Cielo Nublado en el VRAE

Las lluvias de verano han arrancado con fuerza este diciembre en el VRAE. Tanto el mes como, obviamente, las lluvias tienen significación militar en el único lugar donde hay un conflicto armado serio en el Perú. Cambios de comando y cielos tormentosos: ambos hacen necesario un balance de la situación de logros y fracasos en el Valle.

Me voy a centrar en el análisis de la situación militar en esa región. Dejo para otra oportunidad la discusión sobre las estrategias y acciones políticas y administrativas en el Valle. Es más fácil hacerlo en este caso que en otros porque hoy por hoy la guerra y la política discurren en ámbitos diferentes en el VRAE.

Un primer análisis de indicadores del año de campaña contrainsurgente en el VRAE lleva a una sola conclusión posible: ha sido un fracaso.

Los hechos son inequívocos. Decenas de bajas en las Fuerzas Armadas, pérdida de un helicóptero, de armamento automático pesado, de buena cantidad de fusiles y de munición. Del otro lado, se presume bajas en combate en SL-VRAE, pero no se las ha podido comprobar.

¿Cuál es el número actual de combatientes senderistas? “Oscilan en cerca de 500 y bajan algo por temporadas”, dice una fuente con conocimiento de causa en el Comando Conjunto. En cuanto al armamento, la misma fuente les calcula “unos 200 fusiles automáticos, seis ametralladoras operativas, 4 RPGs, lanzapepas”.

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Señala que campaña contrainsurgente en el VRAE ha sido un fracaso.

El despliegue de bases militares en las zonas fragosas del Valle, buena parte de las cuales se abastece primariamente por aire, creó las condiciones tanto para el hostigamiento senderista como para la precariedad resultante en el aprovisionamiento, refuerzos y evacuación de personal.

Varias bases han intentado e intentan reemplazar el abastecimiento aéreo por el terrestre y el fluvial. Eso eleva mucho el riesgo de emboscadas, pero además se hace muy difícil durante los meses de lluvia que, entre otras cosas, significan caminos resbalosos, enlodazados y ríos crecidos.

El aislamiento de bases ya precariamente avitualladas se hace mayor en esta temporada y crece el peligro de un ataque senderista contra bases aisladas, que busque no solo hostigarlas sino tomarlas.

Hay dos o tres bases evidentemente vulnerables durante la estación lluviosa, y una o dos más que son más fuertes pero todavía atacables por el senderismo.

Ese es el contexto dentro del cual el general EP Ricardo Moncada termina su gestión como jefe militar del VRAE. Hay poco de qué congratularse, y las críticas, sobre todo desde el Ejército, son fuertes.

“Se ha empleado grandes recursos del Estado sin resultados”, dice una fuente vinculada con el Ejército. “Ni armas recuperadas ni capturas importantes… y además de la insatisfacción de las tropas, no hay proyección lógica de un cambio de la situación”.

Desde el Comando Conjunto, sin embargo, se intenta tener una visión más optimista del escenario estratégico. “¿Te has fijado que últimamente no ha habido ni una sola emboscada contra nuestras tropas?”, dice una fuente vinculada con esa institución.

“Antes, nuestras tropas eran el abastecimiento de Sendero Luminoso” (mediante las emboscadas). “Ahora no tienen a quién emboscar”. De hecho, la fuente indica que SL-VRAE tiene el mismo problema que las FFAA: el aprovisionamiento. “Están con problemas logísticos… les hemos destruido 15 campamentos, con chacras y todo… ¿de dónde sacan ahora sus alimentos si operan en zonas despobladas? … ahora están saliendo a los pueblos y ciudades”.

Pero, la fuente del CC reconoce también el peligro de ataques a bases con la intención de tomarlas. “Es posible que ataquen una base porque ya no encuentran patrullas solitarias”.

Los oficiales más experimentados, a cargo de las bases en el VRAE, se quejan de falta de abastecimiento oportuno y, sobre todo, de inexistencia de “presupuesto de inteligencia” para la información local, en tanto que, según constatan, SL-VRAE tiene una red tupida de informantes que los mantiene al tanto de todo movimiento de tropas.

Sin embargo, los mejores oficiales basan su defensa en una disposición agresiva. “Uno no puede estancarse”, dice un oficial. “Hay que mantener el entrenamiento debido, salir, caminar, emboscarse”. Su visión es que se está en medio de una pausa operacional que puede romperse con el inicio de las lluvias.

En donde no ha habido pausa es en las guerras burocráticas internas en los meses de ascensos, invitaciones al retiro, cambios de colocación y de consecuente proyección institucional. Por lo pronto, el jefe del Comando Conjunto, general EP Francisco Contreras, ha sido confirmado, todo lo indica, en su puesto por un año más. Sus principales colaboradores también permanecerán ahí.

El general EP Moncada dejará el comando del VRAE pero pasará a trabajar en el Comando Conjunto. Tanto él como Contreras son del arma de Caballería, igual que otros colaboradores cercanos del Comando Conjunto.

A su turno, el comandante general del Ejército, general EP Otto Guibovich, no tiene una buena relación, por decirlo eufemísticamente, con Contreras. La lucha entre ambos vértices de mando militar es indirecta pero poco sorda. Las ofensivas de anónimos y campañas soterradas de descrédito han sido particularmente fuertes estos meses.

En días recientes, según pude averiguar, hubo hasta una escaramuza de hackers entre uno y otro bando. Como en este tipo de ofensivas el objetivo es lanzar la piedra (o más bien el dardo con curare) y esconder la mano, la contraofensiva busca documentar las huellas digitales de la mano que se esconde.

Fuentes del Ejército me dieron el nombre de un mayor con peculiares habilidades informáticas, que habría sido el eje de la distribución de anónimos virulentos contra Guibovich. Dicho mayor estaría supuestamente en funciones de inteligencia dentro del Comando Conjunto.

El fondo es una lucha de poderes, mando y, aunque esto resulte algo difícil de entender para los civiles, de proyección de armas. “Sale Contreras y la caballería desaparece por diez años”, dice un artillero, que sabe lo que es la desaparición de un arma del mando institucional.

A todo eso, hay que añadir otro factor de pugna: el importante presupuesto militar para compras durante los próximos dos años. La cantidad de gente (incluidos lobistas políticos por supuesto) que quiere meter la mano ahí, en muchos casos buscando adquisiciones totalmente inútiles, es muy grande y merecen una investigación mucho más detallada.

Esas pugnas de mandos e intereses ayudan a explicar por qué hay muchos recursos en el papel, también en Lima y hasta en los ductos de comando, pero tan poco ahí donde cuenta: en las bases, en las operaciones. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que no haya habido siquiera presupuesto para inteligencia en las bases?

En un nivel más general, otra pregunta es inevitable: ¿cómo es posible que se esté pensando en gastar alrededor de 500 millones de dólares en armamento para una vagamente hipotética guerra exterior mientras no hay, por dar un solo ejemplo, ni una pequeña fracción de los helicópteros necesarios en el VRAE, donde la guerra y sus peligros son muy reales y presentes?

La falta de consistencia y de visión en los asuntos de Defensa es contrapunteada por los irracionales eslabonamientos en las cadenas de comando. En el actual esquema, cada uno de los institutos armados debe entregar militares entrenados, equipados y aprovisionados según la demanda al jefe del Comando Conjunto para que este disponga, ordene y ejecute operaciones. Así, dos líneas de comando diferentes se encuentran y cruzan sobre la misma gente. Los desacomodos y desencuentros, aún en las mejores circunstancias, serían inevitables. Y estas no son las mejores circunstancias, ni mucho menos.

Mientras campee esa irracionalidad contenciosa y revesera, la eficiencia militar en las campañas contrainsurgentes no será imposible (porque hay oficiales abnegados y talentosos en el campo), pero sí mucho más difícil. En fin, hay mucho más que contar, pero se acabó el espacio.

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