Fertilidad, crecimiento y prosperidad, eso es lo que simboliza el concepto de Madre Naturaleza. En nuestro país, esas nociones tienen un significado sagrado que se expresa a través de la tradicional fiesta de la Pachamama, que es una ceremonia de gratitud por todo lo que ella nos da.
La naturaleza está de regreso. Y es que ella simboliza a la mujer luchadora, aquella que nos da vida, nos protege, nos alimenta y nos da los recursos para subsistir y progresar.
Con esas consideraciones y a modo de homenaje a las mujeres del mundo, cuya efeméride se celebra cada 8 de marzo, presentamos a continuación estas interesantes historias de mujeres que dedican su vida a proteger nuestras áreas naturales.
Tocando el cielo en el Santuario Nacional de Ampay
Un día, al equipo de Graciela Hilares le tocó subir a la cima del nevado Ampay, de Abancay. “Hasta los 5250 metros sobre el nivel del mar”, dice ella con precisión, recordando aquel instante cuando la soga que la sujetaba se desprendió y estuvo a punto de caer al vacío. Rápidamente, uno de sus compañeros le lanzó otra soga y la jaló para evitar que siguiera cayendo. “Cuando estuve en la cima, abrí mis brazos y di gracias a Dios, con gran felicidad y todos aplaudieron”, afirma.
Graciela tiene más de 12 años trabajando como guardaparque en el Santuario Nacional de Ampay, en el distrito de Tamburco, provincia de Abancay, en Apurímac. La voz se le quiebra hasta el llanto al contar su historia. Cuenta con orgullo que se inició como técnica agropecuaria y que su afán de progresar y de conocer más sobre la naturaleza la impulsaron a convertirse en ingeniera agrónoma, lo cual ha complementado con su preparación como bombera forestal.
Ella se siente dueña de su “paraíso” y agradece a Dios por haberla puesto en ese lugar, donde labora diariamente desde muy tempranas horas, incluso antes del amanecer. “Esto lo siento como mi propiedad, siento que soy la dueña. Es bonito, es una experiencia excelente”, remarca.
Agrega que su trabajo lo hace con bondad y sabe que su función de monitoreo y patrullaje sirve para proteger la biodiversidad. Por eso se preocupa por la irresponsable extracción de árboles y de orquídeas, así como por la cacería furtiva de venados y aves.
Asimismo, refiere que también han recibido amenazas por evitar las actividades ilegales en esa área protegida. “En algunas ocasiones hemos ido de patrullaje y nos hemos encontrado con cazadores furtivos, quienes nos amenazaron con sus armas. En otro momento, fuimos emboscados por moradores que habían abierto un bosque”, comenta.
Graciela dice que no hay otro lugar en el mundo donde le gustaría estar si no es en Ampay. Más aun ahora que hay aves migratorias en etapa de anidación. No hay nada mejor que trabajar en un lugar donde se escucha el canto de las aves, el sonido arrullador de los árboles y del recorrido de las aguas de los manantiales por las quebradas, acompañado del agradable olor de las plantas aromáticas. “Es lindo, chiquito, pero poderoso. Es una isla biológica. Bien bonita es Ampay, con sus hermosas lagunas, su nevado y su bosque. Nunca cambiaría la vida de eso”, subraya.
Atrapada por una manada de perros salvajes en el Santuario Histórico de Machupicchu
Mientras se desarrollaba esta entrevista, Ruth Calderón describía orgullosamente lo que sus ojos estaban viendo en el bello paisaje del Santuario Histórico de Machupicchu. Desde su privilegiada ubicación en el puesto del kilómetro 82 o Piscacucho, contaba lo que sus ojos estaban viendo. “Nuestro puesto de control y vigilancia es uno de los mejores del Santuario, la habitación de las chicas está mirando con dirección hacia el Cusco, entonces puedo mirar todo”, relata, y añade que las aguas del río Vilcanota tienen ahora un color marrón.
En sus más de doce años de labor como guardaparque en dicha área natural protegida (ANP), tiene muchas historias que contar, pero recuerda una que puso a prueba su valor y temple de guardiana de la naturaleza.
Era mediodía, y ella cumplía su labor de control y vigilancia en el tramo del kilómetro 104 del Santuario. Mientras caminaba, sola, y fotografiaba flores, de súbito, apareció una manada de capisos (Sihuayro, les llama ella), “parecidos a los perros, pero salvajes”. Un grupo de la manada estaba trepado a un árbol ubicado a unos dos metros y otro estaba detrás de ella. En medio del camino se quedó parada, mientras sentía que los animales la observaban alertas a su próximo movimiento. Felizmente nada malo le ocurrió. “Les dije: no les haré nada, yo estoy aquí para cuidarlos”, expresa.
Ruth es licenciada en turismo y desde que entró a trabajar sigue encantada con la gran variedad de plantas y flores que hay en el Santuario y no se cansa de tomar fotos para su amplia colección. “Es emocionante porque cada flor, cada planta, cada fruto que uno ve tiene formas sorprendentes. Pasa lo mismo con los distintos tipos de insectos, mariposas, saltamontes… La verdad, es maravilloso”, afirma.
Actualmente cumple las tareas de monitoreo de la flora y fauna; control y vigilancia; y asistencia para el ingreso de los visitantes. “Para mí es algo sorprendente y mágico. Si estoy tantos años aquí es porque me gusta la naturaleza; más que todo me gusta la conservación de la flora y fauna”, comenta. Ruth hace un llamado a la población para que aprenda a cuidar el ambiente. “Si no habría esa naturaleza, qué sería de nosotros”, reflexiona.
La poderosa naturaleza en el Parque Nacional del Manu
Sandra Ramos, con 14 años de trayectoria en la conservación del Parque Nacional del Manu (ubicado en los departamentos de Cusco y Madre de Dios), también es una de las guardaparques del Sernanp con más experiencia en el país. Su pasión por la naturaleza la complementa con los saberes y conocimientos ancestrales de la cultura machiguenga. Su destacada labor fue reconocida con el Premio a la Conservación “Carlos Ponce del Prado 2019”.
Para ella es un orgullo ser guardaparque, dice que es una carrera muy digna y grata que le ha permitido aprender y querer las áreas naturales protegidas.
En una ocasión, en su primer año de labor en el Manu, estuvo a punto de ser llevada por las bravas aguas del río, pero eso no la amilanó, pues sigue firme en su trabajo ambiental. “Fue un momento impactante porque recién comenzaba, pero me sirvió para entender lo poderosa que es la naturaleza y entender sus señales”, manifiesta.
Mujeres guardaparques
Según los registros del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), adscrito al Ministerio del Ambiente (Minam), en el Perú, hay 14 jefas de áreas naturales protegidas (ANP).
Entre las ANP que cuentan con más número de mujeres guardaparques están: el Santuario Histórico de Machupicchu con 18, la Reserva Nacional Pacaya Samiria con 14; la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras con 12, el Parque Nacional Huascarán con 11 y la Reserva Nacional de Paracas también con 11.
Liderazgo de la mujer indígena en la Reserva Nacional Matsés
Nidya Carpio trabaja en la Reserva Nacional Matsés, en Loreto. Su trayectoria en las labores de conservación empieza en el 2004 como guardaparque y fue avanzando hasta ser jefa de cuenca y luego especialista de planeamiento de enlaces territoriales. Actualmente, está a cargo de la Jefatura de la Reserva Nacional Matsés, desde el 2013, contando con 19 guardaparques, de los cuales 17 son varones y 2, mujeres.
Gracias a su liderazgo, coordina directamente con el jefe máximo y la Junta Directiva de la comunidad Matsés, que agrupa a 4500 nativos, aproximadamente, quienes reconocen su labor de conservación de los dominios de la selva.
Áreas naturales protegidas en Amazonas
A estas historias también se suman las acciones conservacionistas de Jessica Tsamajain, líder awajun y jefa de 3 áreas naturales protegidas en Amazonas: el Parque Nacional Ichigkat Muja-Cordillera del Cóndor, la Reserva Comunal Tuntatanaín y la Zona Reservada Santiago Comaina.