El analista Alfredo Stecher presenta en el blog Espacio Compartido un completo análisis sobre la coyuntura electoral en el vecino país de Chile, cuando queda poco menos de una semana para la definición presidencial en la segunda vuelta de los comicios generales. INFOREGIÓN reproduce a continuación «Ante la segunda vuelta electoral en Chile», análisis cargado de cifras y porcentajes que permite tener un panorama más amplio con relación a quién sucedera a Michel Bachelet.
Queda menos de una semana de campaña para la segunda vuelta de la elección presidencial. Recordemos los resultados de la primera vuelta: desastrosos para Eduardo Frei Ruiz Tagle, candidato de la gobernante Concertación, con un 29%; auspiciosos, con un 44%, para Sebastián Piñera, candidato de la Coalición para el Cambio, integrada principalmente por la católica Unión Demócrata Independiente, UDI, y la más laica y menos conservadora Renovación Nacional, partidos ambos gestados por dirigencias comprometidas con el régimen de Pinochet; un importante 20% para Marco Enríquez-Ominami, MEO, de Nueva Mayoría para Chile, el in-outsider salido de la Concertación, diputado elegido por el Partido Socialista, PS; y un apreciable 6% para Jorge Arrate, ex ministro de la Concertación y ex dirigente del PS, del Juntos Podemos, frente aglutinado por el PC (que, en alianza con la Concertación en las elecciones para diputados, le ha permitido tener 3 diputados por primera vez desde 1973).
Cuesta entender que el candidato de una fuerza política gobernante con un 60% de aprobación, y un 80% de su cabeza, la presidenta Bachelet, haya tenido tanta dificultad para siquiera llegar a la segunda vuelta. Pero se entiende cuando se considera que la candidatura de MEO divide esta vertiente; cuando se ha observado el escaso carisma de Frei y la mala campaña, con disensiones entre los partidos que lo apoyan y en el comando electoral; cuando uno ha escuchado las críticas a su primer gobierno (1994 – 2000), en especial por la inadecuada respuesta a la crisis asiática y la conciliación con Pinochet y los militares, pero no ha recibido en su propaganda una defensa de los logros que sí tuvo, especialmente en materia de infraestructura de salud y educativa, de reforma del sistema judicial, de relaciones políticas y económicas internacionales, y de crecimiento económico a pesar de dos crisis externas; y cuando se recuerda que su candidatura había sido impuesta por las dirigencias partidarias, al imponer primarias con solo candidatos designados por los partidos en vez de un proceso democrático más amplio (lo que desencadenó la renuncia de MEO, no propuesto por su partido, y su candidatura independiente).
Durante la campaña los atributos de presidenciable valorados por la opinión pública a inicios del 2009, se fueron desvaneciendo, y quedó claro que Frei es un mal candidato y que otros personajes de la Concertación hubieran tenido un mejor resultado. Ya una encuesta del diario La Tercera, de octubre, había mostrado a Piñera aventajando a Frei en prácticamente todos los atributos de personalidad y de conducción consultados. En cambio, MEO pasaba de un distante tercer lugar a acercarse a Frei en cuanto a valores más sólidos y a superarlo en credibilidad.
El resultado de la primera vuelta hacía prever pocas chances para la candidatura de Frei. La candidatura de Piñera se sigue caracterizando por una cuidadosa planificación y un uso inteligente de recursos anteriormente no usados por la derecha, entre ellos una simbología y recursos publicitarios más modernos. Pero el propio Frei y la Concertación se han sacudido, han instalado un comando electoral coherente y eficiente, con gente trasladada, por renuncia, desde el Gobierno, bajo la conducción de Carolina Tohá, y el propio Frei parece haberse despabilado, de modo que vuelve a aparecer como un contendiente con opciones.
La relativa inamovilidad de la escena política chilena, con una división del electorado en aproximadamente dos mitades, se ve favorecida por una particularidad del sistema electoral chileno: Está por definirse un cambio que llevaría a una inscripción obligatoria automática y voto voluntario, pero sigue rigiendo el mecanismo de inscripción voluntaria y voto obligatorio, por el cual una gran mayoría de jóvenes no participa en las votaciones. El 80% de éstos, más proclive a cambios y con mayores simpatías por MEO y por Piñera, no vota. El 20% que sí vota, probablemente proviene principalmente de familias más politizadas y reproduce la división histórica de las últimas décadas entre partidarios y adversarios del régimen de Pinochet, con una leve mayoría para los adversarios, partidarios del no al intento plebiscitario de Pinochet en 1988 de prolongar su presidencia.
Piñera, uno de los pocos políticos de derecha que en su momento se plegaron al no, intenta difuminar esta división, por ejemplo, ofreciendo no incluir en su gobierno a figuras de primera y hasta segunda y tercera línea del Gobierno Militar. Pero la desconfianza hacia su persona, por algunos aspectos poco claros de su vida empresarial, pero también, para muchos, simplemente por ser gran empresario, le impide capitalizar más sus aperturas respecto de la derecha más tradicional.
Su cualidad de empresario particularmente exitoso me parece más un plus que un demérito, y considero que Piñera es probablemente el mejor presidente de derecha imaginable en las actuales circunstancias, con un efecto positivo sobre la derecha hacia el surgimiento o fortalecimiento de posiciones y liderazgos más modernos y amplios. Pero la importancia de las políticas sociales y de cambio de la cultura política de parte de la Concertación para la estabilidad política de Chile, y la seriedad demostrada por ésta en materia económica, así como la desconfianza que suscita el peso de la UDI en la Alianza (37 diputados versus 18 de Renovación Nacional, mayor cantidad de cuadros políticos y técnicos), me hacen pensar que puede ser mejor para Chile un triunfo de la Concertación, que tendrá que refundarse, gane o pierda, por el impacto del éxito relativo de MEO.