Memoria salvadora

El procesado Kenya Fujimori ha tratado en todos sus términos de politizar el juicio oral que enfrenta con el viejo argumento de ser el salvador del país en un momento en que se debatía por la violencia; un líder que debía imponerse para preservar el orden sin importar que el autoritarismo cerrara cada vez más los espacios democráticos.


 


El presidente que se reclamó peruano y que luego renunció al máximo cargo del país asumiéndose japonés, ha tratado por todos los medios posibles de argumentar –muchas veces gritando, como para recordar su «autoridad»- que el terrorismo omnipresente había tomado la ciudad y que el Estado se encontraba inerme. Paradójicamente, debido al énfasis de su discurso, cayó en contradicciones o no supo explicar quién dirigió la política y lucha antisubversiva realmente: ¿Montesinos o él?. Su versión fue algo paranoica: él daba las políticas pero no las órdenes, para luego reconocer como «notable» la participación de Montesinos en la lucha antisubversiva.  


 


Pareciera que Fujimori trata de hacer memoria sobre el pasado pero haciéndonos recordar sólo una parte: los coches bomba, los apagones, los atentados, el terror. La otra verdad: las masacres, los asesinatos, las detenciones arbitrarias, las torturas, las desapariciones, el copamiento de las instituciones democráticas, el control de los medios de comunicación, el tráfico de armas y el   narcotráfico, la corrupción, parecen ser obviados como una triste justificación del costo de haber «salvado a 25 millones de peruanos».


 


¿Amenazas senderistas?


En consonancia con ese discurso de «salvación», ahora nos hacen llegar veladas amenazas senderistas. En el Huallaga intimidan a periodistas y autoridades mediante panfletos cuyo lenguaje no resiste el menor análisis para evidenciar que son falsos, inventados. También en el VRAE, amenazan quemar el Frente Policial del VRAE en Huanta, instancia que no existe en ese lugar, pero repudiando a Abimael y Feliciano porque recurrieron al «terror y a la muerte».


 


Extraño, muy extraño, que en medio del juicio a Fujimori, quien se esfuerza en tratar de recordarnos el terror y su victoria contra ellos, aparezcan panfletos y columnas senderistas amenazando a los asaltantes de carreteras y maridos «sacavuelteros» y, al mismo tiempo, contra periodistas y autoridades locales.


 


Y si a esto le sumamos los recientes cilindros de cianuro encontrados en los grandes centros comerciales de Lima, podemos deducir que la escena ha sido bien armada para atemorizar a la población ante el supuesto regreso del terrorismo que sólo pudo vencer Fujimori.


 


Desde el autogolpe del 5 de abril de 1992 hasta hoy, varias cosas  han cambiado en el país, los peruanos también. Y hoy podemos ser capaces de descifrar y no volver a caer en el engaño de los psicosociales a los que nos tenían acostumbrados Fujimori y Montesinos, mientras se apropiaban de los fondos públicos. No olvidemos las salitas del SIN donde oscuros personajes recibían fajos de billetes a cambio de sostener un régimen autoritario y corrupto.


 


El país ha avanzado, hoy tenemos mayores posibilidades de desarrollo pero también de hacer memoria y no precisamente esa que nos habla de «salvación», sino aquella que enfrenta la verdad con justicia y en democracia.