Las ‘golden burriers’ son reclutadas por mafias del oro

Son atractivas, discretas, cobran poco y su detención apenas inquieta a los cabecillas de la mafia… Hermosas mujeres, reclutadas por organizaciones criminales –peruanas y extranjeras– se han convertido en piezas clave del más eficaz y último método para transportar oro extraído ilegalmente de Madre de Dios. Son jóvenes de 16 a 25 años que intentan salir de sus apuros económicos, sirviendo como ‘golden burriers’.

La División de Lavados de Activos de la Policía Nacional está sobre la pista de una peculiar mafia que desde hace algunas semanas habría captado a nueve mujeres que habrían sacado 134 libras de oro (60,75 kg), un monto valorizado en tres millones de dólares.

Estas investigaciones dieron la pista para que, el jueves último, una pasajera fuera detenida en Puerto Maldonado cuando pretendía viajar a Lima con 2.250 kilos de oro. Anhela Leyla Larriega Quispe (25) llevaba tres paquetes acondicionados en su maleta. Los fiscales Pedro Farfán Parrales y Adrián Huayllapuma Santa Cruz, de la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental, dieron fe de ello. Anhela Leyla quedó detenida y ahora es investigada por el presunto delito de lavado de activos por actividad minera ilegal, cuya pena puede alcanzar de ocho a 15 años de prisión.

‘BARONES’ ANÓNIMOS
Las ‘golden burriers’ trasladan oro que despertaría alertas de lavado y preguntas que los dueños no podrían responder sin acabar en la cárcel.

“Si algo sale mal, solo ellas son capturadas. Los ‘barones del oro’ permanecen en la sombra, anónimos y libres, y desde ahí cobran la pérdida –a veces– por medio de sicarios”, asegura el mayor PNP Juan Caballero Guillén.

«El primer caso llamó la atención. Era toda una sorpresa. No era habitual en el mundo del tráfico de oro. Pero los días pasaron y los hechos se repitieron. La señal de alarma quedó encendida», señala otro oficial. No se trataba, sin embargo, de un intento de contrabando a gran escala.

La fiebre por el oro ha derivado en una alarmante e inusual violencia en las zonas mineras de Madre de Dios. En los últimos meses la Policía registró cuatro grandes asaltos de bandas organizadas que no dudaron en utilizar sus armas de guerra para asaltar a los comercializadores de oro.

En marzo, 12 delincuentes armados con pistolas y fusiles interceptaron una camioneta que se dirigía de Mazuco al Cusco y robaron 15 kilos de oro (valorizados en unos dos millones de soles). Poco después la Policía identificó y detuvo a cuatro de los asaltantes: uno de ellos el suboficial PNP en actividad César Delgado.

Los habitantes de Tres Islas y San Jacinto creen que detrás de los grandes robos podrían estar también otros malos efectivos policiales. A estos asaltos se suman dos registrados en la comunidad de Kotsimba y en La Pampa, una extensa zona de minería ilegal.

¿QUIÉNES FINANCIAN?
Precisamente, frente a este clima de inseguridad –en el que el crimen organizado actúa coludido con malos policías– es que los ‘barones del oro’ prefieren reclutar ahora a bellas jovencitas para transportar, en forma clandestina y segura, el preciado metal.

En Madre de Dios se paga entre 145 y 150 soles por gramo de oro. Si se obtiene al día 1.600 gramos del metal precioso, como mínimo se obtendría 232 mil soles. Haciendo cálculos: al mes, seis millones 960 mil soles contantes y sonantes.

Pero, ¿quiénes son los operadores que financian a las ‘golden burriers’ de la minería ilegal en la selva de Madre de Dios y en Puno, los mayores centros de extracción clandestina de oro en el Perú? Una gran interrogante que se debería averiguar lo más antes posible.

CLAVES
Anhela Leyla Larriega se acogió al derecho de permanecer callada. No presentó ningún documento que acredite la procedencia ni la legalidad del oro encontrado. Tampoco indicó a quién o a qué empresa pertenece el cargamento ilegal.

Su valija fue revisada por agentes de la División de Lavado de Activos de la Policía en presencia de  su abogado, José Araujo.

La alarma no solo se encendió por la ruta elegida, sino también por una modalidad que es nueva y peligrosa. (Óscar Chumpitaz/Cortesía La República)

 

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