Cada día de este año han sido capturadas 130 personas por vender droga. De los 116.000 presos que hay en las cárceles del país, 25.000 fueron procesados por tráfico de estupefacientes. A diario se incauta casi una tonelada de marihuana, y en los últimos dos meses han caído 252.000 papeletas de basuco. La sola hierba se habría vendido, en ‘moños’ de hasta 20 gramos y ‘cigarros’ de uno o dos gramos, en 1.000 millones de pesos.
En el ‘Bronx’, tal vez la ‘olla’ de narcotráfico más grande del país, fueron descubiertas 620 máquinas tragamonedas. ¿La explicación? Los espejos, limpiaparabrisas y llantas robadas en las calles del centro de Bogotá se pagan allí con marihuana o basuco y con fichas para esas máquinas. La doble adicción de centenares de personas dejaba cada día 60 millones de pesos en los bolsillos de los ‘duros’ de ese deprimido sector.
Por cuenta del dramático aumento del consumo de drogas –un problema de salud pública que afecta a por lo menos medio millón de colombianos que tienen algún grado de dependencia, y a miles de consumidores ocasionales–, el llamado microtráfico es hoy una amenaza de enormes dimensiones que, además, está disparando la criminalidad.
En Cali, las autoridades calculan que el 40 por ciento de los asesinatos –1.819 el año pasado– tiene alguna relación con vendettas por el control de la venta de droga en la ciudad, que tiene la más alta tasa de homicidios del país. Una investigación de inteligencia de la Policía en las ‘ollas’ manejadas por la banda ‘la Cordillera’, la más poderosa de Pereira, estableció que en los barrios donde estas operan coincidían la prostitución (50 por ciento); el hurto (40 por ciento); el homicidio (35 por ciento) y el secuestro (27 por ciento).
Un equipo de periodistas de EL TIEMPO se adentró en las entrañas de ese mundo en las principales capitales colombianas y comprobó cómo los ‘jíbaros’ aprovechan la despenalización de la dosis mínima para hacer decenas de viajes diarios. Así venden las rebajadas dosis de cocaína, que han sido mezcladas hasta con talco para pies.
Y mientras la atención de la opinión pública se concentra en la coca y en el boom de las drogas sintéticas, el país asiste a una segunda bonanza marimbera: ya no viene de la sierra nevada de Santa Marta –aunque allí sigue habiendo cultivos–, sino de siembras hidropónicas en el Cauca, que, además de dar más cosechas al año, producen una hoja con un contenido de alucinógeno que dobla al de la marihuana de los 70. En la fuente de ese negocio está el frente sexto de las Farc.
Ya no es ‘micro’
En los primeros cuatro meses de este año han sido incautadas 124 toneladas de marihuana, y en el 2012 se confiscaron 361. Pero la que llega a las calles es mucha más.
De toda la que se produce en el país, solo el 30 por ciento se va para el exterior, pues dejarla es un buen negocio: el kilo de marihuana común que se consigue al por mayor en el Cauca a 20.000 pesos se vende en Bogotá por 70.000. En las ‘ollas’, un ‘cigarro’ de un gramo se vende por 1.000: le sacan un millón de pesos a cada kilo. Un informe inédito del Ministerio de Justicia revela que en un solo año el consumo interno de la hierba llegó a 639,4 toneladas.
Todas las estadísticas y lo que se ve a diario en las ciudades demuestran que hace rato Colombia dejó de ser solo un país productor de droga y que las estrategias para enfrentar el consumo son urgentes.
De hecho, esa es una de las líneas gruesas que planteará el informe sobre drogas en el hemisferio que el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, le entregará este viernes al presidente Juan Manuel Santos y que en dos semanas será presentado a todos los gobiernos del continente en Guatemala.
Aunque ‘coronar’ un cargamento de cocaína en Estados Unidos o Europa sigue siendo el mejor negocio para los narcos, dos factores los han llevado a replantear la estrategia. Por un lado, se ha vuelto más complicado sacar droga, por la efectividad de la interdicción. Esa es la razón por la que cada vez se descubren más laboratorios cerca de las grandes ciudades: el año pasado fueron desmanteladas 32 ‘cocinas’ cerca de Bogotá.
Y, por el otro, el mercado interno les deja cada vez más plata. Aunque no existen datos exactos sobre la droga que se mueve en el país, la Dijín y varios organismos de inteligencia manejan cifras escalofriantes: de las 345 toneladas de coca que se están produciendo al año, al menos el 20 por ciento se está quedando para el narcomenudeo.
Son 70 toneladas de cocaína que, puestas en las calles, se convertirán en no menos de 100 millones de ‘pases’; cada uno puede valer entre 5.000 y 30.000 pesos, dependiendo de la pureza. Muchos se distribuyen gratuitamente en bares y hasta en escuelas, para ‘abrir mercados’.
La Policía tiene información sobre la existencia de 3.367 expendios, que son manejados por unas 200 bandas locales. Estas, a su vez, se proveen de la droga que venden las ‘bacrim’ y la guerrilla.
Señores en los barrios
Si bien los reflectores de casi todas las autoridades están puestos sobre los jefes de ‘los Urabeños’ y los herederos de ‘los Comba’, hay un cartel de unas 50 personas que controla la venta en las capitales.
‘Rigo’, ‘Mosco’ y ‘Homero’, tres de los dueños del ‘Bronx’, capturados en Ecuador y Venezuela, estaban entre los más buscados. En esa lista aparecen también dos mujeres: Isabel Rey Vera y Geydy Yuliec Malva Núñez, señaladas de manejar, respectivamente, el microtráfico en Cúcuta y el Huila.
Además de la violencia, esos pequeños capos ejercen una enorme capacidad de intimidación en los barrios, una versión micro del poder alcanzado por los narcos en las favelas de Río de Janeiro y que ha puesto en jaque a las autoridades brasileñas.
En el Santa Fe, en el centro de Bogotá, los vecinos de varios expendios solo pueden cerrar los ojos cuando ven aparecer en sus patios a los ‘jíbaros’, que usan las casas aledañas para escapar cada vez que llega la Policía. Los indigentes son usados como sicarios por los dueños de las ‘ollas’.
Es tan precaria la situación que hasta el mismo despacho del presidente Santos recibe denuncias como esta de vecinos del barrio Compartir 2 y 3, de Ciudad Bolívar, de Bogotá: “Lo más indignante es que algunos vecinos han tenido que ir a esas ‘ollas’ a comprar lo que el día anterior les han robado (…). Nos está ganando la delincuencia y esto es a raíz de los expendios de droga. Ellos andan armados, atracan y roban a la hora que quieren y ninguna autoridad los enfrenta”.
‘Cocaína rosada’, la de moda
Con una simple llamada o un mensaje por ‘Whatsapp’, los jóvenes de estratos altos consiguen cualquier droga. En las fiestas en Cali la tendencia es la ‘cocaína rosada’ o 2CB. Es una droga sintética que se caracteriza porque su presentación es granulada y de color rosa. Una sola dosis puede costar 130 mil ó 150 mil pesos. En cuatro meses han incautado 7 mil dosis.
Así la venden en las calles
En los ‘fumaderos’
Las redes de narcomenudeo se instalan en sitios deprimidos. ‘Jíbaros’ arriendan casas por dos o tres veces lo que vale una renta normal y los dueños aceptan sin pensar en el riesgo de que el bien termine expropiado por ser usado por narcos. A estos lugares acuden personas de todo perfil, pero sobre todo población indigente, que además de lo que vale la droga paga por el uso del ‘fumadero’.
Alcantarillas como expendio
Una venta ambulante, un parque, un árbol, una esquina y hasta una alcantarilla pueden convertirse en centros de expendio. En Bogotá, uno de los sitios de venta más activos es el caño de la Avenida Boyacá: en medio del trancón es común ver salir a personas de ese canal usualmente atiborrado de desechos.
Puerta a puerta
Esta modalidad cada vez es más usual. La usan en zonas de rumba y en estratos altos. Pedir una papeleta de cocaína o de basuco, o un moño de marihuana (de 5 a 20 gramos) puede tener un recargo, pero para el consumidor vale la pena por la seguridad que le significa. Ofrecen su servicio por teléfono y por Internet, por donde divulgan benzodiacepinas y drogas sintéticas.
Primera dosis sin costo
La droga sin costo es el anzuelo más usado por las redes para atraer a niños y jóvenes en los colegios. Esto ocurre con frecuencia en centros educativos de zonas más necesitadas. En una requisa en un colegio de Kennedy, uno de esos jóvenes le dijo a la Policía que la droga que vendía se la entregaba el ‘jíbaro’ de su barrio. Informes sobre consumo de drogas arrojan que la edad de inicio para consumo es a los 12 años.
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