Celestino Calderón Ochoa, natural de Tambo, provincia de La Mar, en Ayacucho, compartía una papaya en trozos con su esposa en un restaurante de Palmapampa (Vraem) cuando ocho agentes antidrogas lo abordaron para detenerlo.
Según relatan los policías, Calderón Ochoa, conocido como «Hamilton», lo tomó con calma. Dejó su tenedor y extendió su mano para saludar a los agentes mientras preguntaba por qué interrumpían su almuerzo.
Los policías y el fiscal presentes le anunciaron que tenía una orden de captura. Calderón Ochoa inmediatamente extrajo de su bolsillo un papel con un sello del Poder Judicial que decía no presentar requisitorias por delito alguno. Además, mostró una credencial con su fotografía, que lo acreditaba como un integrante de las rondas campesinas del distrito de San Pedro de Putina, provincia puneña de Sandia.
Pero ¿qué hacía un rondero de Puno en el valle cocalero de Ayacucho?
Los agentes de inteligencia de la Dirección Nacional Antidrogas que seguían a «Hamiltón» desde hace varios meses, no se sorprendieron con la pasmosa tranquilidad del detenido. Sabían que Calderón era muy astuto y contaba con la asesoría de abogados, la protección de ronderos y de las autoridades de Sandia. Estaba claro que su presencia en el valle de los ríos Ene, Apurímac y Mantaro (Vraem) no se debía a algún encuentro de ronderos. Contra Calderón ellos tenían más que indicios para incriminarlo como el principal abastecedor del valle cocalero de Sandía.
JUECES TEMEROSOS
Pese a las pruebas reunidas por los agentes y los fiscales a cargo del caso, Calderón Ochoa despertaba temor entre los magistrados del Poder Judicial de Puno, que debían autorizar su inmediata captura.
Los últimos cuatro magistrados que ocuparon cargos en la provincia de Sandia habían eludido, por diversos motivos, autorizar los pedidos de captura de quien era llamado con el apelativo de «Hamilton» pero que «se comportaba como el Pablo Escobar de Sandia», según cuentan quienes sufrieron su persecución.
Desde octubre pasado, los magistrados argumentaban que los investigados, entre ellos «Hamilton», debían ser debidamente notificados y en otros casos los jueces no se presentaban a las audiencias.
Recién en mayo pasado, y por los múltiples reclamos ante control interno de la magistratura de Puno, un envalentonado juez de San Román, Juliaca, autorizó su captura.
PERFIL DE CAPO
Desde hace seis años, el personaje capturado aparecía en los partes de inteligencia como un importante acopiador de droga que se movilizaba sagazmente por toda la provincia puneña de Sandia.
La Policía solo sabía que era un importante negociante de la droga que se presentaba ante los campesinos como «Hamilton», apelativo que se lo había ganado –según dicen los informantes de la policía– por su afición a almacenar miles de cajetillas de la conocida marca Hamilton, que ingresaban como contrabando por la frontera con Bolivia.
Su apelativo comienza a sonar muy fuerte por primera vez en 2007, cuando policías impidieron que una avioneta decolara de una pista de aterrizaje construida en Massiapo, un anexo olvidado del distrito de Alto Inambari, a pocos kilómetros de la línea fronteriza con Bolivia.
Aquella vez fue capturado un colombiano y se incautaron armas de guerra y mucha droga, pero no a los financistas del embarque.
Solo se sabía que parte de la mercadería ilegal tenía como destino algún lugar de la selva boliviana y que pertenecía a un acopiador de la zona conocido como «Hamilton».
Desde entonces los comentarios de sus actividades y de su escalamiento se esparcieron en el mundillo de la droga.
Desde fines de 2011, nuevos reportes antidrogas difundidos por la prensa local señalaban que, tras la muerte del traficante «Gallo» en la zona de Patambuco, al intentar internar un cargamento a tierras bolivianas, «Hamilton» había pasado a ser el principal acopiador de la droga para las mafias bolivianas.
En aquella ocasión la prensa reveló su real identidad: Celestino Calderón Ochoa.
Conocido su nombre, el grupo de inteligencia antidrogas supo que no era un rondero ni un migrante ayacuchano más que cosechaba su coquita o que era uno de los tantos traficantes que integran la gran cadena de producción de la droga.
No, «Hamilton» era un capo en la zona.
Su récord migratorio así lo demuestra: 10 ingresos a Bolivia desde el año 2005. En algunos casos sus retornos eran registradas, mas no sus salidas. ¿Por dónde salía «Hamilton» para que agentes de Migraciones en tierra no registraran su paso?
LEVANTA VUELO
En abril de 2012 el comisario del poblado de San Juan de Oro y el fiscal provincial de Sandia interceptaron una avioneta monomotor Cessna 206 de bandera paraguaya que acababa de aterrizar en una pista en Massiapo.
Cuando las autoridades antidrogas de Juliaca llegaron, solo encontraron la avioneta, al fiscal de la zona, unos policías y a un buen grupo de curiosos. Ni un gramo de droga ni dinero como suele generalmente ocurrir en estos intercambios rápidos entre mafias.
El fiscal señaló que no hallaron nada, pero su versión fue contrariada por la del piloto detenido: sí habían decomisado su cargamento de droga y se la devolvieron al narcotraficante «Hamilton».
DUEÑO DE UN PUEBLO
En octubre pasado, un operativo se armó para capturarlo.
Sabían que «Hamilton» tenía un terreno en un anexo llamado Pampa Grande que le servía para el acopio de la hoja de coca y la preparación de pasta básica.
Pese a ello, los agentes actuaron por sorpresa en la zona. Al advertir la presencia policial, el hermano de «Hamilton», Juan Calderón, se lanzó de una pendiente con tan mala suerte que murió al impactar contra una enorme piedra.
La policía detuvo a varios sospechosos y destruyó una poza de maceración que operaba desde hacía dos años.
No fue identificado «Hamilton», pero éste comenzó discretamente a mover a la población para que la patrulla policial que había provocado la muerte de su hermano no regresara.
Cuando el grupo operativo se retiraba a pie de la zona, fue atacado con piedras por pobladores que exigían liberar a los dos detenidos.
Tras eludir la agresión, y ya en la carretera que conduce a Juliaca, el convoy policial fue obligado a detenerse por civiles armados de palos que se identificaron como autoridades y ronderos de Sandia. Ellos pedían explicaciones por la muerte del hermano de «Hamilton».
Tras un tenso y breve intercambio de palabras, los ronderos dejaron partir al grupo policial.
Los agentes antidrogas que incursionaron en el fundo de «Hamilton» fueron informados que esa misma noche, en anexos de Alto Inambari, la comunicación se había bloqueado y la energía eléctrica se había cortado, y que en medio de la oscuridad «Hamilton» llegó a bordo de una avioneta.
La aeronave había aterrizado a poca distancia de su terreno para recuperar el cuerpo de su hermano y socio. Ningún policía apostado en su comisaría había salido por temor. El pueblo estaba tomado por el narco.
Ahora, seis meses después, «Hamilton» ha perdido el poder y la imagen de «Pablo Escobar». Tras las rejas, falta saber quién lo reemplazará como capo mayor de toda la provincia de Sandia. (Miguel Gutiérrez R.)