Según algunos especialistas, ése es el camino o por lo menos la ideología que todos deberíamos tener presente. Lo cierto es que si se trabajara menos, todos dispondríamos de más tiempo, aunque de menos dinero, la gente fumaría menos, comería una dieta más saludable, practicaría más deporte, tendría menos enfermedades y disfrutaría más de la vida. En resumen, reducir la jornada laboral no sólo beneficiaría a las personas sino que también al medio ambiente.
Los estudios han demostrado que sólo el 7% de la población mundial (500 millones de personas) emiten la mitad de las emisiones de dióxido de carbono de todo el planeta, mientras que los 3.000 millones más pobres sólo generan el 6% de la contaminación, unas emisiones que en las próximas décadas elevarán la temperatura global en 4,5 grados centígrados antes de 2100.
Según el portal Ecología Verde, el consumismo no sólo tiene efectos negativos para el medio ambiente, sino también las personas que viven inmersas en esa dinámica, especialmente los estadounidenses, que trabajan entre 200 y 300 horas más al año que el promedio. Mientras que los europeos occidentales viven más que los americanos y tienen poco más de la mitad de probabilidades de padecer dolencias crónicas, como enfermedades de corazón, hipertensión y diabetes pasados los 50 años.
La felicidad también se ve afectada por el exceso y el ritmo de trabajo, tal y como demuestra la clasificación mundial de satisfacción del mundo, que señala que los cuatro países “más felices” del planeta (Dinamarca, Holanda, Finlandia y Suecia) son los que mayor atención prestan al equilibrio entre trabajo y vida.