“Construí mis dos primeras colmenas con algunas maderas de la zona, un martillo, clavos y un serrucho. Así empezó mi pasión por las abejas y fue los más satisfactorio para mí”, nos narra Joel Medina Pariona, un apicultor del distrito de Santa Rosa (La Mar), en el Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem). Él forma parte de los más de 40 mil productores apícolas que hay en nuestro país, según el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri).
El consumo per cápita de miel de abeja superó los 150 gramos al año que se tenía en el 2017, según informó la Asociación de Exportadores (ADEX), principalmente por las propiedades medicinales de este producto empleado para el tratamiento del coronavirus. Esto significó una oportunidad para muchos apicultores del Vraem y todo el país, más aún cuando el Midagri estima que, en el 2025, la producción de miel de abeja será de 3 mil toneladas.
Panorama actual
Una de las mayores debilidades de esta actividad milenaria es la inexistencia de un registro actualizado del volumen de producción, ventas, consumo, y específicamente de la dinámica apícola en el Vraem. Para Daniel Figueroa Torre, secretario de la Confederación Nacional de Apicultores del Perú (Conapi) que agrupa a 1036 productores a nivel nacional, el último Censo Nacional Agropecuario data del 2012 y “respecto al Vraem, en lo absoluto no hay cifras, y aún no logró coordinar con los productores del valle para respaldarlos en sus demandas”, enfatizó.
En tanto en el Vraem, la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida), agrupa a 88 apicultores en 7 distritos de Ayacucho y Cusco, a quienes los capacita permanentemente y entrega equipos apícolas. Joel Medina nos comenta que la demanda de miel de abeja es alta, frente a una oferta que apenas cubre el mercado local. “Mi producción bordea los 500 kg. anuales, pese a ello, se requiere de un ma-yor volumen para cubrir la gran demanda”, refirió.
Amenaza apícola
A los apicultores les preocupa la ampliación de la frontera agrícola para fines de cultivo de la hoja de coca, pues “amenaza los bosques y propicia la muerte de nuestras abejas”. Sin embargo, Nicanor Pillaca apicultor del distrito cusqueño de Villa Kintiarina y apasionado de la miel, señala que “por ahora, ha parado un poco la deforestación y el uso de insecticidas”.
De acuerdo con el reporte del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), en sólo cuatro distritos del Vraem (Kimbiri, Pichari, Villa Virgen y Villa Kintiarina) del 2001 al 2016 se perdieron 8801 hectáreas de bosques. Lo más preocupante fue que, durante la pandemia, “la tala ilegal se incrementó exponencialmente porque no había autoridades que fiscalicen, comentó un representante del Serfor con sede en Pichari. Sin embargo, la ejecución de algunos proyectos de reforestación en la zona coadyuva a reducir este problema.
Nuevos vientos
Durante la pandemia, esta “actividad colmenera” tuvo un compartimiento sui géneris, pese a que muchos sectores fueron golpeados por la crisis sanitaria. El cambio de hábito de consumo y el incremento de preferencia por los alimentos saludables, hizo que este rubro tuviera un alza considerable, lo que motivó a que algunos productores en el Vraem retomaran esta actividad con mayor fuerza. Actualmente, muchos apicultores destacan el precio de la miel de abeja que se mantiene a S/40 soles el kilo en el mercado local, a diferencia de su costo prepandemia que era de 20 soles.
Fuente: Diario «Jornada», de Ayacucho