vinculados al narcotráfico, y donde los enviados bolivianos, con el cuento de la fraternidad de gremios cocaleros, hacían activismo político.
Los funcionarios de la embajada preguntaron si, además de nuestro análisis, teníamos sugerencias, y les planteamos dos: ampliar el monitoreo de medios a la situación política y no solo a los temas de coca ilegal; y ayudar a combatir la campaña de los humalistas pro coca ilegal.
Por lo demás, esas y otras opiniones las manifesté públicamente en artículos y entrevistas a lo largo de esa campaña electoral, criticando claramente a Humala y el peligro que significaba para la estabilidad económica y la democracia peruana. Por supuesto, hoy día me ratifico plenamente en todo lo que dije en esos meses.
Por último, en ese momento, noviembre del 2005, yo no tenía ninguna relación con Alejandro Toledo ni su gobierno. Desde mayo del 2004 no hablé con Toledo hasta hace muy poco tiempo. Tampoco tenía ninguna relación con su gobierno, al que yo criticaba públicamente en varios aspectos.
En suma, esa reunión la tuve con los funcionarios norteamericanos a título personal y no como enviado ni en representación de nadie.
Hipocresía
Conocido el cable, Humala ha mentido sistemáticamente, tratando de aprovecharlo electoralmente para perjudicar a Toledo. Eso no sorprende a nadie. Lo que sí resulta asombroso es la hipocresía y el fariseísmo de muchos políticos que, en innumerables oportunidades, han acudido a la embajada norteamericana a solicitar favores o a pedir su directa intervención en diversos asuntos del país, y que ahora se rasgan las vestiduras ante un supuesto pedido de intervención.
Por ejemplo, según uno de los cables de Wikileaks, Jorge del Castillo fue –él sí en nombre del Apra– a pedir a la embajada que presione a Lourdes Flores para que se retire de una vez y apoye a Alan García en la segunda vuelta del 2006.
O Salomón Lerner Ghitis, que fue a tratar de convencer al embajador norteamericano en 2006 que Humala era una buena persona y que no amenazaba sus intereses.
Y el propio Humala, que acudió varias veces a la embajada, entre otras cosas, para pedirles que le permitan viajar a los EEUU.
Humala, seguidor de Hugo Chávez el 2006, ahora ha intentado conseguir el padrinazgo de Lula y ha viajado varias veces a Brasil a tomarse fotos con el ex presidente y a solicitar su apoyo que, al parecer, se ha concretado en algunos asuntos. No con la munificencia de Chávez, por cierto. Pero algo es algo.
EEUU interviene
Lo más importante es el fariseísmo de los políticos que se rasgan las vestiduras ante la intervención extranjera, cuando la mayoría de ellos la recibió con beneplácito en muchas épocas no tan lejanas.
Por ejemplo, cuando el gobierno norteamericano, encabezando a la comunidad internacional, impuso a la dictadura de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos la realización de elecciones para restablecer el Congreso, en mayo de 1992. Como se sabe, la dictadura no tenía eso en sus planes. Querían gobernar sin contrapesos, al estilo de las dictaduras tradicionales.
Eso permitió, por lo menos, algunos ámbitos para que actuara la oposición política y existiera alguna libertad de prensa.
O en el año 2000, cuando después de la venta de armas por cocaína a las FARC colombianas que hizo Montesinos, avalado y defendido por Fujimori, la presión norteamericana se convirtió en uno de los factores decisivos de su caída.
En todo ese período, la década de 1990, muchos de los políticos que hoy se rasgan las vestiduras –incluidos izquierdistas que están con Humala y se atreven hoy a levantar la voz– acudían no solo a la embajada de los EEUU en Lima a reclamar una mayor injerencia norteamericana en los asuntos peruanos, sino viajaban a Washington, visitaban el Departamento de Estado, el Congreso y el Senado, pidiendo ayuda para acabar con la dictadura.
Y hoy dicen “qué horror, Rospigliosi habló con funcionarios de la embajada contra Humala, qué espanto”. Qué caraduras.
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