Narcos peruanos convierten Bolivia en centro de operaciones

El país altiplánico es hoy por hoy uno de los principales puntos de mercadeo de la droga en el continente. Hasta allí trasladan o envían cargamentos de droga las mafias peruanas que buscan elevar sus ingresos. Un narcotraficante revela en esta nota por qué Bolivia es un «lugar ideal» para sus ilícitas actividades.

«El kilo de pasta lavada te cuesta 850 cocos (dólares) si lo compras en Monzón, en la «durmiente» (Tingo María) o en la «dos LL» (Llochegua). Pero si te lo llevas a la tierra de Evo puedes venderlo entre mil 600 y 2 mil. Con solo 100 kilitos ganas 200 mil. Claro que sigue siendo negocio ir a Bolivia».

Quien hace cálculos es un sujeto inmerso en el negocio ilegal de la droga. Por su conocimiento del tema, está convencido de que el negocio de la droga pese a las restricciones impuestas por las autoridades de Bolivia y Perú sigue siendo rentable.

Este sujeto explica cómo por cuestiones de transporte y de riesgo el precio de la droga que sale del valle del Huallaga se encarece hasta su destino a Bolivia.

Por cada kilogramo que sacan a la costa, por decir de Tingo María hasta la ciudad de Pisco, el responsable de su transporte cobrará 50 dólares. Si el acuerdo es continuar hasta Bolivia, el transportista cobrará un extra de 300 dólares por cada kilo», explica.

Estos adicionales incrementan el precio de 850 en los centros cocaleros a 1200 dólares el kilo. El mafioso peruano puede imponer a su comprador boliviano precios de hasta casi 2 mil dólares el kilo. La ganancia por kilo es de 700 dólares.

«Si coronas con un cargamento de 100 kilos, la ganancia es de 200 mil dólares. Es negocio», afirma convencido el narco.
El mafioso explica que los que llevan gran cantidad de mercancía son los del «sombrero grande», como ellos llaman en clave a las mafias mexicanas. «Ellos piden bajar del monte no menos de mil kilos y pueden pagar hasta 1 400 dólares por cada kilo».

Los llamados clanes familiares que han surgido en el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), atraídos por el lucrativo negocio, también se arriesgan y envían su propia mercancía hasta Bolivia para ampliar su margen de ganancia.
En grandes carros cisternas ubicados en Ayacucho, las familias cargan la droga. Los transportistas descienden hasta Ica, desmontan la carga y regresan con sus camiones vacíos para volver a cargarlos con la droga de otros grupos.

Otros vehículos de gran envergadura llevan la mercancía por carretera hasta Juliaca y de allí a Desaguadero, Bolivia.
Los controles terrestres administrados por las autoridades bolivianas no preocupan mucho a los narcotraficantes de origen peruano. Estos consideran que el trasiego de su droga a Bolivia no corre peligro de ser descubierto en los controles bolivianos.

DROGA VIENE POR AIRE

En diciembre último, el jefe de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN), el coronel Gonzalo Quezada, reveló que desde que se impuso «un frente sostenido de contención terrestre en la frontera con el Perú para evitar el ingreso y tránsito de cocaína por nuestro territorio a otros mercados de la región y el mundo, los traficantes activaron un puente aéreo desde las zonas productoras en Perú, utilizando aeronaves para vuelos clandestinos».

En febrero pasado un grupo de oficiales de la Dirandro se reunió en La Paz con funcionarios de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico, (FELCN). Peruanos y bolivianos coincidieron en que tanto la presencia de la droga como los narcos peruanos estaban creciendo en forma alarmante.

Diversos informes de inteligencia boliviana divulgados por la prensa de ese país confirman que desde el 2010 es creciente la presencia de mafias peruanas que traen su mercadería y las venden a otras organizaciones bolivianas o brasileñas.

Según el viceministro de Defensa Social y Sustancias Controladas de Bolivia, Felipe Cáceres, el 52 % de las 19 toneladas de droga confiscadas al narcotráfico en el 2010 provenían del Perú. Este porcentaje aumentó el año pasado.

El viceministro Cáceres se atrevió incluso a decir hace cuatro semanas que la droga peruana incautada en Santa Cruz y otros puntos de Bolivia procede del valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro VRAEM, y es internada por vía aérea en Bolivia.

Llama la atención de las autoridades antinarcóticos de ambos países que las escuelas de aviación civil en Santa Cruz hayan duplicado el costo de sus cursos de adiestramiento. Esto se debe sin duda al aumento de la demanda de bolivianos y extranjeros por saber planear avionetas.

Según los expertos este hecho muestra el interés por consolidar un puente aéreo entre Perú, Bolivia y otros países.

Las autoridades bolivianas han empezado a empadronar a pilotos de aeronaves y vuelos, tras la detección de un «puente aéreo» de narcotráfico entre Desaguadero, en la frontera con Perú, y Bolpebra, una pequeña localidad boliviana ubicada al extremo noroeste del país, a orillas del río Acre, en el departamento de Pando.

Esta medida se anunció en 2011 luego de que una avioneta Cessna blanca de matrícula peruana, con un cargamento con droga, cayera a tierra en la localidad de Faja Norte, en el departamento boliviano de Santa Cruz, poco después de haber despegado.

Según medios de prensa de Santa Cruz, en esa región las avionetas que ingresan usan las carreteras como pistas de aterrizaje para cargar drogas.

La Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN) afirma que se incautó 36 toneladas de cocaína en 2012, la mayoría proveniente del Perú.

La misma fuente ha informado que se incautó diez aeronaves, valorizadas en 1,5 millones de dólares, y además se destruyó una serie de pistas de aterrizaje clandestinas que eran utilizadas por las mafias peruanas del narcotráfico.