San Gabán: Momento de decisiones

De San Gabán, en la provincia de Carabaya, Puno, se sabe muy poco. Pero lo que no debe ignorares jamás es que se trata de uno de los territorios de nuestro Perú que están afectados por el problema de la minería ilegal y los cultivos de coca para el narcotráfico. ¿Hasta cuándo?

Si bien la minería ilegal ha sufrido un retraimiento en los últimos años, y hoy no expresa la importancia que tuvo en el 2010, sigue siendo un problema grave para el medio ambiente pues genera altos niveles de contaminación –a través del uso de sustancias químicas-. También inseguridad en las pequeñas ciudades.

Después de las interdicciones realizadas por las autoridades, la actividad ilícita se da principalmente a nivel del “chichiquero”, que es aquel productor individual que utiliza equipos rudimentarios y casi ninguna maquinaria, y que opera en el río Inambari, en Puerto Manoa y en las quebradas Oroya y Esquilaya, además de Cuesta Blanco.

Algunos están metidos en zonas protegidas y otros en concesiones mineras de terceros. Al igual que en Sandia, esta actividad responde a mafias que se encargan del acopio del mineral –pagando precios ridículos a los extractores-, para luego comercializarlo a precio mayor en los mercados bolivianos.

Los daños ambientales y amenazas a la zona de amortiguamiento de la Reserva Natural de Bahuaja-Sonene, resultan principalmente por esta actividad de la minería ilegal. Y también por la multiplicación de los cultivos de coca.

Entre tanto, la ansiada puesta en marcha de las obras del proyecto de San Gabán III, tiene sus luces y sombras: para algunos podría convertirse en el ente generador de empleo local, pero para otros, afectar el medio ambiente.

EL DESAFÍO DEL NARCOTRÁFICO

Sin apoyo del Estado en cuanto a vías de comunicación y programas sociales, las posibilidades de desarrollo en la zona son modestas. También figura el poco interés puesto en impulsar iniciativas de reconversión productiva y cultivos alternativos.

Horacio Carpio Andrade, presidente del Frente de Defensa de los Intereses de San Gabán, recuerda que cuando hubo la erradicación forzosa del 2004, el Estado prometió mucho, pero al final no cumplió y hubo hambre entre la gente.

Estos factores han sido aprovechados por el narcotráfico, que ha sentado sus reales convirtiéndose en el principal cliente de los miles de campesinos cocaleros que, en muchos casos contra su voluntad, vienen sembrando la hoja de coca para incrementar sus ingresos.

Algunos dirigentes populares tampoco ayudan en buscar alternativas viables en favor de su pueblo. Con frecuencia, sirven de caja de resonancia de versiones interesadas en generar el caos, anunciando, por ejemplo, una nueva erradicación, así como haciendo llamados “para la lucha”.

Por ejemplo, Hilda Henríquez Tito, presidenta de Asociación de productores Corona de Pro San Gari, y ex presidenta de los Ronderos de San Gabán, se muestra de acuerdo con la erradicación, pero para “los que siembran harto”.

Ella afirma que los campesinos apenas obtienen una o dos arrobas para el chacchado familiar. Sin embargo, conservadoramente, se calcula que el 30% de la economía del distrito está basada en esta actividad ilegal. La preocupante realidad parece indicar que es mucho más que un puñado de hojas.

BITÁCORA

Los habitantes coinciden en que el principal problema de San Gabán es la falta de empleo. Sin embargo, la presencia de la carretera interoceánica que une el Atlántico con el Pacífico podría ser una oportunidad para llevar desarrollo a la zona.

Para ello, hacen falta proyectos impulsados por el Estado, así como tecnología, asesoría especializada y mecanismos de financiamiento sostenibles, que permitan que la producción de café y piña, que por el momento es de pequeña escala, puedan tener la oportunidad de alcanzar nuevos mercados, primero a nivel regional, luego nacional y acaso con el tiempo puedan llegar al mundo, como ha ocurrido con otras zonas, como San Martín.

La hoja de coca se expende en los mercados y tiendas en bolsitas de 10 soles, pero el verdadero cliente es el narcotráfico, quien mueve millones de dólares manchados de sangre.