El cambio climático ha afectado la agricultura campesina, altamente dependiente de la temporalidad de las lluvias. Hasta hace algunos años, la época de las precipitaciones eran cinco meses al año, entre noviembre y marzo; actualmente apenas llega a llover tres meses.
“El cambio climático lo está modificando todo. El cambio climático significa vida o muerte para las familias que basan su vida en la agricultura. Es quedarte en un lugar que no sabes cuándo va llover o cuándo va a terminar de llover”, afirmó Félix Almendras, gerente de proyectos de ProAgro, organización no gubernamental que trabaja en mejorar las condiciones de vida de las familias campesinas, al informativo español iAgua.
ProAgro está llevando a cabo el proyecto “siembra y cosecha de agua” en Bolivia para responder al problema de escasez de agua debido a las bajas tasas de recarga hídrica y la rápida desaparición de los nevados que alimentan sus fuentes primarias, a lo que se suma el aumento de las granizadas y severidad de las heladas.
La siembra y cosecha de agua, o crianza de agua, se realiza adaptando las hoyadas naturales para almacenar aguas de escorrentía hasta lograr la formación de “lagunas artificiales”, construyendo diques con piedras, arcillas y cenizas. También se siembran plantas nativas para incrementar el caudal de los manantes y perennizar el agua de los puquiales y bofedales, a las cuales se les llama “madres del agua”.
En los valles interandinos de Bolivia los cultivos más importantes son maíz, trigo y papa, destinados principalmente al autoconsumo. “Se trata de cultivos tradicionales cuyo ciclo agrícola está entre cuatro o cinco meses”, precisó Almendras. “Pero si las lluvias no empiezan en noviembre o diciembre, las familias no pueden sembrar a tiempo”.
Según el estudio “Adaptación al Cambio Climático: Cosecha de Agua de Lluvia con ‘Atajados’ en Bolivia”, publicado en el 2016 por ProAgro y la Cooperación Alemana al Desarrollo (GIZ), “frecuentemente, los productores sufren la merma o pérdida de su cosecha causada por sequías o eventos climáticos extremos como lluvias torrenciales, heladas a destiempo y granizadas. Estas pérdidas ponen en peligro la seguridad alimentaria de las familias campesinas, desmotivan a los productores a seguir con la actividad agrícola y ocasionan efectos de migración permanente hacia los centros poblados u otras regiones con falta de mano de obra no calificada”.
Protección de fuentes de agua
“Las lluvias se concentran en pocos meses del año —mayormente entre noviembre y abril— lo que significa que el período apto para la producción agrícola es corto. Además, la intensidad de muchas de las precipitaciones trae como consecuencia que buena parte del agua no puede ser aprovechada por las plantas, debido a la rápida escorrentía superficial. Pero, aún en época de lluvia suelen darse los llamados ‘veranillos’, es decir, tiempos prolongados sin precipitaciones que tienden a mermar las cosechas. Fuera de ello, el volumen total de precipitación tiene un alto rango de fluctuación, lo que dificulta la planificación de las actividades agrícolas”, indica el documento.
El término “atajados” proviene de la palabra atajar o detener, explica el Instituto Interamericano de Cooperación para Agricultura (IICA): “Los atajados [también llamados q’ochas o lagunas] son pequeños estanques excavados en tierra para almacenar agua de lluvia y de otras fuentes. Presentan bajos costos de construcción y son apropiados para zonas áridas con precipitaciones concentradas en pocos meses del año. Se aplica tecnología tradicional, que por su dimensión es adecuada para unidades familiares o multifamiliares. Es una técnica de cosecha de agua, por lo tanto la impermeabilización del reservorio es fundamental”.
La experiencia de la siembra y cosecha de agua permite proteger las fuentes de agua, pero además se aprovechan los niveles de inclinación del terreno para construir represas en las zonas altas con el fin de almacenar 80,000 a 100,000 m³ de agua que pueden abastecer unas 30 a 50 familias que viven en zonas bajas.
ProAgro también promueve los “tanques ferrocemento”, reservorios que son construidos aprovechando los “ojos de agua”. Tras localizarlos, se protege la zona principalmente con plantas y se canaliza el agua hacia el tanque que abastece a tres o cuatro familias, manifestó Almendras.
El agua “cosechada” a través de estos sistemas, agregó Almendras, “permite a los campesinos un riego complementario para sus cultivos, además del de las lluvias. Gracias a ello, los agricultores pueden llevar a cabo una segunda siembra que llaman ‘misca’ y que normalmente se realiza entre julio y octubre. Algunos han llegado a crear un tercer periodo, el ‘postrero’, que va de marzo a junio, y completa el año”.
Para Almendras, esta práctica mejora la seguridad y soberanía alimentaria ya que permite cosechas más continuadas, mejorando los ingresos de las familias campesinas y garantizando el abastecimiento de alimentos a la población.