Pobladores se adaptan a los efectos del calentamiento global

En Áncash. A través de alianzas entre universidades, autoridades y mancomunidades de las principales cuencas se busca aprovechar las reservas de agua que disminuyen, producto del retroceso de los glaciares en región Ancash.

Los expertos estadounidenses aceptan con resignación que les es imposible detener el retroceso de nuestros glaciares, en especial los de la Cordillera Blanca, las mayores víctimas de ese terror llamado Calentamiento Global. Por consecuencia, saben que, en contados años, las raciones de agua que nutren las cuencas a los pies de la Cordillera Blanca mermarán. Ahora, lo que pretenden hacer, junto con el gobierno peruano, es concientizar a los agricultores de la zona a saber trabajar con la poca cantidad de agua con la que se valdrán en el futuro.

El proyecto conjunto ‘Asegurando el Agua y la Vida en la Montaña’ busca que tanto organizaciones sociales como universidades públicas, gobiernos municipales, comunidades rurales y campesinas para afrontar la escases de agua.

Para darnos una idea de la magnitud del problema: desde el segundo gobierno de Fernando Belaunde a la actualidad se han perdido el 30% de los glaciares que posee la Cordillera Blanca, capas de hielo que se vinieron acumulando desde hace más de 1.600 años, cuando el emperador romano Constantino I adoptaba al cristianismo como religión oficial del imperio, al otro lado del mundo.

Este deterioro de los glaciarias afecta, según Michael Fitzpatrick, encargado de negocios de la Embajada de los Estados Unidos en Perú y encargado de presentar el proyecto en Huaraz, a un millón 600 mil peruanos que  viven alrededor de la cuenca del río Santa y que dependen de las fuentes hídricas de los glaciares para el cultivo, así como la obtención de energía por medio de centrales hidroeléctricas.

Además, estas poblaciones corren riesgos por potenciales inundaciones en los deshielos o por desprendimientos de bloques de hielo como el ocurrido tras el terremoto de 1970 y que significó la desaparición de la ciudad de Yungay.

Soluciones conjuntas

Entonces, se busca la cooperación entre tres actores sociales en la región Ancash como las universidades, las mancomunidades (alianzas entre distritos) y las comunidades de montaña. La duración del proyecto, que ya funciona desde la semana pasada, será de tres años.

En cuanto a las universidades, el Instituto de Montaña (uno de los impulsores del proyecto) forjará una alianza entre la Universidad de Texas y el grupo Ingenieros Sin Fronteras y universidades nacionales para prestar conocimientos técnicos y el desarrollo de tecnología a la Universidad Nacional de Áncash Santiago Antúnez de Mayolo. Los estudiantes de Ciencias del Ambiente apoyarán a municipios y comunidades.

A las mancomunidades se les ofrecerá asistencia técnica, también a laRed de Gerentes de Mancomunidades Áncash y a la Red de Mujeres Regidoras de Áncash.

Se les entrenará sobre cómo elaborar planes de desarrollo para afrontar los efectos del cambio climático en su región. En caso de que las iniciativas innovadoras para el cuidado de las fuentes de agua provengan de comunidades del campo el proyecto también se encargará de darle apoyo adecuado.

En total están involucradas unas 10 mancomunidades distribuidas en la sierra de Áncash a lo largo de 10 provincias. Algunas están tanto en la Cordillera Blanca como en la Cordillera Negra y Conchucos.
Al final de los tres años se espera que los gobiernos locales hayan incrementado sus inversiones para adaptarse al cambio climático en la región.

Asimismo, que las mancomunidades hayan desarrollado equipos técnicos y mejorado su acceso a información de base científica para mejorar sus proyectos de adaptación.

¿El agua se acabará?

La cuestión es ¿no sería mejor proyectarse a buscar nuevas fuentes hídricas como la desalinización del agua marina? Recharte descarta que el agua en la región vaya a agotarse, pero tendrá un impacto.

Las cuencas se alimentan  de las lluvias, sin embargo el problema vendrá en las épocas secas como junio y julio y es ahí cuando se hace necesario el agua de los glaciares, que para ese entonces será mucho menor para los valles interadinos y de la costa.

«El agua de glaciar no va a acabarse, pero en los próximos años su contribución va a disminuir y para eso los pobladores tienen que preparase con la construcción de reservorios y el cuidado de los humedales que retienen la humedad», recomienda Recharte.

En cifras

2030 será el año en el que habrá desaparecido los glaciares sobre los 5,500 msnm.

7 de 9 glaciares están perdiendo su capacidad de acumular agua.

Fuente: Reportaje de Renato Arana Conde publicado en el diario La República