Profesionales que compran y venden títulos y valores en la bolsa de Nueva York consumen cocaína

La revista Caretas publicó un informe dando cuenta de otro problema detectado en la bolsa del Wall Street de Nueva York: el consumo de drogas, en particular cocaína, entre los profesionales que compran y venden títulos y valores en los “trading rooms”, tema destapado a raíz de un proceso judicial iniciado el 27 de setiembre último en una corte de esa ciudad por Sharpe Capital Inc., agencia de bolsa inscrita en Nasdaq.


 


La cocaína ingresó en el corazón mismo del capitalismo contemporáneo y puede ser responsable más que parcial de las extravagancias financieras que han generado la grave crisis mundial actual.


 


El litigio entre los socios fundadores de Sharpe Capital Inc. y el divorcio de dos importantes ejecutivos, William Kirincich y Judy Payer, hizo que ésta revelara operaciones fraudulentas y el uso generalizado de la cocaína entre el personal de la empresa, no sólo como estimulante “recreacional” en el trabajo sino como instrumento para comprar favores y obtener información privilegiada.


 


Sharpe Capital Inc. es una empresa mediana conocida con más de 300 empleados y oficinas en Nueva York, Florida, Nueva Jersey e Indiana que manejaba unos 8,000 títulos y recaudaba US$ 100 millones de ingresos brutos al año. El contencioso busca recuperar US$ 2,975 millones en remuneraciones ilícitas presumiblemente obtenidas por Kirincich y otros ejecutivos desde 1995.


 


La cifra es muy superior a los “paracaídas dorados” cobrados recientemente por directivos de empresas quebradas. El requerimiento, por lo tanto, parece estimulado, como tantos otros descomunales números que rondan este crash financiero del siglo XXI, por algún psicotrópico.


 


Quizás el antecedente más notable del efecto trascendente que pueden tener los estupefacientes en la economía y en la propia historia lo constituyen las Guerras del Opio del siglo XIX. Evidencias de una mentalidad desorbitada, que pierde el sentido de las proporciones y el cielo es el límite, se habían dado antes.


 


Casos críticos


 


En enero del 2008, la venerable Société Générale de Francia anunció que uno de sus funcionarios, Jérôme Kerviel, operador de bolsa de 31 años considerado como un “genio de la cibernética” por sus compañeros de trabajo, había abierto un hueco de 4,900 millones de euros. Société Générale se salvó con aportes de J.P. Morgan y Morgan Stanley.


 


Finalmente, este diciembre reventó la madre de todas las pirámides –la empresa de gestión de activos BMIS de Bernard L Madoff– con sus US$ 50,000 millones de déficit fraudulento e inconcebible colección de clientes ensartados. Entre las principales víctimas de Madoff figuraran 23 bancos importantes, lo cual da una idea del ambiente exuberante pero insensato que ha prevalecido, asociado con un excesivo consumo de alcohol o de algún alcaloide.


 


Esto de que a punta de “topetazos” Wall Street y otros altos estratos financieros hayan estimulado las operaciones que están terminando por gestar un fenómeno económico depresivo mundial –similar al que padecen los adictos cuando les falta la “merca”– es algo realmente exótico.


 


Exótico pero, de paso, no del todo desconocido en ciertos círculos precavidos.



El Banco de Crédito del Perú (BCP), por ejemplo, somete a una prueba capilar a todo postulante antes de integrarlo a su personal. Y no es la única empresa que ahora hace ese dopaje en el Perú. En Wall Street, sin embargo, parecen no ser tan rigurosos.


 


El 16 de abril del 2008, por ejemplo, un procurador federal anunció en Nueva York que 9 empleados en la empresa corredora de títulos y valores Brooks, Robins & Leeds, Inc. habían sido detenidos en vinculación a un caso de drogas.


 


Pocos día después Davis, Polk & Wardwell anunció que había despedido a 3 funcionarios. Se trata de un estudio de abogados vinculado a Wall Street y había descubierto que sus beepers eran utilizados para comercializar cocaína entre algunos asociados y clientes.


 


Esta semana, finalmente, Larry Kudlow, destacada figura de Bear Stearns, comentarista distinguido de asuntos económicos en radio y TV, y otrora parte del equipo económico de Ronald Reagan, confesó públicamente y entre sollozos su adicción a la droga.