No le temía a la muerte o al menos eso pude percibir cuando lo conocí y me relató sus experiencias en el VRAE, allá por 1996, cuando trabajaba en programas de desarrollo alternativo. Posteriormente fue designado como director del Cuerpo de Asistencia para el Desarrollo Alternativo (Cada) y no dejó de visitar permanentemente Tingo María y las zonas de influencia de la entidad, especialmente aquellas donde habían conflictos sociales.
El cajamarquino Gonzalo Mosqueira tenía 60 años cuando acudió a su cita con la muerte, ayer en la tarde, en el hospital Edgardo Rebagliati de Lima, víctima de una enfermedad que venía combatiendo desde hacía varios meses.
En mayo fue su última visita a Tingo María desde donde viajó al valle del Monzón para instalar una oficina del Cada. Sabía que el mal que lo aquejaba lo estaba derrotando y tal vez por ello le dijo a su personal que quizás esta era su última visita pero que quería dejar sentada la presencia de la institución que dirigió en la zona.
Un trabajador del Cada alguna vez me contó que en 2008 viajaron con Mosqueira a Uchiza para atender a las comunidades campesinas con proyectos de desarrollo alternativo. Luego de una jornada tranquila, todos descansaron normalmente pero al amanecer el pueblo estaba pintarrajeado con lemas senderistas. Sin embargo, esta actitud no amilanó al ingeniero y por el contrario exigió al personal trabajar con más ahínco ese día.
Pero tal vez la anécdota que lo describe como era realmente se dio cuando un desconocido lo amenazó de muerte para que no vuelvan con sus actividades de desarrollo alternativo que iban contra los cultivos coca ilegal. Gonzalo Mosqueira no se inmutó ante la advertencia y por el contrario respondió sin temor: “Si tú me matas, mañana el Gobierno contratará a otro y seguirá con este trabajo”.
Visitó personalmente las zonas de conflicto donde se erradicaron los cultivos ilegales de coca y que eran temidas por algunos funcionarios. Allí dialogaba con los pobladores y les ofrecía gestionar el apoyo que requerían para instalar los biohuertos, realizar la crianza de peces, sembrar cultivos alternativos de café, cacao, etc. y les enseñaba la importancia de la legalidad para su desarrollo. “Tocaremos puertas y mejoraremos los caminos vecinales, haremos postas médicas, colegios”, decía.
En Navidad, llevó con los trabajadores del Cada, juguetes para los niños de Camote, Pozo Rico, entre otras comunidades ubicadas frente a Cachicoto donde era esperado por la población. Fueron solos, sin resguardo pero sobre todo sin temor y dieron alegría a estos caseríos.
Gonzalo se fue y deja desolados a su esposa y a sus tres hijos, los dos mayores ya profesionales y un menor estudiante. En Tingo María su deceso ha causado una gran tristeza. Sus restos serán llevados a su natal Cajamarca.
Los comentarios están cerrados.