Cuando los árboles hablan

El autor, Marc Dourojeanni, se pregunta, al inicio mismo de su libro: ¿por qué un ingeniero forestal debe escribir un libro de historia sobre el bosque tropical húmedo amazónico en nuestro país? De inmediato responde: porque “la historia de la forestería no es victoriosa“ en nuestro país. Para agregar luego que los “forestales de profesión, de vocación y de corazón” han sido derrotados. La prueba: los millones de hectáreas de bosque tropical deforestado y degradado en nuestra amazonía.

Este es el tema central de su libro Crónica forestal del Perú, Edición UNALM, 2009, 727 páginas. Se trata de un apasionado alegato contra la deforestación y degradación del bosque amazónico. Hace tiempo que no había leído un libro escrito con tanta convicción, conocimiento, cariño por la investigación, y a la vez con tanta furia, desencanto e impotencia.

Pero hay algo más que llama la atención: el libro lo firma Marc Dourojeanni, pero él mismo nos dice que se trata de un libro colectivo, donde varios autores toman la palabra para relatar lo que les corresponde en esta lucha contra los depredadores modernos del bosque en las últimas cinco décadas.

Se podría decir que todos ellos, más o menos, pertenecen a la denominada generación del 50, quizá la más importante del siglo XX en los diferentes campos del saber en nuestro país. No se trata de un libro de historia, sino más bien de una crónica forestal del Perú, pero una crónica muy singular que nos relata cómo surgió el conocimiento sobre el árbol, el bosque y específicamente sobre el bosque tropical húmedo amazónico en nuestro país. Una historia que nos interesa a todos en la actualidad.

Encontramos la hermosa historia de la visita del ingeniero belga Georges Vanderghem en 1901, acompañado de otros técnicos belgas, invitados por el presidente Eduardo López de Romaña, también ingeniero, para hacer una evaluación técnica de la agricultura comercial costeña, identificar problemas y proponer soluciones.

Una de ellas será la fundación de la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria en 1902, más tarde la UNALM. En los años 1908 y 1909 se promulgan las primeras leyes forestales importantes en nuestro país. En 1943 se crea el Ministerio de Agricultura.

Pero es el año 1963 el más importante para la forestería peruana, cuando se crea el primer régimen forestal peruano con la ley 14552 y casi paralelamente, en 1964, se pone en funcionamiento la Facultad de Ciencias Forestales en la UNAML. Son los años de esperanza.

Vendrá luego la “década perdida”, los 80, acompañados de hiperinflación y violencia terrorista. Ambos tienen profundas consecuencias en la UNALM y en el avance de las ciencias forestales. En primer lugar, los centros de investigación agraria de esta universidad, en las zonas de Amazonía, fueron atacados y destruidos por SL, empujando a docentes y estudiantes al nomadismo para suplir esta carencia. En segundo lugar, la hiperinflación pulverizó las remuneraciones de los docentes, llevándolos a trabajar en la empresa privada o en los organismos internacionales.

Los sorprendentes puntos de vista vienen cuando habla de los amigos y enemigos del bosque amazónico. Encontrar a Leguía entre los primeros, y a Fernando Belaunde entre los segundos, precisamente por la Marginal de la Selva que lleva su nombre, causa asombro y dudas. Corrigen, además, con rotundidad el artículo del presidente García, “El síndrome del perro del Hortelano”, para decirnos que el perro no anda suelto, ha estado más bien atrincherado en Palacio de Gobierno en los últimos 50 años.

Ya conocemos las cifras de los bosques deforestados y degradados. La deforestación ha sido muy intensa de 1950 a 1980; a partir del último año la migración a la selva disminuye por problemas de seguridad. En los años 1990 se regresa al patrón migratorio anterior y se extiende el cultivo de la coca.

La deforestación y la degradación de los bosques no han sido debidamente enfrentadas por el Estado, así se indica. El Perú, nos dice el autor, al referirse a la reforestación, “… está definitivamente más atrasado que la mayoría de los demás países del continente”.

¿Las causas de esta derrota? La ausencia de continuidad en las políticas para el buen manejo de los bosques naturales y la reforestación. Como si estuviéramos hablando de la educación, del guano, la anchoveta… Tenemos las leyes necesarias y también las instituciones, pero no son respetadas y las instituciones no funcionan adecuadamente, concluye. Sin embargo, una luz de esperanza se asoma cuando nos dice que sin la lucha de los forestales la situación ahora sería peor y por eso vale la pena contarla: “Si este libro sirve para evitar la repetición de errores o para estimular las acciones necesarias o, en cualquier forma, ayuda a mejorar el futuro, habrá alcanzado su finalidad y habrá satisfecho a sus autores”.

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