Cinco cadáveres hallados en tres fosas por los especialistas forenses del Ministerio Público durante el cateo de sitio, realizado el 25 de junio, confirmarían la existencia de por lo menos diez fosas comunes con más de 48 restos humanos enterrados de familias enteras en la lejana comunidad nativa Asháninca de Unión Alto Saniveni, del distrito de Pangoa, asesinados cruelmente por Sendero Luminoso hace 23 años.
Así demostraron los forenses Johnny Curi García y Silvia Vera Curiate, del equipo forense especializado (EFE) asignados a la zona para identificar y registrar in situ los lugares (fosas comunes) donde se encontrarían los restos óseos de muchas familias desaparecidas como consecuencia de la masacre atroz que cometieron las huestes terroristas en la comunidad Asháninca Unión Alto Saniveni en el año 1991 y que hoy las familias de aquellos sobrevivientes exigen al Estado ser indemnizados.
El escenario de la cruel barbarie ocurrido por sendero luminoso, fue en el lugar denominado Marín Pañash (zona de hierva) en la antigua comunidad de Unión Alto Saniveni, actualmente llamado “panteón” en el mes de febrero del año 1991 donde aproximadamente 10:00 de la mañana, más de 150 terroristas irrumpieron la tranquilidad de los comuneros enfrentándose y asesinando a sangre fría a Máximo Chanqueti Antonio, teniente gobernador del pueblo y a toda su familia, manifestó Jhon Max Mahuanca Casancho, actual teniente gobernador de la comunidad.
Raúl Michicuri Antonio (27) quien vive en la actualidad con una huella en el cuerpo por la bala que le ocasionó, guarda un recuerdo amargo de la muerte cruel de Máximo Chanqueti Antonio (teniente gobernador de la época) y con quien también se encuentran sepultados los cuerpos de su mamá Chabela Antonio Chanqueti(35) embarazada con toda su cushma, de su hermanita Betty Virgilio Chanqueti(2) y de su tío Pepe Santoma, que fueron salvajemente asesinados dentro de su misma choza.
Con tristeza también recuerda, Jaime Virgilio Antonio (27) sobrino de Máximo Chanqueti que en dicho lugar se encuentran enterrados su papá, mamá y sus cuatro hermanos, fue testigo presencial de la masacre de toda su familia, quien escapó por un barranco para refugiarse por un buen tiempo en San Ramón de Pangoa.
Otro de los escenarios, fue en el lugar de Monte Vanti, donde Manuel Chiricente Mahuanca, y toda su familia conformada por la mamá, hijos y yerno fueron matados salvajemente y quemados vivos los niños llenados en costal, relataron los testigos y familiares que aún viven para contarlo, como Carmen Leonor Casancho de Mahuanca, delegada vecinal.
Por su parte, Pablo Villalobos Rosas (47), uno de los principales sobrevivientes testigos de los horrendos hechos de sangre, manifestó que fue el encargado de cavar la tierra para enterrar a sus mismos compoblanos, niños, hombres y mujeres aproximadamente 48 cuerpos esparcidos en distintos lugares, como consecuencia de la destrucción de todo un pueblo que fueron literalmente borrados del mapa, tras quemar la casa comunal, la escuela y la iglesia del pueblo.
Los autoridades de esta lejana y olvidada comunidad Asháninca y los familiares de los desaparecidos claman justicia al Gobierno Nacional para que puedan ser atendidos con reparaciones individuales, con proyectos de agua y desagüe, mejoramiento de carreteras, locales educativos, posta de salud y sobre todo que sus seres queridos muertos a manos del terrorismo sean exhumados para alcanzar una sepultura digna.
Mientras tanto, los especialistas forenses visitaran la comunidad nativa de Matzuriniari y Los Cedros, los días 26 y 27 de junio; donde también las autoridades y pobladores del lugar manifestaron que existen más fosas comunes de la violencia política que vivió el país.
Con información del periodista Raúl Isaac Bocanegra Pérez