En Aucayacu y el Monzón (Huánuco) se procesan más del 80% de toda la cocaína del Alto Huallaga. Por más de una década, la acción del Estado se redujo solo a la destrucción esporádica de los laboratorios de pasta básica de cocaína.
Esta respuesta insuficiente hizo que el narcotráfico promoviera el cultivo de grandes extensiones de coca y conviertan a ambos distritos en zonas liberadas, inexpugnables incluso para las fuerzas del orden. Toda la producción de coca termina inexorablemente en las pozas de maceración.
En este contexto, después de muchas idas y vueltas, de pactos de caballero entre un ministro despistado y los cocaleros, finalmente se ha decidido ingresar a las zonas más duras de Aucayacu para erradicar la coca ilegal.
A un poco más de un mes de este difícil trabajo, el Proyecto Corah, encargado de la erradicación, y la Policía Antidrogas han encontrado al interior de las parcelas de coca más de 20 laboratorios de procesamiento de cocaína. Algunos de ellos estaban cargadas con explosivos.
Lejos de deslindar con estos hallazgos, que relacionan a la coca directamente con el narcotráfico, los dirigentes cocaleros del Huallaga están intentando promover acciones de fuerza y enfrentamientos con la policía.
El argumento que esgrimen con gran cinismo es el mismo de siempre: “No erradiquen nuestra planta sagrada porque es para el consumo tradicional”.
La respuesta de la policía hasta ahora ha sido firme y el uso de la fuerza ha estado dentro de las atribuciones que le confiere el marco legal. Esto ha permitido continuar los trabajos de erradicación e interdicción en las zonas que, hasta hace poco, eran territorios dominados por el terrorista “Artemio”.
Es imprescindible que el Gobierno continúe con este esfuerzo de liberar a Aucayacu. Que no caiga en el cálculo electoral o se asuste con el fantasma del “costo social” y retroceda como en anteriores ocasiones.
Obviamente que no es suficiente solo la erradicación, la experiencia de la región San Martín nos enseña que, inmediatamente después de este primer esfuerzo, tienen que hacerse presentes de manera sostenida los otros componentes de una estrategia integral: los proyectos de desarrollo y sociales, que permitan incluir a estos peruanos, sometidos al espejismo del dinero fácil, en los circuitos legales de la economía regional y nacional.
Lamentablemente, las organizaciones cocaleras del Huallaga han sido penetradas por Sendero Luminoso y por personajes vinculados al tráfico de drogas. Varios dirigentes vienen siendo procesados penalmente por su participación en acciones terroristas y en el negocio de las drogas.
Otros, aun en libertad, intentan imponer la lectura obligatoria del último libro de “Gonzalo”. Estos levantan la bandera cocalera solo para agudizar el conflicto hasta extremos de causar muertes y heridos.
Estando así las cosas, sería conveniente que los representantes del Gobierno, encargados de dialogar con el sector cocalero, exijan primero un deslinde claro y, además, incluyan en la mesa también a los productores de café, cacao, frutas, etc., que son los verdaderos interlocutores de los campesinos que trabajan y viven sin cruzar la línea de la legalidad.
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