La República. Tres noticias aparentemente no relacionadas revelan hasta qué punto el narcotráfico ha penetrado en nuestra sociedad, sin que ninguna autoridad haya salido a explicar a la ciudadanía qué es lo que está pasando.
Primera, la detención de una caravana de camionetas que sacaba droga del valle de los ríos Apurímac y Ene (VRAE) con destino a Bolivia, donde es procesada para ser despachada a los carteles mexicanos. Entre los detenidos hay varios miembros de la familia del teniente alcalde de Kimbiri, a quien la policía antidrogas atribuye relación con la organización.
Segunda, el presunto asesinato en el distrito de San Miguel de un individuo que era perseguido por la policía desde 2008, cuando fue identificado como miembro de una organización de narcotraficantes que tenía lista dos toneladas de cocaína para entregar al cartel de Tijuana. Debido al frustrado envío, la organización mexicana comenzó a exterminar a los integrantes de la banda que le proveía la droga: uno en el 2008, dos en el 2009 y el cuarto es el sujeto hallado sin vida en esta semana, con documentos falsos de ciudadano argentino. La cadena de crímenes demuestra que el sicariato se impone en la ciudad.
Tercera, el extraordinario hallazgo de cuatro toneladas de cocaína en un almacén del Callao que iban a ser remitidas a España y que fue resultado del trabajo de una empresa de transporte marítimo que le pareció sospechoso el cargamento. Después de las detenciones, la policía estima que el propietario del alijo sería una sociedad de mexicanos y colombianos. El valor en Europa de las cuatro toneladas es de aproximadamente US$ 120 millones, lo que es indicativo del poder que puede alcanzar el crimen organizado a escala mundial.
Narcotraficantes relacionados a autoridades locales, sicarios que actúan libérrimamente y con impunidad, mafias que exportan por toneladas a Europa por millones de dólares, son manifestaciones de las actividades de una mafia que ha comenzado a empoderarse en el país: los carteles de la droga de México.
Y, sin embargo, no se escucha la voz resuelta de una autoridad que reclame la unidad de todos los organismos públicos y de la ciudadanía para detener su avance. Ya están aquí y su posicionamiento se expresa con crímenes, corrupción y toneladas de droga despachadas a Estados Unidos y Europa. Es hora de actuar, de lo contrario el país podría ingresar inexorablemente a un proceso de “mexicanización” del crimen organizado. Estamos a tiempo. Después, será demasiado tarde.