El Comercio. El Perú se ha vuelto un país donde todos nos sentimos inseguros. No hay día en que no seamos sacudidos por noticias de robos y secuestros que, con mayor grado de violencia y muerte, se dan con alevosa impunidad.
¿Dónde esta la Policía Nacional y dónde está el Gobierno?, se pregunta la ciudadanía. ¿Cómo se puede permitir que, en lugar de disminuir, el índice de delincuencia común siga incrementándose, a veces con la ominosa complicidad de algunas autoridades.
Tal es el caso del cabecilla de una banda de extorsionadores, José Torres Saavedra, que fugó en Chiclayo en medio de una sospechosa descoordinación entre malos funcionarios del INPE.
En tanto, los robos a domicilios o al paso, así como las extorsiones y la exigencia de cupos por bandas criminales continúan a vista y paciencia de todos, cada vez con mayor ferocidad y atrevimiento, haciendo uso de granadas y amenazando a sus víctimas, incluso cuando estas denuncian los hechos en televisión.
En cuanto a las víctimas de las extorsiones ya no son solo transportistas y grupos musicales en el norte, sino cualquier empresario o bodeguero de esquina, que con mucho esfuerzo y sacrificio ponen su cuota de trabajo por el desarrollo del país y su familia. A ello se agregan los numerosos asaltos a domicilios en Lima y otras ciudades del país, así como los robos y secuestros al paso por falsos taxistas que afectan a hombres y mujeres de a pie.