De la pesadilla a la esperanza en el Monzón

Fue una pesadilla muy larga la que vivieron miles de peruanos en el Monzón (Huánuco). Cuarenta años secuestrados por el terrorismo, el narcotráfico y muchos mafiosos que se hacían llamar dirigentes cocaleros. Lo trágico de esta historia es que los gobiernos de turno y la clase política limeña nunca se dieron por aludidos y, a veces, hasta parecía que no estaban enterados.

El proceso de recuperación de este valle comenzó con la operación policial “Eclipse 2010”, dos años después fue capturado Artemio con lo que se liquidó al grupo terrorista. Estos hitos prepararon el terreno para que inmediatamente después erradicaran más de diez mil hectáreas de coca y expulsaran a las firmas del narcotráfico. Cumplido con este objetivo, casi de manera espontánea, se generó condiciones de seguridad para que la inversión privada vea con buenos ojos a este valle que parecía destinado al eterno sufrimiento.

El Monzón ya no es más el santuario de la cocaína. Su especial ubicación geográfica y su bondadoso río lo convertirán en los próximos años en el valle de las hidroeléctricas. Producirán para el país energía limpia, renovable y con estándares ambientales altos. A cambio, los montisonenses recibirán el canon hidroenergético por muchas décadas, con el que podrán financiar sus proyectos más urgentes y anhelados, esos que ningún gobierno quiso o se interesó en hacerlos.

Al momento hay dos hidroeléctricas en plena ejecución: “08 de agosto” y “El Carmen”. En los próximos meses comenzarían los trabajos del proyecto más grande conocido como Belo Horizonte. Pero también vienen otros, como el “Muscapata”, “Chaupiyacu”, “Nueva Esperanza”, “Pan de Azúcar”, “Pacchac”, “Chapacra” y “Anayacu”. Son diez hidroeléctricas en carpeta, con estudios muy avanzados.

La consecuencia inmediata de estos proyectos de inversión será la generación de oportunidades de trabajo para una población que se encuentra entre la pobreza y la casi indigencia. Qué duda cabe que va a dinamizar la economía, especialmente en el rubro de los servicios: restaurantes, hospedajes, transporte local, productos agrícolas, etc.

Es posible que en los próximos años la inversión privada haga el trabajo que el Gobierno nacional no pudo hacer: darle una esperanza de vida digna (fuera de la coca y la cocaína) a los peruanos de ese valle.

Pero, para variar, hay un personaje que pretende arrastrar, nuevamente, a todo un pueblo a la penumbra y a los años ignominiosos, se ha declarado enemigo de la inversión privada. Se trata de Job Chávez, alcalde del Monzón que pretende reelegirse. El argumento que esgrime es surrealista. A muchos nos subleva el cinismo de este personaje cuando dice que las hidroeléctricas van a contaminar el agua y la tierra. El alcalde fue y es un dirigente cocalero, de esos que decían “coca o muerte”, sabiendo que toda su producción terminaba en los laboratorios de cocaína, desde donde desaguaron, por cuatro décadas, toneladas de insumos químicos que envenenaron a los ríos y a la tierra. Eso sí es contaminación.

¡Qué tal conciencia…que un defensor de la narcococa pretenda disfrazarse de defensor del medio ambiente¡ En realidad esta oposición no es más que la mascarada para seguir promoviendo la resiembra de la coca y la añoranza de volver a los años del dinero fácil.