Punto de Quiebre

En un extenso informe, Caretas da cuenta de los problemas de seguridad en el VRAE, la capacidad real de las huestes senderistas que allí operan así como la respuesta del Estado frente a la ofensiva.

Punto de Quiebre

El ataque senderista en una pequeña explanada en Sinaycocha no solo cobró la vida de tres efectivos de la Fuerza Aérea y destruyó un helicóptero. También puso en su real dimensión las intenciones, y la capacidad, de los terroristas en la región del Valle del Río Apurímac Ene, VRAE. Además desató un intenso debate sobre la respuesta del Estado en el que viejos conceptos conocidos se volvieron a enfrentar.

Fue el trágico final de una secuencia. La nave de la FAP MI-17 Nº 640 había acudido a ese paraje del distrito de Santo Domingo de Acobamba, Junín, para rescatar a la patrulla militar que sufrió una emboscada en la madrugada del 26 de agosto último. Como resultado, dos sargentos del Ejército habían perdido la vida. Otro helicóptero similar volaba a prudente altura, a modo de sombrilla de protección. Eran las 4:45 de la tarde del miércoles 2. El cielo lucía tempranamente gris.

Iban el piloto de la nave de rescate, mayor FAP Ángel Michael Vejarano Pacheco (35), el copiloto, mayor FAP Jorge Lenin Sánchez Pérez (33), el ingeniero de vuelo, suboficial Clementino Orihuela Curilla (38), el segundo mecánico, Arturo Muñoz Guevara (24), y el paramédico FAP Walter Veja Osorio (36).

Completaban el equipo del MI 17 dos miembros del Ejército: el comandante Erick Pasquel Alfaro (40) y el capitán EP José Avellaneda Díaz (33). En su ubicación de costumbre, cerca al rotor de cola, se hallaba el mecánico armero FAP Carlos Arturo Caicedo Castro (45).

Las naves partieron del cuartel general del Comando Especial de Pichari en el corazón del VRAE. Llevaban ayuda médica para auxiliar a otros tres heridos y evacuar a los 27 militares que estaban en la zona desde hacía seis días.

Antes de iniciar el descenso, el piloto Vejarano Pacheco ordenó al suboficial Orihuela Curilla “ablandar” las dos colinas. A falta de cohetes Rockets, el ingeniero de vuelo oprimió el gatillo de la ametralladora rusa Kalashnikov modernizada, PKP, instalada en la cabina de mando y descargó una cacerina de 250 tiros. No hubo respuesta mientras la nave giraba trescientos sesenta grados.

Vejarano se disponía a aterrizar en la pequeña explanada a donde llegaban los militares varados. El suboficial Muñoz Guevara abrió la puerta lateral de la nave para colocar la escalera.

Entonces los proyectiles inesperados zumbaron por su cabeza.

Muñoz arrojó la escalera a un lado y su primera reacción fue la de arrojar al vacío las bolsas de munición, medicinas y raciones de comida. “Me imaginé que nuestra nave iba a salir de la emboscada y no quería dejar sin municiones ni alimentos a los soldados en tierra”, narró a CARETAS.

De un momento a otro, en la cabina de mando el suboficial Orihuela Curilla vivía una situación desesperada. Los dos pilotos habían sido blanco de las balas. El mayor Vejarano, “Benji”, tenía el cráneo destrozado por el impacto de una bala. Todavía vivo, el oficial Sánchez, “Alcatraz”, se encontraba inconsciente. Orihuela intentó reanimarlo hasta que un cohete lanzado desde un RPG impactó en la cola del rotor del helicóptero que comenzó a girar sin control. Orihuela forzó un aterrizaje de emergencia y evitó la colisión con una de las faldas de la colina.

Fue el trágico final de una secuencia
Fue el trágico final de una secuencia

La pesada nave se detuvo luego de tres vueltas de campana y sus ocupantes lograron salir para protegerse debajo de la otra que seguía en sobrevuelo. El mecánico armero Caicedo Castro sufrió una rotura en el cráneo. Los francotiradores seguían disparando desde las partes altas de la colina del lado izquierdo.

“Yo retorné a la nave para apagar el motor y desconectar las baterías”, cuenta Muñoz Guevara. El combustible manaba por chorros y una explosión era inminente. “Me di cuenta de que el mayor Sánchez se encontraba todavía con vida. Logré sacarlo. ‘Pásame un fierro para matar a estos desgraciados’, me dijo. ‘Cálmate, vamos a salir vivos’, le contesté. Me alcanzó su celular para llamar a la base. Acá no hay comunicación, le dije. Allí se murió”.

La tripulación del helicóptero de sombrilla intentó repeler con las ametralladoras PKP. Después de 20 minutos, cuando se agotaron sus municiones y el combustible estaba por terminarse, se alejó de la zona. Como la otra, carecía de Rockets. La patrulla del Ejército contaba con muy pocas municiones y tampoco pudo repeler el ataque. “Tuvimos que defendernos solos, agazapados debajo del helicóptero”, dice el paramédico Veja Osorio.

Cuando las municiones se terminaban una providencial neblina tendió la parte baja de la colina con un denso manto.

“Fue un milagro y nos permitió abandonar el helicóptero”, exclama Veja. Miembros de la patrulla del Ejército les dieron el alcance. “Intenté cargar al suboficial Caicedo Castro, pero no quiso. ‘Yo me quedo’, dijo poco antes de morir. Luego enviamos dos soldados a recoger las municiones, los víveres, el agua y las medicinas. Ellos retornaron con varias bolsas. Cuando nos diponíamos a hacer una segunda entrada, los terroristas volvieron a atacar y los soldaditos ya no quisieron ir”.

El ataque cesó al caer la noche. Los militares escalaron la colina opuesta a la de los atacantes.

El suboficial Muñoz explica que “había luna llena y teníamos que esperar a que las nubes taparan la luna para poder desplazarnos en la oscuridad. Así escalamos unos 400 metros hasta encontrar un refugio seguro. Pero el hostigamiento prosiguió hasta las 4 de la madrugada”.

A las 4 de la tarde del jueves 3 dos helicópteros del Ejército sobrevolaron la zona. Se retiraron luego de ‘roketear’ ambas colinas y arrojaron medicinas, municiones, alimentos y agua.

Al día siguiente retornaron cuatro helicópteros casi a la misma hora. Tres “ablandaron” el punto. El otro descendió y evacuó a los heridos. Luego sacaron a los militares con destino a Jauja y Pampas. Los cuerpos de los fallecidos fueron rescatados recién el sábado 5.

Pidió declarar como zona de combate al VRAE
Pidió declarar como zona de combate al VRAE

Como si fuera otro helicóptero a punto de aterrizar en terreno inhóspito, la propuesta del vicepresidente y congresista Luis Giampietri levantó una ola de polvo.

“Escuchen bien lo que voy a decir”, anunció en el Parlamento durante su intervención el jueves 3. “Posiblemente sea una barbaridad, (pero) hay que declarar el VRAE zona de combate. ¿Qué hacen civiles metidos allí que estorban, que dificultan el trabajo y dan pie a que después las ONG denuncien a los oficiales de violación a los derechos humanos? Así no se puede pelear”.

Las expresiones de Giampietri, no hay que olvidarlo, provienen de un militar. Y no solo le caen como anillo al dedo al grupo fujimorista. Son el acto reflejo de mano dura que reclama una parte de la opinión pública cada vez que ocurren tragedias como la de la semana pasada.

El almirante retirado se encontró en los siguientes días con la oposición de personajes como el presidente del Consejo de Ministros, Javier Velásquez Quesquén, y la Fiscal de la Nación, Gladys Echaíz, declaró  que “estas personas a veces movidas por las emociones no meditan sus expresiones. Veamos que la calma llegue a todos y entonces se puede hablar del tema de una manera más reflexiva. Si dentro de los civiles estamos nosotros yo le diría que cumplimos una función”.

Fernán Valer, el secretario ejecutivo del plan VRAE, calificó la propuesta de “barbaridad”, además de “anecdótica y risible”.

El presidente Alan García pareció enterrar la intervención de Giampietri.

“Hacer eso sería mostrar al Perú como si estuviera en la situación de Líbano de 1980 o de Irak de los últimos años”, declaró el lunes 7. “Eso no es así. Les haríamos un inmenso favor a los que matan a uno para aterrorizar a 100 mil. No creo que llegue el momento de declarar algo así”.

Aterrorizar parece ser un concepto clave para las huestes senderistas
Aterrorizar parece ser un concepto clave para las huestes senderistas

Aterrorizar parece ser un concepto clave. Las acciones de los camaradas “José”, “Alipio” y “Raúl” lanzan, para el especialista Rubén Vargas, un doble mensaje: al Estado que es retado y al propio Sendero Luminoso que todavía se debate si continuar con su “guerra popular” o insistir con la retirada estratégica hasta que se defina al verdadero sucesor de Abimael Guzmán.

El Comité Regional Principal senderista que actúa en el VRAE es dirigido, según los organismos de Inteligencia del Estado, por Víctor Quispe Palomino (a) “José”. Sus principales colaboradores son su hermano Jorge Quispe Palomino (a) “Raúl” y Leonardo Huamán Zúñiga (a) “Alipio”.

“José” es un personaje de larga data. El ayacuchano fue capturado en marzo de 1985 junto a Sybila Arredondo, la viuda chilena de Arguedas, el abogado Tito Valle Travesaño, que moriría en la masacre de Castro Castro en 1992, y Margie Clavo Peralta, cabecilla senderista en la Universidad Nacional de Ingeniería. El joven Quispe Palomino fue liberado al cabo de poco tiempo. Reapareció mucho después, parapetado en esta difícil región.

Su hermano “Raúl”, habría sido quien dirigió el ataque de la semana pasada. En su columna de esta edición, Gustavo Gorriti explora las particularidades del personaje y su rol en otro sonado derribo de un helicóptero, el que transportaba al general EP (r) Eduardo Fournier en 1999. La patrulla del Ejército cuyo rescate terminó con los hechos de Sinaycocha iba a la caza de “Raúl”.

Manuel Boluarte, de la agencia Inforegión, añade que “José” tiene “una proclama y una política de lucha de liberación nacional contra las fuerzas enemigas y el imperialismo. En cuatro meses tienes 40 muertos de las Fuerzas Armadas. Eso, ¿qué significa? Genera miedo. Ejerce poder y fuerza”.

No es el mismo VRAE. Un escenario es el cercano a Huanta y otro muy distinto el del ataque
No es el mismo VRAE. Un escenario es el cercano a Huanta y otro muy distinto el del ataque (Gráfico: Caretas)

Cabe subrayar que, al convertirse el VRAE en un concepto único, no se suele hacer la diferenciación fundamental de dos escenarios. En el límite entre Cusco y Ayacucho se emplazan los grandes centros poblados como San Francisco, Santa Rosa y Sivia.

Huanta también queda en el perímetro y en la zona hay una sola base contrasubversiva, la de San José de Secce, que en agosto último sufrió un ataque senderista que dejó tres policías y dos civiles muertos (CARETAS 2090). El narcotráfico y los remanentes de Sendero actúan de modo conjunto.

Sendero tiene mayor control de la comercialización de la droga en el límite entre Junín y Huancavelica. Es una zona histórica para el terrorismo y allí está la mayoría de las 37 bases contrasubversivas que operan en el VRAE. Son parajes menos poblados donde las quebradas se encuentran con la ceja de selva. Para Vargas, la presencia tradicional de Sendero desmiente que las emboscadas allí busquen hacerse de las rutas de la droga. Ya las tienen.

Boluarte considera que propuestas como la de Giampietri estigmatizan a la población de la zona sur del VRAE. Allí el Estado no debe librar una batalla no solo contra Sendero sino contra el narcotráfico.

“No hay cooperación internacional pero ya hay proyectos de emprendedores que compiten con la coca. Hay esfuerzos de café y cacao orgánico. También sacha inchi, estevia y viveros forestales. Quimbiri construyó su primera planta de tratamiento de agua potable y Pichari la de tratamientos sólidos. Ya hay una comisaría en Sivia. Eran cambios impensables hasta hace poco”.

El presidente García convocó al Consejo de Defensa Nacional el domingo 6. Como él mismo lo reveló, fueron adoptadas cuatro medidas en torno al VRAE:

–Modificaciones en la estrategia de despliegue de las tropas.

–Cambios en el trabajo de inteligencia presencial y electrónica.

–Compras “no exorbitantes” de mejoramiento de los militares. García mencionó que las necesidades básicas están en los fusiles, sistemas de comunicación y equipos de visores infrarrojos para helicópteros.

–La “decisión definitiva” de impedir el ingreso de insumos químicos, incluido el kerosene, al VRAE.

La lucha por ganarse a la población es el corazón de este conflicto
La lucha por ganarse a la población es el corazón de este conflicto

El VRAE ya fue convertido en una Región Militar, donde se instaló un comando especial de las Fuerzas Armadas, bajo la jefatura del general EP Ricardo Moncada.

A diferencia del frente Huallaga, donde la Policía lleva la voz cantante y ha propinado duros golpes al frente dirigido por el senderista “Artemio”, para las operaciones contrainsurgentes se ha formado un comando especial único con la participación de los tres institutos armados y la Policía Nacional. Su sede está ubicada en el cuartel militar de Pichari, provincia cusqueña de La Convención, al igual que la del Frente Policial VRAE.

La lucha antidrogas es responsabilidad de la Dirandro, que cuenta con una base policial en Palmapampa, distrito de Santa Rosa, en la provincia ayacuchana de La Mar.

Luego que en agosto del 2008 se iniciara una ofensiva militar en el bastión senderista de Vizcatán, las fuerzas armadas instalaron bases móviles. Los senderistas se replegaron hacia el distrito de San Martín de Pangoa y la sierra de Ayacucho, Huancavelica y Junín.

La segunda fase de operaciones del Ejército tuvo un trágico comienzo en la emboscada de Sanabamba, donde murieron 15 militares el 9 de abril último.

Especialistas como Vargas critican la estrategia de muchas bases contrasubversivas pobladas de conscriptos. “Se requiere de menos bases, más inteligencia y personal de élite en las instalaciones”.

De hecho, el suboficial Veja Osorio aseguró a CARETAS que uno de los senderistas en el ataque habría sido un licenciado del Ejército que recibió cursos en la Escuela de Francotiradores y que fue captado por “José” y “Raúl”.

“Así me lo dijo el mayor Bocanegra, jefe de la patrulla militar atacada”, declaró en presencia de altos oficiales y enfermeras del hospital central FAP de la avenida Aramburú.

Un alto oficial del Comando Conjunto confirmó la información. Se trataría de un ex sargento cuya identidad se guarda en reserva hasta lograr su captura. “Tenemos información que algunos licenciados que culminan su servicio militar, se quedan en el VRAE y terminan como mochileros o asaltantes”, señala la fuente.

El diario La República reveló que investigaciones de la Dirección Contra el Terrorismo de Huancayo arrojan que los senderistas reclutan a ex conscriptos y les pagan 1,500 soles mensuales.

La lucha por ganarse a la población es el corazón de este conflicto, pero no queda claro si todos miran en la misma dirección. A pesar de las circunstancias, Fernán Valer comenzó con pie derecho su intervención en el VRAE.

Estuvo en la región durante los mismos días en los que se desarrolló el drama de Sinaycocha y convocó a los alcaldes para trabajar. Distritos fuertemente influenciados por la coca como San Francisco se resisten pero no fue rechazado por la mayoría.

Pidió mayor presencia de funcionarios de los ministerios y el presidente García le enmendó la plana. “Allí cometió un error mi amigo Valer”, dijo. “El país está descentralizado. Los gobiernos regionales también tienen a su cargo el desarrollo del país”. Hay presidentes regionales capacitados como Vladimiro Huaroc en Junín. Pero eso no ocurre en otras partes del VRAE. Y la grave situación no va a diferenciar instancias burocráticas.