Film catastrofista que aprovecha una cuestión de rabiosa actualidad: el cambio climático. Una perturbarción en la corriente del Atlántico produce una cataclismo de proporciones planetarias. Deshielo, tormentas, huracanes, que traen consigo una nueva era glacial. Nueva York es una de las ciudades afectadas, donde Sam Hall queda atrapado con unos amigos en la Biblioteca Pública. Pero papá Hall, experto climatólogo, acudirá al rescate.
Estupendos efectos especiales, con la Gran Manzana inundada y cubierta de nieve, y acierto en la elección de Jake Gyllenhaal como adolescente desastrado, un poco a lo Tobey Maguire en Spider-Man, pueden anotarse en el haber de la película entregada por Roland Emmerich (Independence Day, El patriota), que círcula por los cánones clásicos del género, el esquema de mostrar a diversos personajes en peligro. Algún elemento original (los todopoderosos EE.UU. pidiendo ayuda al Tercer Mundo, la quema de libros para obtener calor) no ocultan los puntos débiles: la obcecación del padre por ir a buscar a su retoño, poco verosímil, y el modo en que se resuelve el film, donde las cosas ocurren porque sí. También resulta llamativa la ausencia de lo trascendente en una historia que nos presenta poco menos que la inminencia del fin del mundo.
El 1 de abril de este año, dos meses antes del estreno en cine de El día de mañana, científicos de la NASA recibieron un curioso correo electrónico. En él sus superiores, a través del jefe de prensa, pedían que “nadie de la NASA conceda entrevistas o haga comentario alguno con respecto a lo que vaticina la película”. La intención era no provocar alarmismo en el público estadounidense y evitar indisponerse con la administración Bush. Tal indicación molestó a los investigadores, hasta el punto de que la NASA tuvo que recular. Una portavoz aclaró la disposición de la agencia a atender a los periodistas que solicitaran el punto de vista científico, pero que no promovería activamente tal disponibilidad.
Los efectos especiales de esta cinta son tan realistas que el espectador llega a sentir frío. Los extensos decorados fueron cubiertos por completo de nieve artificial, creada con trozos de papel, patata y polímero. Según los responsables de los efectos, podrían haber cubierto todo Manhattan con nieve de mentira. Por su parte, los actores aseguran que tardaron semanas en quitarse los restos de encima.
Decine21 estuvo con el director Roland Emmerich, en su visita a España para promocionar su trabajo. El director alemán aclara que es la cinta de la que está más orgulloso. “Combina mi habilidad para las historias que incluyen efectos especiales con mis inquietudes”, dice. Asimismo explica el patriotismo de sus películas estadounidenses, que le han hecho acreedor de duras críticas, sobre todo en Europa.
“Independence Day, quería ser una historia de conciliación, por eso el protagonista era negro”. En el caso de El patriota, cree que “fue mal entendida en Europa, pues sólo quería contar la revolución americana. La revolución francesa no se ve de forma negativa”, comenta.
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