“Yo soy la castañera, castañas te vendo yo, son ricas y redonditas, todas de color marrón” dice a la letra una canción infantil que bien es representada por Juana Payaba Cachique, una castañera desde la cuna, que ha dedicado su vida entera al aprovechamiento de este fruto bendito que crece en su comunidad nativa, Tres Islas, a 25 minutos de Puerto Maldonado.
Rodeada totalmente de un tupido bosque, con casi 15 mil hectáreas llenas con inmensos árboles castañeros, desde hace cuatro años los pobladores han constituido el Comité de Castañas de Tres Islas, dándole valor agregado al fruto, a través de la producción de aceite y snacks de castaña, los cuales están siendo comercializados con la finalidad de posicionarse en el mercado peruano y también, el extranjero.
Acompañando a la comunidad de Tres Islas, llegaron a Expoalimentaria 2014, también representantes de la comunidad nativa Ese’eja de Palma Real, con sus bellos trabajos en cestería utilizando como materia prima la liana llamada tamshi, fabricados solo por las mujeres de la comunidad, refiere Teófila Saavedra, representante de la comunidad.
Tanto el aceite de castaña y los snacks, como las artesanías, son elaborados con insumos naturales, como los mismos frutos, o fibras, semillas y tintes naturales, que revaloran las costumbres ancestrales de las comunidades y permite una participación activa de las mujeres; se manejan de manera sostenible, pues incluyen planes de manejo forestal que permiten la regeneración del bosque; además, el valor agregado que se les da permite generar mayores ingresos para las familias de las comunidades nativas.
Tanto Tres Islas como Palma Real han recibido el apoyo sistemático de Rainforest Alliance, quien las ha apoyado para que coloquen sus productos en un stand en la Expoamazónica 2014, realizada hace poco en Lima.
El trabajo con las comunidades se inició en 2010, recuerda Javier Martínez, en ambos casos era necesario implementar el control de calidad, asegurar la sostenibilidad de los productos, darles acceso a financiamiento, conseguirles mejores mercados, ayudarles a participar en ferias y trabajar proyectos de vida.
“Ha sido un proceso bastante largo porque no solo es la parte productiva, sino también la organizativa, hubo mucho trabajo para organizar los grupos productivos, coordinaciones con las juntas directivas de las comunidades, ver algunos documentos de planificación, planes de trabajo elaborados por las mismas comunidades, planes de vida, su zonificación, sus planes de manejo forestal, todos estos instrumentos de gestión que les permita desarrollar una actividad sostenible”, detalló Javier Martínez.
Las expectativas de estas comunidades en el mercado internacional son grandes, pero debemos empezar por casa, y ser los mismos peruanos, quienes consumamos en abundancia estos productos.
(*) Publicado en la revista InfoRegión No. 6.
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