El Padre Xavier Arbex de Morsier hace algunas recomendaciones para resolver el problema de la minería ilegal en Madre de Dios. Señala que se deben limitar las concesiones mineras al territorio señalado para este uso por la Zonificación Ecológica Económica y mandar un batallón de “inspectores refogadores” encargados de utilizar el mercurio en los campamentos mineros.
A continuación reproducimos el artículo del Padre Xavier Arbex de Morsier, escrito en el 2006, publicado en Servindi.
Que la llamemos “Dios” o “Naturaleza” o “Vida”, todos los seres humanos reconocen una Fuerza Superior que rige el universo con reglas que la ciencia descubre cada vez mejor. Pero la ciencia descubre también que, cada vez mas, el ser humano destruye estas reglas en vez de contribuir a la Obra del Creador. La regla principal es que la muerte de una generación permite la vida de la siguiente, pero estamos haciendo que la vida de nuestra generación cause la muerte de la siguiente.
Una de las reglas es el ciclo del agua, el elemento vital. Y nosotros en la región Madre de Dios estamos destruyendo este ciclo, por eso nuestra Iglesia católica, a través de su Comisión de Pastoral Social y de Derechos Humanos siente como un deber profético lanzar un gran grito de alarma.
En efecto, cualquiera que mira la imagen satélite de la parte sur oriental del Perú, se percatará de una inmensa herida blanca en medio de la cobertura verde de la selva. Se trata de una zona de unos diez mil kilómetros cuadrados totalmente contaminados por la actividad minera aurífera.
Las cifras del desastre
Donde hace unos cuarenta años corrían aguas cristalinas por las quebradas de las nacientes de los grandes ríos Madre de Dios e Inambari, hoy días son inmensas pampas de lamas, lodo y enormes taludes de cascajo producidos por 550 maquinas pesadas, (entre cargadores frontales, retroexcavadoras y volquetes), mas unos 800 a 1,000 motores para las ‘chupaderas” y unas 150 dragas de distintos tamaños. A eso hay que añadir un número imposible de conocer de mineros artesanales.
Donde hace unos diez años se tomaba aguas de manantial, ahora se toma agua en botellas. Y cada año, nuevas quebradas son afectadas por la minería, desapareciendo la fauna y flora acuática, llevando a los ríos una tal cantidad de materiales de relave que la luz no puede penetrar hasta sus profundidades.
Aguas envenenadas
El mercurio, o azogue, se utiliza para amalgamar el oro. Se necesita dos gramos de mercurio por un gramo de oro. Lo que hace que este año se utilizarán 70 toneladas de este metal sumamente peligroso que se evaporará en el aire para recaer en microscópicas gotas alrededor de donde se ha realizado el fogueo del oro. Todos los alrededores serán entonces cubiertos de una película invisible de mercurio que será tocada por los niños que gatean, por las manos de los que se apoyan, por los animales que laman.
Cada año esta situación empeora y no se miden las consecuencias sobre el sistema nervioso y respiratorio de los que viven en los centros mineros. Pero eso no es todo, las lluvias llevan este mercurio a los ríos y este se va depositando en el fondo de los cauces.
El Padre Xavier Arbex de Morsier plantea las siguientes recomendaciones:
Mandar un batallón de “inspectores refogadores” encargados de utilizar el mercurio en los campamentos mineros. Ellos, y ellos solamente, manejarían el mercurio con sus retortas de recuperación. Pasarían una vez por semana en cada campamento, acompañados de agentes de seguridad armados, para “refogar” el oro e inspeccionar si se cumplen las reglas elementales de lucha contra la contaminación.
Limitar las concesiones mineras al territorio señalado para este uso por la Zonificación Ecológica Económica, prohibiendo su expansión “salvaje” a otras zonas. Al hacer esto se estará respetando las fuentes de producción de agua: los manantes, que le servirán tanto para la propia minería-lavado de material, como para la agricultura, la pesca y por supuesto el consumo humano directo.
Monitorear continuamente la calidad del agua de los ríos y las enfermedades de los mineros. Puesto que el mercurio es acumulado lentamente en sistema nervioso, hígado, riñones, corazón, sus efectos graves se ven con el tiempo y sus síntomas se confunden con otras enfermedades, el minero y los que viven-trabajan con él, son los primeros afectados. El minero no solamente es el causante de un mal, sino también la principal víctima de su propia actividad.
Por eso lo primero que se debe hacer es agregar un “impuesto ambiental” sobre el combustible, aplicando el lema “quien contamina paga”. Si se aumenta el combustible en un 2%, (vale decir en unos veinte centavos por galán), solo en los sitios de ingreso a la minería, se recaudaría mas de un millón de soles mensualmente.
Entra aquí para leer el artículo completo publicado por Servindi.
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