«Las personas buscan autorrepresentarse en el espacio público más adecuado para hacerlo: la calle»

Rabia, bombas, armas y muertes. El país convulsiona mientras los políticos al mando toman decisiones que aún no dan solución a la actual crisis social. En respuesta a ello, diversos grupos han hecho de la violencia su principal herramienta. Ayer, en un nuevo intento fallido por “restablecer el orden”, el ministro de Defensa, Alberto Otárola, declaró el estado de emergencia nacional por 30 días. Ya el tiempo nos dirá si fue o no una decisión oportuna ante la crisis que vive el país. 

En Lima, el centro del país y de los poderes políticos, cada cierta hora se escuchan pasar aviones, los cuales salen de la base área militar Las Palmas, Santiago de Surco. Mientras en otras ciudades, las Fuerzas Armadas custodian centros públicos y carreteras. Todo ello en respuesta a las manifestaciones en varias regiones del Perú. Para entender más a fondo el motivo del uso de la violencia en las protestas y entender el sentir de las mismas, INFOREGIÓN conversó con Carmen Ilizarbe, antropóloga y especialista en teoría política, quien resalta que «se debería mirar la situación con más preguntas que respuestas». 

«Se debería mirar la situación con más preguntas que respuestas»

En relación a su más reciente libro La democracia y la calle, vale la pena preguntarse la relación existente entre estos dos conceptos que, en tiempos de crisis, parecen ser convergentes. En este sentido, Ilizarbe sostiene que una de las razones principales por las cuales las personas se movilizan de tal manera en el Perú es por la búsqueda de representación. 

“En los últimos 25 años se ha hecho visible la importancia que cobra la participación popular en protestas callejeras. Es una forma de participación política importante y determinante en el funcionamiento de la política peruana. Y la democracia es un proyecto político tan largo como la fundación de la República, que ha tenido una serie de retos para institucionalizarse. En las últimas décadas, desde el inicio de los años 90, se hizo evidente el colapso de los partidos políticos. Han pasado más de 30 años y aún no hemos recompuesto ese sistema. Por ello, las personas buscan autorrepresentarse en el espacio público más adecuado para hacerlo: la calle”, argumenta. 

Represión. En Lima, la protesta en apoyo a Castillo fue duramente reprimida en la av. Abancay y luego en la plaza San Martín. Foto: Ernesto Benavides/La República
Foto: Ernesto Benavides/La República.

 

El rechazo a lo tradicional

Y aunque pareciese un fantasma del pasado, vale la pena recordar, tal como lo comenta Ilizarbe, el inicio de toda esta caótica situación, la cual nos ha llevado a señalar que, en promedio, hemos tenido un presidente por año- seis presidentes hasta la fecha. Fue en el 2016 que con la salida de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) se inició la crisis actual, provocada por un Parlamento opositor que bloqueaba cualquier intento de consenso. Aun así, el mismo PPK, tras dos años de gobierno, fue vinculado a actos de corrupción por el Caso Lava Jato que terminaron con su renuncia.

Estos hechos ahondaron el descontento hacia la política y hacia las mismas autoridades. Según Ipsos, en una encuesta realizada en mayo para el diario El Comercio (2022), los resultados afirmaban que entre los principales problemas que identificaban los ciudadanos se encontraba la corrupción- seguida por la delincuencia, la falta de empleo y la crisis política-; además, la falta de confianza hacia los políticos escalaba en un 78% desde el año 2017. Mientras que la desconfianza hacia el Congreso trepaba a un 72%. 

Si bien por sucesión presidencial era Dina Boluarte la persona encargada de asumir el cargo, su discurso de quedarse hasta el 2026 fue interpretado por muchos de manera que era aliada del Congreso. Ante ello, diversos sectores en varias regiones del país se levantaron y ejercieron su derecho a la protesta. Primero en Andahuaylas (región Apurímac), una ciudad que hasta el momento ha perdido siete personas, entre ellos dos menores de edad. Luego se unieron ciudades como Arequipa, Cusco, Ica, Huancavelica, entre otras. 

“Hay una sensación de muchos sectores de la población de haber sido excluidos, marginados y maltratados por los distintos gobiernos del país. Hay un sentimiento fuerte de postergación que se pierde en el tiempo”, advierte Ilizarbe.

Ante ello, nuestra entrevistada también sostiene que para entender aún más esta desconfianza hacia la política actual y las fuertes manifestaciones, se debe entender cómo ese mismo descontento se ha traducido en formas no tradicionales de hacer política: el activismo, como lo llaman los jóvenes. 

Un indígena con una bandera que pide la renuncia del Congreso.
La principal consigna de las recientes manifestaciones es que «se vayan todos». Fuente: EPA.

“Actualmente, muchas personas se unen a las marchas por convocatorias. Ahora se evitan mucho las jerarquías, los rostros visibles, las voces únicas. Se trata de que las demandas expresan un ánimo colectivo, pero anónimo a la vez. Eso se entiende como un repudio a las formas tradicionales de hacer política en el país”, sostiene. 

Pero esto no es un fenómeno solo del Perú. Ilizarbe recuerda el caso de Chile, país que en el 2019 tuvo como escenario una multitudinaria movilización en contra del alza en los pasajes de bus. Ello fue tomado como puente para realizar reformas que acaben con la desigualdad del país. “[La falta de liderazgo político] es un fenómeno que tiene dimensiones globales. Ahora las marchas no son lideradas por organizaciones o sujetos individuales, sino que son mucho más espontáneas y difíciles de controlar”, advierte. 

Violencia contenida 

Este mismo descontrol del cual Ilizarbe habla, también se ha traducido en violencia desmedida que se traduce en fiscalías quemadas, bancos, negocios e incluso el bloqueo de carreteras. Es así como vale la pena preguntarse, ¿en qué punto esa marcha pacífica de la cual todos los ciudadanos y ciudadanas tienen derecho termina por deslegitimarse?

“Se han cruzado límites que no están garantizados por el derecho a la protesta. El ataque y la destrucción de la propiedad pública y privada cruza esas líneas en las manifestaciones. [Sin embargo], en la mayoría de casos son pacíficas, porque ha habido un deseo de la gente de expresar su desacuerdo profundo con la política nacional y las acciones impulsadas desde el Congreso, porque se piensa que este Parlamento también debe irse. Pero esa negativa de la Presidenta [Dina Boluarte] y el mismo Congreso han generado más furia y rabia. Es lamentable que venga con violencia y con personas que se infiltran. Eso es condenable”, sostiene la autora del libro La democracia y la calle. 

Un joven gritando arengas durante las protestas en Perú
Fuente: EPA.

Otra posible explicación, según Ilizarbe, es la represión del Estado, la cual hasta el cierre de esta edición ha dejado siete personas fallecidas. “No solo son los vándalos que incendian y toman locales o las protestas que se desbordan, sino también acciones violentas de la policía. El maltrato, la vejación y el asesinato son tomados como formas normales de la acción policial y eso de ninguna manera es tolerada en una democracia”, precisa. 

En el Perú, según la Defensoría del Pueblo, la gran mayoría de conflictos sociales se deben a la desigualdad persistente en nuestro país. Esto se debe a que el  55% de la población considera que el país es muy desigual económicamente -(ENADES 2022) elaborada por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) y Oxfam. Estas cifras también se entienden como factores determinantes para las constantes manifestaciones y protestas ciudadanas que se dan en el país. 

El maltrato, la vejación y el asesinato son tomados como formas normales de la acción policial y eso de ninguna manera es tolerada en una democracia”.  

-Carmen Ilizarbe

A pesar de todo, esos azuzadores de los cuales habla el premier Pedro Angulo (que enfrenta denuncias por acoso, 13 investigaciones fiscales y vínculos con el prófugo César Hinostroza) sí existen y están causando daños a la propiedad pública y privada. No obstante, vale la pena mencionar que las respuestas de los poderes del Estado, tanto del Ejecutivo y Legislativo, no se han mostrado eficaces para consolidar el diálogo, ¿hasta cuándo el país estará fragmentado? Ilizarbe no cree que el Perú haya estado fragmentado nunca, porque la unidad nunca ha existido. 

“No sé de dónde nos hemos fragmentado, porque no sé en qué momento nos hemos unido. El Perú es un país diverso culturalmente. No podemos estar de acuerdo en todo. Somos un país profundamente desigual. Esto hace difícil el proyecto de la democracia. Ahí tenemos un gran problema que resolver porque la corrupción se ha ahondado. Creo que haríamos bien en dialogar y escuchar. Mirar más y acercarnos más con preguntas que con respuestas”, considera Ilizarbe.